
Difícilmente habrá un censo, pero si existiera, este 2 de mayo pasaría a la historia como la jornada en la que mayor porcentaje de habitantes practicaron deporte en un país. Por la misma regla del "quien pesca un pez, pescador es', los que mañana salgan a correr pueden considerarse corredores, aunque no lo hayan hecho desde sus tiempos mozos. De forma oficiosa, este sábado entronará a España como líder mundial en deportistas ocasionales por cada cien habitantes. Ni Kenia podría igualarlo. Millones de españoles saldrán a correr, a trotar o a pasear. Se calzarán las zapatillas y pisarán las calles y parques con el único objetivo de moverse, sin un motivo o un recado de por medio. Para correr sin cansarse basta con encontrar el ritmo más cómodo, reducir la velocidad, la intensidad y la distancia hasta el límite que sea necesario, pero siempre en movimiento.
Correr es salud. O debería serlo. La primera lección se reduce a esas tres palabras. Todo lo que cuestione esa frase debería estar prohibido. Sería bueno hacerse un chequeo médico, pero a falta de esas pruebas basta con aplicar el sentido común. Escuchar al cuerpo viene a ser lo mismo. "Si duele, algo falla", dicen los que saben. "El cuerpo humano es una máquina prodigiosa que lanza avisos antes de hacerse daño". La fuerza de voluntad también se muscula, como las piernas, el corazón y el alma, sin que se convierta en una penitencia.
No mata la bala, sino su velocidad. El consejo sirve para correr, montar en bici y también para la mayoría de las disciplinas deportivas y ámbitos de la vida. Tienen razón los que se manifiestan incapaces de correr ni cien metros porque se agotan al esprintar para coger el autobús. Es verdad. Pero esa actividad no es correr. El primer paso de cualquier carrera es idéntico al de caminar. Un pie hacia adelante y luego el otro, y así sucesivamente hasta convertirse en Forrest Gump. Propinarse un acelerón nada más empezar es garantía de fracaso. Se disparan las pulsaciones, se agarrotan los músculos, se encogen los pulmones y el cuerpo manda órdenes imperiosas al cerebro para detenerse lo antes posible. Los que lleven mucho tiempo sin correr, que empiecen por caminar. Es el ejercicio más natural que existe. Y eso, necesariamente, tiene que ser bueno. Poco a poco. Por ejemplo, diez minutos de zancada rápida y uno de carrera suave, muy suave. Si esto último ha resultado agotador, es que se ha ido más rápido de la cuenta. Así es fácil regularse. Sin darse palizas, por favor, porque terminar excesivamente cansado no debe ser el rasero.
Convierta un problema en una oportunidad. Lo pregonan los expertos en management y el mantra es una excelente forma de afrontar cualquier adversidad. La tregua puntual en el confinamiento de los españoles, a través del permiso extraordinario para practicar deporte individual una vez al día, podría ser el principio de una hermosa relación con el deporte. Quién nos iba a decir que esto del coronavirus podría ser la excusa insospechada para iniciar una vida algo más saludable. Las virtudes físicas y, especialmente emocionales, de la carrera continua convencen a decenas de millones de personas en el mundo para ejercitarse de forma moderada y sostenida. No hace falta prepararse un maratón ni imitar a Usain Bolt. Precisamente conviene hacer justo lo contrario. Poco poco.
Tienen razón los que se manifiestan incapaces de correr ni cien metros porque se agotan al esprintar para coger el autobús
Para llegar lejos hay que ir despacio. Las prisas son pésimas consejeras cuando no se trata de competir. Poco a poco, con cierto método (existen miles de planes de entrenamiento para todos los niveles y distancias en Internet) y de forma sensata. Una alimentación equilibrada y una correcta hidratación suman a la causa. Abandone los desafíos y los retos. Quítese presión. Las medallas olímpicas y los podios son para otros. Nada de misticismos ni promesas, porque esto no va de peregrinar descalzo. Respete las distancias y olvídese de correr cada día un poco más que el anterior. Conviene avanzar como en dientes de sierra, con incrementos porcentuales en tiempo o kilómetros nunca superiores al 10%. Conjugue los verbos correr y caminar como si fueran lo mismo.
Que fluya la serotonina. Nos acompaña y es una fuente frecuente de felicidad. El neurotransmisor, conocido como la hormona feliz, entra en acción durante la carrera. Y después da el relevo a las endorfinas. Esta última sustancia la segrega el encéfalo, y se cocina en la médula espinal a modo de sedante. Es conocido que se libera en cantidades generosas al practicar ejercicio, entre otras muchas actividades. En ese prodigio neurológico participa el cuerpo y la mente. Se conecta con la naturaleza y con uno mismo. Pruebe a trotar despacito en soledad, en un entorno agradable, relajado. Y añada a lo anterior el canturreo, para sus adentros, de alguna canción que sugiera buenos recuerdos. Disfrute del momento.
Y además, es gratis. Como las mejores cosas de la vida, correr es gratis. No hace falta la equipación más puntera, ni el reloj con GPS ni las zapatillas voladoras de Eliud Kipchoge. Basta con que sean las adecuadas. Sirve cualquier momento y lugar. No hace falta compañía, equipo ni rival. Al saco de ventajas se puede añadir una última: permite consultar las decisiones más trascendentes no solo con la almohada sino también con las zapatillas.