Sanidad

El coronavirus pone a prueba el temple de la 'Generación Sándwich'

  • Cuidan de hijos pequeños y de ancianos mientras hacen las tareas domésticas, escolares y profesionales
  • Se agitan intereses divergentes de menores y mayores en pocos metros cuadrados
  • La 'cuarentena' propicia el teletrabajo sin límites en hogares en ebullición
Tres generaciones de la misma familia. iStock

Más de uno podrá identificarse con los pesares de una generación de españoles que, confinada entre cuatro paredes, tiene que compaginar el cuidado de sus hijos pequeños, con la protección de los padres muy mayores, al tiempo que teletrabajan sin apenas experiencia y realizan las tareas domésticas de un hogar permanentemente en ebullición. La incertidumbre sanitaria se une a la económica y laboral, así como a la continua adaptación a entornos laborales posiblemente desconocidos.

Tan estresante situación viene a ser una suerte de tormenta perfecta las 24 horas del día desde hace casi tres meses. Esta 'Generación Sándwich', situada en medio de dos generaciones muy separadas temporalmente entre sí, lleva poniendo a prueba la templanza y capacidad de aguante de millones de españoles desde hace casi tres meses. La casuística demográfica española ha querido que este grupo personas formara familia mucho más tarde que sus progenitores, lo que supone una doble carga, con necesidades y prioridades muy distintas entre dos generaciones.

A la maternidad tardía -a partir de los 30 años- y una esperanza de vida superior a los 90 años, se añade una emancipación del hogar cada vez más perezosa. Ese cúmulo de circunstancias obliga a congeniar con todo tipo de edades, intereses, necesidades e inquietudes. Y en tiempo de coronavirus todo lo anterior se ha magnificado y recalentado en los metros cuadrados del hogar.

El ejemplo más clamoroso se produjo en la hora del paseo al inicio de la desescalada durante la 'Fase 0' y 'Fase 1'. Los más pequeños de la casa podían esparcirse entre las 12:00 y las 19:00 horas, mientras que los abuelos lo hacía en las horas inmediatamente anteriores y posteriores, respectivamente (de 10:00 a 12:00 y de 19:00 a 20:00 horas). Por su parte, los mayores de 14 años tenían de tiempo entre las 6:00 y las 10:00 y entre las 20:00 y las 23:00 para salir a la calle y tomar aire antes de volver a casa.

"El confinamiento ha magnificado y recalentado las tensiones familiares en hogares sin apenas válvulas de escape"

Por otra parte, el permiso para visitar a los padres ancianos en residencias también exige precauciones extraordinarias, que también se aplican en el momento de acompañar en el paseo, realizar la compra o atender las necesidades propias de las edades avanzadas.

A los cuidados habituales de los más mayores de cualquier momento del año se añade la excepcionalidad del confinamiento. En el caso de los ancianos que viven en sus propias casas, procede realizar la compra y proporcionar compañía a distancia, con el videoteléfono como aliado. "Especialmente delicada es el respeto de la distancia interpersonal de los nietos respecto a los abuelos, con las tensiones logísticas y el estado permanente de alerta para las familias que eso supone", explica Pilar, madrileña de 45 años, con madre e hijas gemelas bajo su cuidado. A todo lo anterior se añade la incertidumbre económica y laboral del momento. Por ese motivo, pensar el futuro no parece buena idea dada la ausencia de certezas en el coro y medio plazo. Tampoco hay se puede desdeñar el temor de los padres y madres de familia a caer en la enfermedad ante el menor picor de garganta, tos o síntomas propios de las alergias.

"Viene a ser como el malabarista que mantiene muchos platos girando sin que ninguno se caiga", explica Pilar. "Por un lado se combate la soledad de los mayores a distancia y se brega con la presencia permanente de los pequeños. El colegio y el instituto instalado en el salón familiar, compartido con la oficina de cada miembro de la pareja y con el programa de televisión favorito de los ancianos... todo ello añade presión en un hogar con escasas válvulas de escape. Y por no hablar de los gastos".

La tecnología también merecerá un párrafo aparte cuando se estudie el impacto social del coronavirus. Mientras que los jóvenes conviven con un pantalla siempre en la palma de la mano, los más mayores no disimulan su adversión por todo aquello que encierra ceros y unos. A pesar de sus históricos resquemores tecnológicos, los abuelos y abuelas han aprendido sobre la marcha a manejarse en Zoom y en FaceTime como nunca hubieran imaginado, así como a convivir con asistentes virtuales que hasta el momento parecían de adorno.

La primera semana de colegios cerrados provocó un incremento del 200% de la actividad online, con jornadas de 8 o 9 horas diarias, según estimaciones de Qustodio, aplicación que monitoriza la actividad de los menores con el móvil es Internet.

Según un estudio Empantallados y GAD3, el 56% de los padres y madres han teletrabajado durante el confinamiento. De estos, ocho de cada diez consideran positiva la experiencia, y afirman que les ha facilitado su rol como padres.

Los psicólogos que ya advirtieron la existencia de estrés crónico de millones de personas en situación de sándwich intergeneracional se añaden la tensión propia del coronavirus. "Incremento de peso, dificultades de sueño y caída de las defensas ante enfermedad", son algunas de la consecuencias apuntadas por la publicación estadounidense especializada Everyday Health. A lo anterior se añade "malestar por el aspecto físico", el disgusto por no disponer de tiempo para conversar con amigos y problemas de índole económico para responder as necesidades de pequeños y menores.

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