Hay muchas maneras de contribuir a mejorar el bienestar de la población. El desarrollo de nuevos fármacos, los tratamientos innovadores o los avances en el examen genético copan -con buen criterio- los titulares de las secciones de ciencia o salud, e incluso a veces saltan a la primera plana. Pero el progreso de esta naturaleza suele ser fruto de muchos años de investigación y, por lo mismo, es muy costoso.
Por fortuna, tecnologías transversales como la inteligencia artificial (IA) desempeñan un papel a veces menos vistoso, pero igualmente importante cuando se trata de mejorar la atención médica. Por ejemplo, rebajando su coste: un estudio de la consultora Accenture de 2017 cifraba en 130.000 millones de euros anuales el ahorro potencial para el sistema de salud estadounidense derivado de aplicar técnicas basadas en IA.
Las herramientas de reconocimiento de lenguaje, la visión artificial -o computer vision, en inglés-, el aprendizaje automático o los programas de diagnóstico basados en inteligencia de datos plantean alternativas eficientes en la gestión de la atención sanitaria, con resultados prometedores.
A petición de Accenture, la firma de análisis Oxford Economics realizó entre julio y agosto pasado un estudio en seis países para evaluar el grado de implantación de la IA en el sector sanitario. Los directivos encuestados mostraron un entusiasmo casi unánime en la adopción de esta tecnología: solo el 7% manifestó no tener proyectos de IA en la agenda.
Los beneficios varían en función del tamaño de las organizaciones. Así, según el estudio, las más grandes suelen haber implementado ya alguna solución basada en IA, obteniendo mejoras en ciberseguridad, eficiencia operativa, capacidad de análisis y ahorro de costes. Las más pequeñas tienen más dificultades para concitar las aptitudes requeridas, mientras que los problemas de las mayores tienen que ver con privacidad o legislación.
Según el estudio, España es uno de los países donde un mayor número de directivos dice estar enfocado en proyectos de IA -un 50%-, por delante de países como Singapur, Finlandia o Reino Unido. No obstante, es probable que iniciativas en este sentido se pongan en marcha más rápidamente en algunos de estos países, singularmente el Reino Unido y Singapur. En cualquier caso, el 27% de los responsables sondeados por Accenture y Oxford Economics afirma haber aplicado ya la IA en al menos un área de su organización.
Sin ciencia ficción
Ahora bien, la forma que la IA toma en estos enfoques está aún alejada de una concepción futurista de robots doctores. A menudo, la introducción de técnicas basadas en IA en labores en apariencia mundanas puede lograr un gran efecto. Por ejemplo, le ha permitido al Gobierno de los Estados Unidos procesar los miles de comentarios de los ciudadanos sobre propuestas de regulación sanitarias. El incremento global en la población anciana ha propiciado el lanzamiento (en esta caso en Reino Unido) de un sistema piloto de monitorización remota con IA, con resultados positivos hasta la fecha.
Pero en su mayor parte los beneficios observados se traducen en una mayor eficiencia en la gestión, en parte porque los pacientes potenciales se muestran aún escépticos hacia avances más futuristas. Por ejemplo -de acuerdo con un informe de 2018 del PwC Health Research Institute-, solo la aplicación de la IA para vigilar la diabetes concita un entusiasmo mayoritario de los consumidores.
Asuntos como la sustitución del médico por un robot (22% de apoyos) o la recomendación de tratamientos para el cáncer basados en resultados y preferencias (un 15%) quedan todavía lejos de materializarse en la atención médica cotidiana.
El estudio de Accenture muestra un grado algo mayor de disposición por parte del paciente; un 47% de los encuestados utilizarían un doctor virtual asistido por IA en razón de su disponibilidad permanente, aunque el 29% afirman que les gusta ir a ver a su médico y que no entienden muy bien aún cómo funciona la IA.
El informe comisionado por Accenture refuerza esta percepción, ya que pone de manifiesto que las mejoras reportadas ya por los responsables de las organizaciones tienen que ver con asuntos prácticos, como la ciberseguridad, la eficiencia operativa, la refinación del análisis y la reducción de costes (con iguales o mejores resultados).
En todo caso, el éxito de la implantación de esta tecnología reside principalmente en tres factores: una cualificación adecuada por parte del personal médico; una legislación clara, y un grado de madurez aceptable en el desarrollo de la IA.
Las aplicaciones con mayores visos de prosperar en el corto plazo tienen que ver con la potencia de análisis de datos y extraer recomendaciones o sugerencias. Ya se trate de una analítica de sangre o del genoma del paciente, la IA tiene un camino cierto en la lectura automatizada de esta información y su combinación con el examen, presencial o no, de un un humano. La IA sería una especie de copiloto.
Un aliado del hombre
En esta línea, las predicciones de Deloitte para el sector salud en 2019 recalcan la labor subsidiaria de la IA con respecto a los profesionales médicos, y hace hincapié en la mejora de la eficiencia y la precisión que aporta a determinadas tareas.
Así, la firma de servicios profesionales señala que la IA puede cooperar en las labores de diagnóstico y detectar con mayor antelación brotes de enfermedades; acelerar el desarrollo de fármacos y dispositivos, y aligerar procedimientos administrativos como las derivaciones a otros médicos. Deloitte cuenta con un servicio propio, DeloitteASSIST: un sistema de comunicación activado por voz que, mediante IA, permite a los pacientes lanzar sus peticiones. Estas llegan al personal de enfermería, pero es la IA la que las organiza en función de la prioridad y las traslada al personal correspondiente.
Deloitte recalca que estas ventajas tienen el objetivo de habilitar a los trabajadores y no de desplazarlos, de manera que puedan dedicarse a cometidos de cara al paciente de mayor valor añadido. Cita ejemplos prácticos, como que los robots podrían mejorar la preparación de medicamentos, descontaminar y esterilizar equipamiento médico, y liberar horas para que los enfermeros visiten con más asiduidad a las personas que tienen a su cuidado.
El ámbito de aplicación de la IA trasciende lo meramente hospitalario. Así, vehículos autónomos -que dependen también de la IA- podrían en el futuro trasladar a los pacientes a la consulta, facilitando un tratamiento más regular. Deloitte imagina incluso que los drones podrán recoger del suelo los medicamentos que se le hubieran caído a una persona mayor.
Cirujanos no humanos
Aunque la robótica quirúrgica está en una fase de desarrollo -y muchos proyectos quizá no justifiquen el coste de su desarrollo-, es cierto que ya hay casos de éxito. Según la Robotics Business Review, en 2018 se emplearon más de 5.000 robots en el quirófano para realizar o asistir en más de un millón de operaciones. Estas intervenciones fueron en el ámbito de la ortopedia, la urología, cirujía general, oncología, ginecología, otorrinolaringología e implantes capilares, por citar algunas. De nuevo, en la inmensa mayoría de los casos, los robots fueron ayudantes del hombre.
La primera operación automatizada: una arritmia
Como afirma el oncólogo y experto en cirugía robótica David B. Samadi, la primera intervención quirúrgicaca asistida por un robot data de 1985: el PUMA 560, un brazo robótico, se empleó para realizar una biopsia no laparoscópica delicada. El sistema Da Vinci se convirtió en 2000 en el primero en recibir la autorización de la FDA, la Administración estadounidense de Alimentos y Medicamentos. Hubo que esperar, no obstante, hasta 2006 para encontrar la primera cirugía realizada sin asistencia por un robot con IA.
El robocirujano del doctor Carlo Pappone intervino a un joven italiano de 34 años para corregirle una fibricación auricular -la arritmia cardiaca más frecuente-. La máquina tenía a su alcance una base de datos con información sobre más de 10.000 operaciones similares, de manera que no le sobraba preparación... En su momento, se consideró que su desempeño había sido mejor que el de un cirujano con mayor cualificación que la media.
