
Cuando Apple y Nike lanzaron conjuntamente Nike+iPod Sport Kit en 2006 -una zapatilla con sensores que enviaban información a un iPod Nano- pocos podían imaginar el fulgurante futuro de los seguidores de actividad (activity trackers). La creación. La combinación de podómetros, acelerómetros, altímetros impulsó de forma determinante el desarrollo de los llamados wearables, la tecnología ponible.
Según International Data Corporation (IDC), el mercado mundial de estos dispositivos creció un 31,4% en el cuarto trimestre de 2018, alcanzando la cifra récord de 59,3 millones de unidades. Las ventas totales en el año fueron de 172,2 millones -un 27,5% más que en 2017-, fruto según IDC del despegue de los dispositivos que se llevan en el oído.
Dentro de estos wearables, las categorías más destacadas, con cerca del 30% del mercado cada una, son los relojes y las pulseras inteligentes. Ambas categorías equipan todo lo necesario para realizar un seguimiento básico de la actividad física del usuario, lo que ha contribuido a su popularidad. Pero ¿de verdad ayudan a estar más sano?
Estos aparatos pueden, por ejemplo, alertar de variaciones en las pulsaciones y alertar a su portador y, en su caso, a los servicios sanitarios, para prevenir arritmias o evitar que estas provoquen un fallo cardíaco o un infarto. En este sentido, su aplicación al ámbito sanitario abre oportunidades notables.
Correr es gratis
Además, hay indicios de que los wearables pueden desempeñar un papel relevante en la mejora de la salud. La firma de investigación Rand llevó a cabo un experimento interesante con 400.000 clientes de Vitality Group. En 2015, esta aseguradora comenzó a regalar relojes inteligentes de Apple a sus clientes, que podían pagarlos a base de ejercicio físico. Tres años después, Rand indica que los resultados son positivos: se incrementó un 34% la actividad física de los clientes -algo así como cinco días extra de ejercicio al mes-.
Un estudio de 2017 a cargo de la firma de servicios profesionales PwC -que sondeaba a más de 24.000 personas en 29 países- reflejaba ya el interés de los consumidores por emplear estos dispositivos para mejorar su estado de forma, desde evaluar el ejercicio diario a vigilar el pulso o el peso. Este interés es mayor en países emergentes que en mercados desarrollados. La información recopilada por estos dispositivos, una vez analizada, tiene así un atractivo evidente para contribuir a mejorar el bienestar de la sociedad.
No obstante, es necesario concentrar esfuerzos para obtener mejores resultados. Los usuarios a veces necesitan recomendaciones de los expertos y sistemas públicos. Por ejemplo, según PwC hay más de 165.000 aplicaciones de salud para móviles -el 40% de las cuales no alcanza las 5.000 descargas-.
La industria ha dado pasos sustanciales para capitalizar este nuevo ecosistema digital. Según una encuesta de PwC realizada en 2018 entre directivos del sector salud, en Europa un 85% de organizaciones emplean ya apps para comunicarse con pacientes durante ensayos clínicos, y un 74% recurre a medios sociales para identificar pacientes potenciales.
En Estados Unidos, el 70% de los pacientes se muestran inclinados o muy dispuestos a participar, pero pocos lo hacen hoy en día. No en vano, la incapacidad de encontrar y retener pacientes son dos de los principales obstáculos que aducen los profesionales del sector. Subsanar este desequilibrio mejoraría la eficiencia de la industria farmacéutica.
Todos estos avances conforman lo que se ha dado en llamar e-health, salud conectada o m-health, que engloba, según la Asociación de Investigadores de eSalud (AIES), las aplicaciones móviles, la telemedicina, el big data, los sistemas de apoyo a la decisión clínica, el internet de las cosas, los videojuegos de salud y, por supuesto, los dispositivos ponibles.
La rápida integración de muchas de estas tecnologías, de acuerdo con MarketWatch, hace posible diagnosticar, monitorizar y tratar dolencias y enfermedades de formas novedosas. Según esta compañía de investigación, el mercado de los dispositivos de salud está llamado a crecer debido a la mayor incidencia de enfermedades relacionadas con el estilo de vida, como la diabetes, que requieren vigilancia constante. Vale la pena recordar que un 8,5% de la población adulta mundial padece esta enfermedad; en España, afecta a unos 6 millones de personas.
Además de los ya apuntados, Randstad señala dos beneficios de la salud electrónica de amplio alcance. Uno es la creación de puestos de trabajo. La firma de recursos humanos alude a que en 2014 la Comisión Europea y 180 empresas y organizaciones de investigación pusieron en marcha el programa civil más grande del mundo en innovación e investigación robótica. Por añadidura, el e-health amplía el radio de acción de los sistemas públicos de salud, "sobre todo a enfermos en riesgo de exclusión".
Cómo dar el salto
Sin embargo, aún queda mucho por hacer para exprimir todo el potencial de la salud conectada. La compañía de soluciones de infraestructuras Jabil, conjuntamente con la empresa de análisis Dimensional Research, ha consultado a más de 200 personas claves del sector salud y examinado qué es preciso hacer para consolidar esta tendencial.
Los dispositivos de salud han contribuido al auge de la conectividad y el Internet de las cosas, aunque a un ritmo menor. En parte, esto puede deberse a que los consumidores en este ámbito exigen realidades, y no simplemente ideas que suenan bien. Pero buena parte de este rezago tiene que ver con la renuencia a adoptar productos nuevos y a la preocupación sobre la privacidad de los datos. Jabil sugiere fijarse en la trayectoria de los vehículos autónomos, y centrar los esfuerzos en generar valor para todos los actores implicados.
Los wearables mantienen su atractivo entre los profesionales sondeados por Jabil; el 45% los señala como una línea de producto atractiva para desarrollar en un futuro. Llama la atención el ascenso de los dispositivos in-body, como marcapasos, señalados por un 28% de los directivos encuestados por Jabil.
Dada la variedad de ideas y soluciones tecnológicas en desarrollo, las empresas presentan proyectos con timelines muy diferentes. Jabil apunta que el corto plazo serán interesante, habida cuenta de que el 55% de los responsables preguntados afirman que tendrán listos sus productos de salud conectada dentro de los próximos tres años.
La recopilación de información es un aspecto central en estas tecnologías. La mayor parte de las empresas (51%) prevé almacenarla en la nube, pero hay disparidad de criterios. El 39% se inclina por guardarla en un equipo local; el 36%, en infraestructuras propias, y el 31% cree que la guardará el propio dispositivo.
Las dificultades más notables para la aparición de nuevos productos tienen que ver con la seguridad y la privacidad de la información, según el 51% de los directivos. Otras barreras tienen que ver con la rigidez de la legislación y la delimitación clara de la responsabilidad en caso de problemas.
El futuro de la atención sanitaria no tiene aún contornos muy claros en lo tecnológico; aunque el avance de los wearables facilite el bienestar a distancia, lo probable es que la salud siga dependiendo en primer término del trato humano, multiplicada su eficacia -eso sí- gracias a la tecnología.