
No hay duda, el desarrollo económico nos ha llevado a mejoras sustanciales en el bienestar de muchos seres humanos a nivel mundial, pero a menudo a expensas de los ecosistemas, de un medio ambiente saludable y el bienestar de los animales.
Con la población humana mundial proyectada para alcanzar los 8 mil millones en 2023 y los patrones de consumo y producción insostenibles, las presiones sobre nuestros sistemas naturales son tremendas y continuarán creciendo. Los recursos naturales de la tierra se están utilizando a un ritmo más rápido de lo que pueden reponerse debido a prácticas insostenibles y destructivas, con una consideración insuficiente por la biodiversidad o la salud de los ecosistemas circundantes de los que dependen nuestras vidas y bienestar.
El cambio en el uso de la tierra, la producción e intensificación agrícola insostenible, la deforestación a gran escala, la perdida de la biodiversidad, entre otros impulsores, amenazan la integridad y las funciones de los ecosistemas y plantean mayores riesgos para la salud humana.
Las economías son el producto de sociedades humanas sanas, las cuales, a su vez, dependen del entorno natural: la fuente original de todo, el aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos. Las presiones que ejerce el ser humano sobre el entorno, socavan estos servicios.
A problema complejo, soluciones simples. La complejidad e interconexión de los desafíos de salud que amenazan a los humanos, los animales, las plantas y el medio ambiente, donde coexisten, requieren soluciones holísticas e integradas con un enfoque que incorpore medidas de prevención sistémica que integren la salud de los seres humanos, los animales, las plantas y el medio ambiente.
Este cambio requiere adoptar un enfoque, no nuevo, de "One Health", "Una Salud", para ir más allá de respuestas aisladas que todavía son adoptados actualmente por muchos sectores. "One Health" se basa en una comprensión sistémica de las interdependencias entre la salud de los seres humanos, los animales, y el medio ambiente y cómo estas pueden manifestarse como amenazas para la salud.
Los planes globales de recuperación tras la COVID-19, y en particular los destinados a reducir el riesgo de futuras epidemias, deben ir más allá de la detección precoz y el control de los brotes de enfermedades. También deben minimizar nuestro impacto en el medio ambiente a fin de reducir el riesgo en su origen.
La pandemia es un recordatorio de la íntima y delicada relación entre las personas y el planeta. Cualquier esfuerzo por hacer nuestro mundo más seguro está condenado a fracasar a menos que aborde la interfaz crucial entre las personas y los patógenos y la amenaza existencial del cambio climático, que está haciendo que nuestro planeta sea menos habitable, a menos que un enfoque "One Health" guie de forma estratégica nuestras decisiones como sociedad.