La salud mental es la cara invisible de la sanidad. Alrededor del 5,4% de la población española presenta algún tipo de cuadro depresivo, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Solo la mitad de los pacientes que la padecen se diagnostican en la Atención Primaria debido a la complejidad del proceso depresivo o la falta de tiempo en los ambulatorios ya que el tiempo medio por consulta es de siete minutos.
La Sociedad Española de Psiquiatría indica que la depresión es la enfermedad mental más prevalente en España. Se caracteriza por un estado de ánimo bajo y sentimientos de tristeza, asociados a alteraciones del comportamiento. "Puede causar ansiedad, insomnio, pérdida del apetito y falta de interés o placer por realizar diferentes actividades, así como afectar a las actividades laborales, escolares y familiares", según Cinfa.
Alrededor de 2,1 millones de españoles padecen esta patología, según el INE. Los casos en la población femenina (7,1%) duplican a los recogidos en la masculina (3,5%). Además, por cada caso grave en hombres, hay 3,5 que son mujeres. Por otro lado, si se lleva a cabo una radiografía por comunidad autónoma, Castilla y León, con un 10%, y la Comunidad Valenciana, con un 9,8%, tienen la mayor prevalencia de cuadro depresivo entre los mayores de 15 años. Las cifras más bajas se encuentran en las Islas Baleares y Cantabria, además de Ceuta y Melilla.
Uno de los problemas a los que se enfrenta la salud mental es la falta de profesionales. España se encuentra a la cola junto con Bulgaria ya que solo disponen de 25 especialistas por cada 100.000 habitantes frente a otros países europeos como como Suecia que cuenta con 150 por cada 100.000 habitantes o Finlandia con 200, según el informe Mental Headway 2023. En cuanto al gasto sanitario que se dedica a la salud mental, la sanidad española apenas dedica el 5,16%. Esta cifra supone la mitad de lo que gasta Alemania, Francia o Suecia que invierten alrededor del 10%.
La Atención Primaria tiene un papel estratégico a la hora de identificar a las personas que necesitan atención especializada en salud mental. Sin embargo, debido a la sobrecarga de trabajo que acarrea el primer nivel asistencial y las largas colas de espera que tiene que esperar el paciente desde que se le diagnostica depresión hasta que consigue cita con un especialista pone en entredicho la calidad de la atención que reciben los pacientes con depresión.
Otro obstáculo que se presenta a la hora de diagnosticar la enfermedad es el tiempo medio de siete minutos que dispone el médico de familia para atender a cada paciente. Este limita las opciones de exploración de las emociones desde el punto de vista clínico, ya que este tipo de diagnóstico depende de la información que los pacientes ofrecen a los médicos durante la consulta. Según indica la farmacéutica francesa Servier, una buena relación de confianza médico paciente es clave para el diagnóstico precoz y la adherencia al tratamiento en personas que padecen un trastorno depresivo.
El diagnóstico de la depresión depende de la información que el paciente ofrece a los médicos durante la consulta. Contar con menos de diez minutos por paciente limita las posibilidades de explorar emociones desde el punto de vista clínico. En este punto, es fundamental la buena relación médico-paciente.
La prevalencia de depresión y ansiedad irá en aumento en el futuro. La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé un papel creciente para la depresión entre los problemas de salud para el conjunto de la población mundial.
Los especialistas buscan solucionar los problemas que acarrea la sanidad española en el ámbito de la salud mental. Recomiendan mejorar la detección precoz de los síntomas depresivos ya que, en numerosas ocasiones, el médico de familia conoce la historia biográfica personal y el contexto social y familiar del paciente. Además, buscan afinar el conocimiento de los criterios diagnósticos y del tratamiento farmacológico de la depresión.
En cuanto a las investigaciones científicas en el ámbito terapéutico de la depresión, apuntan hacia cuatro líneas principales. En primer lugar, el desarrollo de fármacos antidepresivos sin efectos secundarios, la búsqueda de agonistas directos, estimulación cerebral profunda en aquellos casos de depresión donde no ha funcionado ningún otro tratamiento, y las técnicas psicoterapeutas en grupo que reducen el riesgo de recaídas.