
Los anticoagulantes son unos de los medicamentos más consumidos. Forman parte del pastillero de al menos un millón de españoles. Los anticoagulantes `modernos` llegaron prometiendo jubilar al Sintrom. Sin embargo, a día de hoy siguen yendo de la mano de unas limitaciones de prescripción, que las autoridades sanitarias, entre ellas el Ministerio de Sanidad, parecen no pretender sacarlas del cajón.
Un anticoagulante se describe como un medicamento que impide que la sangre se coagule. Se utilizan para tratar una serie de patologías o condiciones. Cuatro de cada cinco pacientes que toman este tipo de terapias es para la fibrilación auricular. Además, se utiliza para la prevención del ictus - el corazón se contrae de manera irregular y forma pequeños coágulos de sangre. En una de las contracciones, esta masa empieza a circular por el cuerpo humano y puede alojarse en la arteria del cerebro -. Cabe destacar que esta patología es más común en las personas de entre 70 y 75 años.
También se usan en pacientes que tienen una prótesis mecánica cardíaca con el objetivo de evitar la formación de coágulos y trombos, y así permitir que el mecanismo siga funcionando. Paralelamente, se utilizan para la enfermedad tromboembólica. "Hay que anticoagularlos después de que hayan sufrido este evento. Algunos pacientes se quedarán en esta situación para toda la vida y otros durante un tiempo", afirma la miembro de la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia y Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia, Olga Gavín Sebastián. Cabe subrayar que estas patologías son más frecuentes en personas jóvenes. Asimismo, se emplean para el síndrome antifosfolipídico.
El Sintrom lleva 70 años salvando vidas humanas – actúa de forma indirecta bloqueando la vitamina K que necesitan los factores de coagulación para ser efectivo -, aunque nunca se ha alejado de la polémica. Y es que, es un fármaco potencialmente peligroso para el paciente por el riesgo de hemorragias sino se lleva a cabo un buen control y seguimiento para ir ajustando la dosis. "Las personas que tomamos Sintrom estamos mal controlados. A consecuencia de esto, en España se producen al año entre 14.000 y 15.000 fallecimientos. También se producen 4.000 derrames cerebrales anuales", explica el presidente de la Federación Española de Asociaciones de Anticoagulados y de la Asociación Cordobesa de Pacientes Anticoagulados, Rafael Martínez.
Otra de las limitaciones que posee este fármaco es que interacciona con muchos terapias y con la comida. Cabe subrayar que el Sintrom tiene una pauta diaria. "Las personas mayores tenemos una infinidad de enfermedades y tomamos muchos medicamentos a la vez. En mi caso, la mitad de las pastillas que tomaba interferían con este anticoagulante", dice Rafael Martínez.
El panorama de la anticoagulación cambió mucho y surgieron fármacos que vinieron a mejorar las limitaciones del Sintrom. Paso de ser el único marinero del barco a tener que compartirlo con los anticoagulantes orales directos, también conocidos como ACOD. Estos boquean una diana terapéutica, evitan los efectos secundarios del Sintrom y cortan el cordón umbilical que une al paciente con el hospital, es decir, la monitorización continua.
Cuando los anticoagulantes orales directos entraron en escena, el Ministerio de Sanidad decidió que irían acompañados de un visado. Más de diez años después, a pesar de su evidencia científica sobre su seguridad y eficacia, todavía no se han financiado de manera suficientemente amplia y siguen presentando limitaciones y dificultades en su uso.
Si se analiza por patologías, los ACOD están financiados e indicados para la fibrilación auricular, aunque va acompañado de un visado – cada comunidad autónoma tiene un propio - , por lo que en algunas autonomías el paciente primero tiene que pasar por el Sintrom entre tres y seis meses. "La diversidad en el territorio español es horrorosa y a día de hoy sigue sin corregirse", exclama Gavín Sebastián. Asimismo, pueden utilizarse para los ictus derivados por una fibrilación auricular.
Para la enfermedad tromboembólica, este tipo de anticoagulantes están indicados, pero no financiados. "El paciente tiene que pagar el precio integro del medicamento, concretamente 80 euros", afirma Gavín. En la otra cara de la moneda, no están indicados para las prótesis mecánicas ni para el síndrome antifosfolipídico en el Informe de Posicionamiento Terapéutico, por lo que se sigue utilizando el Sintrom.
Hay casos en los que los profesionales sanitarios utilizan heparina para anticoagular a las personas. Un ejemplo son los pacientes con cáncer debido a las interacciones de los anticoagulantes que actúan sobre la vitamina K, por ejemplo el Sintrom, con la medicación que tienen que tomar. También se emplea cuando todavía no ha dado tiempo a que hagan efecto el resto de anticoagulantes.
Ni los profesionales sanitarios ni los pacientes entienden por qué todavía no se han hecho modificaciones en cuanto a los anticoagulantes se refiere. "Es una cosa que nadie entiende porque si comparamos el tratamiento de una trombosis profunda se empieza inicialmente con la heparina y una caja al mes puede valer casi 300 euros, mientras que si se empezasen directamente con los orales valdría 80 euros", explica Gavín Sebastián.
La penetración de los anticoagulantes orales directos en España se encuentra en alrededor del 50%, mientras que los países de Europea están en casi el 80%. De hecho, Alemania, Irlanda, Francia, Bélgica, Suecia, Noruega, Grecia o Portugal la superan, incluso. "Estamos a la cola del continente", afirma Olga Gavín. Es más, si España presentase las tasas europeas se podrían evitar 2.014 ictus y 3.456 hemorragias mayores al año, según el estudio español Fantasiia, realizado por la Agencia de Investigación de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). También se ahorrarían 167 millones de euros.
Si se realiza una radiografía de la impregnación de los anticoagulantes "modernos" versus el Sintrom en las diversas comunidades autónomas, Cantabria es la que más ha avanzado en esta tarea, con un 75,18%. Le siguen Aragón y Castilla y León con un 70,36 y 68,66% respectivamente.
Las sociedades científicas y las asociaciones de pacientes reclaman la eliminación de los visados que siguen poseyendo los anticoagulantes y que se incluyan el resto de indicaciones. A pesar de los esfuerzos, el presidente de la Federación Española de Asociaciones de Anticoagulados piensa que todavía tardará en llegar ese día. "Los médicos tenemos la formación suficiente y la responsabilidad para prescribir la mejor opción terapéutica, pero actualmente no nos dejan ejercer esta capacidad. No puedo darle al paciente lo que quiero, sino lo que me obligan. Teniendo algo mejor, ¿por qué no se lo puedo dar?", añade Gavín Sebastián.