
La competitividad tiene múltiples derivadas, y la salud en el lugar de trabajo es una de ellas. Además de la necesidad de honrar los principios del Convenio 155 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) -en vigor desde 1983-, adoptar buenas prácticas en materia de seguridad y salud laboral (SSL) puede elevar la competitividad y la sostenibilidad de las empresas.
De acuerdo con cifras de la agencia especializada de la Unión Europea, EU-OSHA, las lesiones y enfermedades ocasionadas en el trabajo representan la pérdida del 3,9% del conjunto global de años de trabajo y el 3,3% de los de la Unión Europea (UE); el coste estimado es de, respectivamente, 2,68 billones y 476.000 millones de euros.
De la misma manera, cada euro invertido en seguridad y salud laboral genera un retorno de 2,2 euros, por no hablar de los réditos en productividad y reputación corporativa. El beneficiado, en todo caso, no es solo el sector privado, sino la sociedad y la economía en su conjunto.
Según datos de Eurostat, para los 28 países que forman la Unión Europea, la tendencia en los últimos años parece positiva. En 2013, la proporción de personas que informaron de algún problema de salud relacionado con el trabajo fue del 7,9%, comparado con un 12,8% de 2007.
Aunque las diferencias no tienen por qué deberse solo o en parte a distintas condiciones de trabajo -influyen también la prevención, la concienciación, el tratamiento, etc.-, los países con menor incidencia de estos problemas (según los datos de 2013) fueron Rumanía e Irlanda, con menos de un 2%. Suecia y Finlandia encabezan el registro, con más de un 20%, mientras que Francia está en un punto intermedio (algo más del 10%).
Sin embargo, la proporción de trabajadores que se ha ausentado del trabajo como consecuencia de problemas de salud relacionados con su profesión era en 2013 mucho mayor que en 2007. Es decir, el número de personas aquejadas de algún problema bajó, pero no así el de personas que tuvieron que ausentarse como consecuencia de ellos. hace con el 37%.
La dureza del campo
La mayor incidencia de problemas de salud relacionados con el trabajo se da, en la UE de los Veintiocho, en los sectores agrícola, forestal y pesquero (un 9,8%). Le sigue la construcción, con un 8,5% y, en último término, el comercio; los servicios de alojamiento y alimentarios, y el sector de comunicaciones e información (7%).
En España, los datos más recientes los encontramos en la Encuesta nacional de condiciones de trabajo 2015 (EWCS), que señala que la exposición a riesgos físicos y ambientales "no mejora". Los más señalados por los trabajadores, a los que estarían expuestos una cuarta parte del tiempo, son las altas y bajas temperaturas (36% y 25%, respectivamente) y el ruido elevado que obliga a alzar la voz (28%).
Mientras que desde 2010 ha mejorado la exposición a estos problemas, se ha incrementado en muchos otros casos, como las altas temperaturas, la manipulación de productos o sustancias químicas, la manipulación de materiales infecciosos o respirar vapores como disolventes.
El informe destaca la creciente incidencia de riegos ergonómicos: el 69% de los trabajadores manifiesta estar expuesto a movimientos repetitivos de manos o brazos durante al menos una cuarta parte de la jornada laboral. Las posiciones dolorosas o fatigosas afectan al 54%, mientras que el transporte de cargas pesadas lo hace con el 37%.
Velocidad excesiva
Otro de los riesgos destacados por la Encuesta es el estrés: un tercio de los ocupados manifiesta que tiene que trabajar "siempre o casi siempre a gran velocidad", y el 35% debe cumplir plazos "muy ajustados". Quienes deben hacer frente a estas dos exigencias son el 26% del total.
Por otra parte, hay una mayor preocupación por los efectos del trabajo en la salud. El 37% de los trabajadores españoles estima que su profesión perjudica su salud -en los últimos años se ha elevado el porcentaje en 10 puntos-. Son los hombres, los mayores, los trabajadores de la construcción y de la sanidad los que presentan una percepción más negativa.
Llama la atención la proporción de trabajadores aquejados de dolencias en cuello-hombro-brazo-mano (45%) y de espalda (46%). Le sigue de cerca el cansancio general (45%), la cefalea o la fatiga visual (36%) y la ansiedad (17%). El estrés laboral afecta "siempre o casi siempre" al 30% de los trabajadores, cuota que ha crecido en los últimos cinco años.
Un dato sin duda relevante para la productividad es que el 41% de los trabajadores afirma haber ido a trabajar estando enfermo en los últimos 12 meses; un porcentaje mayor al registrado en la encuesta de 2010.
Cómo mejorar
En abril de 2015 se dio a conocer la Estrategia Española de Seguridad y Salud en el Trabajo, que continuaba el plan 2007-2012 a fin de seguir avanzando en la mejora de las condiciones de trabajo y en la reducción constante y sostenida de los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales. Diseñada por el Gobierno, las comunidades autónomas (CCAA) y los interlocutores sociales, su puesta en práctica se ha vehiculado en forma de planes de acción, el último de los cuales abarca 2017 y 2018.
Las prioridades son atajar los accidentes de trabajo con baja, que, pese a haberse reducido de manera constante en los últimos años, aún suman más de medio millón cada año. Además, anualmente se producen más de 500 accidentes mortales y más de 17.000 partes notificados de enfermedades profesionales.
Así, los objetivos de la Estrategia son: promover una mejor aplicación de la legislación en materia de SSL y su consolidación en las comunidades autónomas y especialmente entre pymes; y favorecer la mejora continua de las condiciones de trabajo, con especial atención a la prevención de las enfermedades profesionales y las relacionadas con el trabajo.
Para ello, se definen cuatro objetivos más específicos. El primero de ellos es mejorar la eficiencia de las instituciones dedicadas a la prevención de riesgos laborales. El foco aquí es, por un lado, revalorizar el papel de dichas instituciones -subrayando el liderazgo de la Administración- y, por otro, impulsar la coordinación entre todas las instituciones competentes, tanto en el ámbito laboral como en el sanitario o el educativo.
El segundo objetivo busca que las Administraciones Públicas hagan más análisis, investigación, asesoramiento y vigilancia en lo que toca a la prevención de estos riesgos: informar y concienciar a las empresas y mejorar la aplicación de la normativa.
El tercero alude a la necesidad de mejorar las condiciones de seguridad y salud en los sectores y empresas de mayor riesgo, promoviendo el estudio de las enfermedades profesionales, su detección y prevención.
Por último, el documento prescribe una mejora de la salud en el trabajo, reforzando el papel de los órganos consultivos, la negociación colectiva, la cultura de la seguridad, la prevención en pymes y microempresas, y el compromiso de la dirección de la empresa en la gestión de la prevención.