Opinión

Europa usa a Rusia para someter la democracia

  • Europa sigue fascinada por la ilusión de convertirse en un centro de poder global

Algunos líderes de Europa urgen a los países del continente que se remilitaricen frente a la amenaza de Rusia, cuando, en realidad, lo que buscan es mantenerse en el poder y conservar la relación transatlántica con Estados Unidos (EE. UU.) como fue desde 1945. Las políticas de la Unión Europea (UE) y de varias naciones europeas son desastrosas porque renuncian a fuentes de energía baratas como son el petróleo y el gas rusos y se arriesgan a un enfrentamiento con la primera potencia nuclear del mundo.

La competitividad global de las economías europeas está recibiendo un golpe terrible y Europa se está desindustrializando.

Europa ha dejado de innovar y de invertir en su desarrollo tecnológico, mientras que recarga sus modelos de negocio con normas y con impuestos.

La censura contra las voces disidentes europeas aumenta en los medios de comunicación tradicionales, como sucedió en EE. UU. durante años.

Europa sigue fascinada por la ilusión de convertirse en un centro de poder global a pesar de lo anterior y un grupo de políticos no electos al mando de la UE formulan una estrategia geopolítica que está en contradicción con los intereses de los ciudadanos.

La insatisfacción se apodera de italianos, de húngaros, de eslovacos, de franceses o de alemanes, en cuyos países dicho sentimiento se expresa políticamente de forma llamativa.

Los problemas crecientes que dichas élites políticas tienen con el respeto a la libertad de expresión o con la práctica del cristianismo en Europa se barren debajo de la alfombra y no se discuten.

Por último, la inmigración ilegal o descontrolada está cuestionando la civilización europea, cuyos pilares son la filosofía griega, el derecho romano y el monoteísmo de raíz judeocristiana.

Sin embargo, la prioridad entre las clases políticas dirigentes de Europa es hacer frente a la Federación de Rusia.

La UE está reescribiendo la historia del siglo XX de tal forma que asocia a Rusia con la Alemania nazi y le traspasa de ésta la intención de convertirse en un agresor expansionista sobre el continente europeo como lo fue Hitler en los años 30.

Los oxímoros totalitarios que Orwell creó -"guerra es paz", "libertad es esclavitud", "ignorancia es fuerza"- se reeditan a través de eslóganes falaces como "Putin es Hitler", "Trump es fascista" o "memoria es democracia", que se repiten sin cesar en Europa.

La política exterior europea consiste en sabotear la iniciativa de paz del presidente Trump en Ucrania, fomentar revoluciones de colores en Europa Central y del Este y en el Cáucaso y evocar al enemigo en las puertas, el bárbaro venido de las estepas frías orientales.

Estos tres movimientos se están desplegando con el objetivo de mantener el control y la disciplina en el continente europeo.

Esta agenda deteriora las relaciones entre Europa y EE. UU. y su vínculo transatlántico, dado que la primera no observa los hechos del presente como son realmente, sino, como le gustaría que fueran, y evita asumir responsabilidades por sus errores de los años pasados.

El miedo de políticos europeos a ser expulsados por fuerzas emergentes de sus posiciones de autoridad empuja a la burocracia de Bruselas a arrebatarle aún más poder a los gobiernos nacionales con la justificación del odio anti-ruso.

El mantra es suprimir la democracia para salvarla, como en Rumanía o como en Francia, al igual que se intentó en EE. UU. contra Donald J. Trump (DJT) sin éxito.

En definitiva, todos los enemigos de los líderes europeos son agentes de Putin, en lo que es una versión nueva del supuesto complot Rusia-Rusia-Rusia contra la democracia en EE. UU., del que se acusó, cómo no, a DJT, el activo por excelencia de Putin.

Algunos dirigentes europeos necesitan descarrilar cualquier posibilidad de una solución pacífica al conflicto en Ucrania liderada por DJT, al que se le tiene una hostilidad personal profunda.

Este comportamiento tampoco está dando resultados positivos para Europa porque DJT y el vicepresidente J.D. Vance han encontrado la vía para acercarse a algunos políticos europeos y a distanciarse de otros de manera selectiva.

Europa apuesta por una victoria del partido Demócrata en 2028, sin ser consciente de que los cambios tectónicos que se están produciendo en Europa seguirán y de que DJT o Vance continuarán el rumbo trazado para EE. UU más allá de esa fecha.

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