
Las conservas de pescado son económicas, fáciles de almacenar y rápidas de preparar. Además, mantienen las propiedades nutricionales de este alimento y, a veces, incluso las mejoran.
Las conservas de pescado son un alimento que lo tiene todo para ocupar un lugar preferente en nuestra despensa a modo de "comodín" culinario, ya sea por precio, por calidad o por sus infinitas posibilidades de preparación.
Y aún hay más, las conservas de pescado, bien en tarro o en lata, ocupan poco espacio en la despensa y duran mucho, mucho tiempo. Eso en lo que a aspectos prácticos se refiere, si hablamos de sus propiedades nutricionales o de su sabor, en ambos apartados aprueban con muy buena nota.
Un básico en la cocina
Como destacan en la conservera vizcaína Olasagasti, dedicada a la elaboración de conservas artesanales, el pescado en conserva gusta a todos, es un básico en nuestra cocina para ensaladas, picoteos o bocadillos y es sumamente fácil de preparar: basta con abrir una lata, volcarla en el plato y añadir unas rodajas de cebolla o de tomate aliñado acompañándolo de pan. Ni siquiera hace falta calentar agua o usar el microondas. Su dificultad de preparación es nula.
Las conservas de pescado son un alimento sano que, como recuerdan en Conservas Olasagasti, forma parte de la dieta mediterránea, y cuyo aporte energético por sí mismo es equilibrado, lo que permite su consumo varias veces a la semana.
Es, por tanto, una forma fácil y cómoda de ingerir un alimento que tal vez desecharíamos si tuviéramos que cocinarlo. Además, las conservas de pescado mantienen intactos sus valores nutricionales.
Otro aspecto a favor de este tipo de alimento, subrayan en esta conservera, es que se trata de un producto local o de kilómetro cero, ya que todo el pescado (anchoa, bonito, atún o caballa) suele proceder de las aguas españolas.
Combaten el desperdicio
Las conservas de pescado son también una inmejorable forma de luchar contra el desperdicio alimentario, ya que sus pequeños formatos evitan que se tire parte del producto. Asimismo, subrayan en Conservas Olasagasti, su lejana fecha de consumo preferente permite comprarlas tranquilamente en grandes cantidades sin miedo a que el producto caduque, siempre y cuando se conserven en un lugar fresco y en condiciones adecuadas, lo que prácticamente es posible en cualquier hogar.
En cuanto a sus aspectos nutricionales, las conservas de pescado, sobre todo si es azul, sobresalen por su elevado aporte de ácidos grasos insaturados, ya que constituyen la principal fuente natural de Omega-3. También destacan por su elevado contenido en vitaminas B y D.
Esta última, refieren en la conservera vizcaína, es sumamente importante, toda vez que hay pocos alimentos ricos en vitamina D, la cual es fundamental para la absorción y del calcio y fosforo, así como para el mantenimiento de los huesos y dientes en condiciones normales.
Por su parte, las vitaminas B3, B6 y B12 contribuyen al disminuir la fatiga, a la formación normal de glóbulos rojos, o al correcto funcionamiento del sistema inmunitario. En el caso de las conservas en aceite, la vitamina E promueve la protección de las células frente al daño oxidativo.
Las conservas de pescado también suministran minerales como el hierro, el zinc y el yodo. El hierro favorece la función cognitiva y un metabolismo energético normal y disminuye el cansancio y la fatiga, mientras que el zinc influye favorablemente en la fertilidad y la reproducción, y ayuda a mantener en buen estado la piel, las uñas, el cabello y los huesos. El yodo, por su lado, facilita la producción de hormonas tiroideas, así como al adecuado funcionamiento del sistema nervioso.
Evitan el anisakis
Desde la cadena BM Supermercados subrayan que las conservas de pescado, a las que se puede recurrir en cualquier época del año, son una buena forma -al igual que ocurre con el pescado congelado- de evitar la temida infección por el parásito anisakis.
Esta compañía de distribución explica, por boca de la doctora Marta Aguirre, especialista en nutrición, que las conservas de pescado pueden ser saludables siempre que se tengan en cuenta algunos consejos para su consumo y sepamos cuáles son los cambios nutricionales que se pueden dar.
En primer lugar, refieren que normalmente los minerales que contiene una lata de conserva son los propios de cada pescado y no se pierden. Incluso a veces se gana, ya que las sardinas en lata triplican su contenido en calcio. Las proteínas de pescado también se mantienen en las conservas.
Parte de las vitaminas del grupo B del pescado suelen perderse cuando se lavan antes de su preparación, algo que no sucede en el caso de las conservas, ya que las latas metálicas o acero laminado lo protegen de la luz y la oxidación. En lo tocante a las vitaminas liposolubles, como la A y la D, estas no se ven alteradas cuando se consume pescado en conserva.
En Supermercados BM recomiendan optar por las conservas de pescado al natural, puesto que el aceite de cobertura empleado hace que las grasas y el aporte calórico sean mayores con respecto al pescado fresco.
En el caso de escoger una conserva en aceite, mejor que sea aceite de oliva, así la combinación de ácido oleico y los aceites grasos Omega-3 del pescado nos protegerán cardiovascularmente. Por el contrario, se recomienda no abusar de los escabeches porque producen una desnaturalización parcial de las proteínas.
Un aspecto a tener en cuenta es que las conservas de pescado, como todos los alimentos enlatados, son ricos en sodio y sal, razón por la cual los hipertensos no deben abusar de ellas. No obstante, el mercado ya ofrece alternativas de conservas bajas en sodio o reducidas en sal.
Napoleón como impulsor
Conservera de Tarifa, empresa gaditana de pescado en conserva, relata que en las guerras napoleónicas la falta de vitaminas diezmaba al ejército francés, por lo que Napoleón Bonaparte convocó un concurso dotado con 12.000 francos a quien solucionara este problema. Fue Nicolás Appert, confitero parisino, quien lo resolvió con su sistema de conservación de alimentos en vacío.
El invento consistía en un tarro de cristal cerrado herméticamente y hervido que preservaba todo el sabor del alimento al tiempo que mataba los microorganismos. Poco después, en 1814, Philippe de Girard y Peter Durand sustituyeron los tarros de cristal por recipientes de hojalata. Este es el origen de las latas de conserva.