Salud

El medicamento, la clave del bienestar en las sociedades modernas

  • La pandemia ha constatado la estrecha vinculación entre salud, economía y bienestar
  • El 73% del incremento de la esperanza de vida en los países desarrollados se debe ya al uso de nuevos fármacos
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Una de las grandes lecciones que deja la pandemia de coronavirus es la constatación de la estrecha vinculación entre salud, economía y bienestar tal como se concibe en las sociedades avanzadas. La crisis sanitaria ha provocado una crisis económica y social de profundo calado y solo la ciencia -la investigación y el medicamento que surge de ella- está consiguiendo que volvamos a la normalidad. Por tanto, la inversión en salud, en investigación de medicamentos y en nuestro sistema sanitario es clave para el futuro de la sociedad moderna.

Esta realidad que se ha evidenciado con los acontecimientos de estos dos últimos años permite consolidar la certeza de que el medicamento es uno de los bienes más valiosos que tienen las sociedades modernas. Es esencial para la salud y la calidad de vida de las personas, ya que cura enfermedades, las controla o reduce los síntomas y mejora las condiciones de vida de los pacientes. Pero los beneficios de la innovación biomédica se extienden más allá de la salud de los pacientes a los que se dirigen: los medicamentos benefician a la sociedad en su conjunto, porque potencian la eficacia y eficiencia del sistema sanitario, permiten una mayor productividad laboral y generan una importante contribución a la economía nacional.

Estas conclusiones las recoge con detalle el informe El valor del medicamento desde una perspectiva social 2021, realizado por la Fundación Weber, especialista en Economía de la Salud, con el apoyo de Farmaindustria, y que es resultado de una exhaustiva revisión de la literatura científica desde el 2018, cuando se publicó la primera edición del documento. "No hay mejor ejemplo que el coronavirus para poner de manifiesto el valor social de encontrar una cura para el causante de la mayor pandemia global de los últimos cien años, que está teniendo y tendrá un impacto económico y social sin precedentes", asegura Álvaro Hidalgo, presidente de la Fundación Weber y responsable del informe.

Más allá del coronavirus

El informe, que analiza el impacto de los medicamentos en hasta diecisiete patologías, pone de manifiesto con claridad la importancia de la innovación biomédica más allá de su efecto frente al coronavirus. El cáncer, por ejemplo, ha dejado de ser una sentencia de muerte para muchos pacientes gracias, en su mayor parte, a nuevos tratamientos, que han supuesto un 70% de la mejora en supervivencia. Las investigaciones han logrado un mayor conocimiento de la enfermedad y se ha avanzado en su diagnóstico y tratamiento, con más de 140 nuevos principios activos para tumores sólidos desarrollados en los últimos 25 años. Además de eso, ahora hay también terapias dirigidas a mutaciones específicas, así como los primeros fármacos producidos a partir de las propias células del paciente.

Otro ejemplo han sido los avances en el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares, la primera causa de muerte a nivel mundial. Los tratamientos desarrollados en las últimas décadas han reducido significativamente la incidencia de este tipo de problemas: el 47% de los fallecimientos evitados se deben al beneficio terapéutico de los tratamientos farmacológicos y quirúrgicos. Y son especialmente significativos los avances en enfermedades raras.

También en las últimas décadas se han introducido en el mercado opciones terapéuticas para graves enfermedades poco frecuentes que carecían de tratamiento específico, como la esclerosis lateral amiotrófica, la atrofia muscular espinal, la distrofia muscular de Duchenne o el angioedema hereditario, entre otras muchas. De hecho, desde el año 2000 el número de medicamentos para enfermedades raras desarrollados por la industria se ha multiplicado por 23, pasando de los apenas 8 fármacos conocidos hasta entonces a 184 nuevas esperanzas para muchos de estos pacientes. Además, entre 2006 y 2016 el número de ensayos clínicos para este tipo de patologías poco frecuentes creció en Europa un 88%, lo que ha supuesto que actualmente hasta uno de cada cuatro nuevos medicamentos aprobados por la Agencia Europea del Medicamento (EMA) sea específico para enfermedades raras.

El reflejo en la esperanza de vida

Todos estos avances para luchar contra la enfermedad y tratar de alargar la vida en las mejores condiciones de salud figuran, sin duda, entre los principales retos del ser humano desde los albores mismos de la civilización. Tras siglos de esfuerzos, aciertos y errores, la medicina ha experimentado en las últimas décadas un avance de tal calibre que ha hecho posible que hoy las personas puedan vivir más y mejor que nunca, lo que constituye uno de los grandes hitos de la historia.

La esperanza de vida al nacer es uno de los indicadores que mejor reflejan esta realidad. En España, una persona que nazca hoy tiene ante sí una esperanza de vida de 83 años, diez años más que los nacidos en 1975. Esta tendencia se mantiene, de forma similar, a escala internacional: en el conjunto de la Unión Europea la esperanza de vida al nacer ha crecido una media de tres meses al año desde 1990, lo que se traduce en que los ciudadanos europeos pueden aspirar hoy a vivir, de media, más de 80 años.

¿Cuál es la razón de este éxito colectivo de las sociedades modernas? ¿Existe un factor al que atribuir este logro, sin duda uno de los mayores conseguidos jamás por el ser humano, como es el de ganar tiempo de vida? En realidad, este avance se debe a un conjunto de factores, cuya importancia relativa ha ido variando a lo largo del tiempo. Los expertos coinciden en que, en la primera mitad del siglo XX, la clave de la mejora de la calidad y la esperanza de vida estuvo en las medidas de salud pública e higiene puestas en marcha a partir del conocimiento de la naturaleza de distintas enfermedades infecciosas, como por ejemplo la adecuada gestión de las aguas residuales o el suministro de agua limpia a la población. Después se dejaron notar actuaciones como la mejora en el nivel educativo de la población, el progreso de las condiciones socioeconómicas y la promoción de estilos de vida cada vez más saludables.

Sin embargo, en las últimas décadas las claves del progreso han residido básicamente en el avance imparable de la ciencia médica y la innovación farmacéutica, que han permitido progresos antes impensables en el abordaje de las patologías más graves y prevalentes, logrando en algunos casos la curación, y en otros muchos, el control de los síntomas y la conversión de patologías que eran mortales en dolencias crónicas cuyos pacientes tienen una esperanza de vida que, con frecuencia, se puede equiparar a la de la población general.

Es en este ámbito de las enfermedades graves y prevalentes donde se puede hablar de una contribución decisiva de los nuevos medicamentos a la salud, que se ha traducido en que en la sociedad moderna las personas puedan aspirar a vivir más y mejor que sus ancestros. No en vano, según la evidencia científica internacional recogida en el citado informe de Weber, la introducción de nuevos medicamentos es responsable del 73% de la prolongación de la esperanza de vida en los países más desarrollados.

Una inversión y no un gasto

Otra de las lecciones que se pueden extraer de la crisis originada por la pandemia de coronavirus es que los fondos destinados al cuidado de la salud en general y al medicamento en particular deben ser considerados una inversión, y no un gasto. "Quizá antes lo entendían solo los economistas de la salud y los que sufrían una enfermedad grave; ahora lo entendemos todos: no hay mejor euro invertido que el que invertimos en sanidad e investigación. Es una inversión en prosperidad actual y futura para todos", aseguraba recientemente el presidente de Farmaindustria, Juan López-Belmonte.

Además, disponer de los mejores medicamentos genera un ahorro de costes sanitarios tanto directos como indirectos que permite liberar recursos para otros usos, mejorando la eficiencia del sistema sanitario. Así, por ejemplo, varios estudios han demostrado que cada euro invertido en medicamentos ahorra entre 2 y 7 euros en otros gastos sanitarios. Pero más allá de los ahorros de costes sanitarios que genera, también está demostrado que la innovación farmacéutica contribuye a que la sociedad sea más saludable y, por tanto, productiva. Se estima que un año adicional de esperanza de vida de la población supone un aumento potencial del 4% del Producto Interior Bruto (PIB).

Sobre esta base, desde la asociación que representa a las compañías farmacéuticas innovadoras en España, insisten en la necesidad de asegurar el mejor acceso posible de los pacientes a los últimos tratamientos. Un óptimo acceso de los pacientes a los mejores fármacos permite aumentar la calidad asistencial, afirmaba el presidente de Farmaindustria. "Tenemos la obligación de proporcionar a nuestros pacientes el mejor y más rápido acceso a las terapias más innovadoras y hacerlo de forma sostenible. Y eso es factible: debemos para ello incorporar las mejores prácticas internacionales en materia de acceso, debemos desarrollar vías novedosas de financiación sostenibles y debemos colocar al paciente y la equidad como bases de la actuación. Esto pasa por profundizar en el diálogo y la colaboración entre la Administración y la industria".

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*Ofrecido por Farmaindustria

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