
En estos tiempos de incertidumbre la ciencia se abre camino desde su pequeño rincón habitual y se sitúa bajo los focos del espacio público como el único camino de salida. La ciencia adquiere un protagonismo sin precedentes, y se tiñe a partes iguales de la esperanza y la exigencia de alcanzar resultados inmediatos y tangibles que nos devuelvan a nuestra antigua realidad. O, al menos, aportar algunos datos que nos permitan avanzar en la dirección correcta, elevándonos sobre el mar de conjeturas y creencias.
Sabemos que es preciso generar conocimiento en todos los ámbitos, incluyendo los nuevos aspectos sociales y económicos que deben abordarse con rigor. Pero, sin duda, es la investigación clínica y biomédica la que debe responder de forma más urgente para diagnosticar, tratar, aliviar y prevenir la nueva enfermedad que ha quebrado nuestras vidas. Poder dar respuesta a esta urgencia científica, en un momento en el que sistema sanitario y sus profesionales están exhaustos, supone un reto al alcance de muy pocos sistemas. Los esfuerzos en este sentido sólo pueden apoyarse en sólidas capacidades preexistentes, y en el compromiso de los investigadores que, además, prestan de forma simultánea servicios asistenciales. En España, aún en el peor momento de la pandemia, estos dos elementos se están conjugando de forma coordinada y ágil para poder estar a la altura de las necesidades.
España es un país de referencia en investigación clínica y se sitúa en el segundo puesto a nivel mundial en ensayos clínicos con medicamentos, solamente tras Estados Unidos. Estas capacidades se encuentran anidadas en un sólido Sistema Nacional de Salud, y apoyadas en elementos estructurales que vertebran la investigación sanitaria en España. Entre ellos destacan los Institutos de Investigación Sanitaria (IIS) acreditados por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y distribuidos por todo el territorio nacional, las redes de investigación cooperativa y las plataformas de apoyo a la investigación, financiadas con fondos públicos estatales también a través del Instituto. Este tejido, construido durante más de una década, ha sido crucial para poder dar una respuesta adecuada.
España tiene el segundo puesto a nivel mundial en ensayos clínicos con medicamentos
En la puesta en marcha de muchos de los estudios clínicos que se están realizando en este momento, el ISCIII está ejerciendo un papel de coordinación y está aportando los recursos económicos necesarios a través de un instrumento específico de financiación denominado Fondo-Covid-19. Del mismo modo, la proactividad y agilidad de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) está siendo un elemento de gran valor en el ámbito regulatorio. No obstante, es necesario reconocer que son los investigadores clínicos y traslacionales los verdaderos responsables de que haya sido posible iniciar en nuestro país un número muy elevado de estudios clínicos. Sustentado también en la misma vocación de compartir, coordinar y vertebrar que caracteriza a todas las acciones del ISCIII, se ha diseñado uno de los mayores estudios de seroprevalencia que está previsto realizar en Europa y se está organizando su despliegue.
La respuesta de las universidades, organismos públicos de investigación y empresas biotecnológicas también ha sido de enorme valor, demostrando no sólo su excelencia científica, sino también su compromiso social y su disposición a aunar esfuerzos. De forma rapidísima, las capacidades innovadoras de científicos españoles de las más diversas disciplinas se han puesto al servicio del desarrollo de dispositivos médicos, nuevas técnicas de diagnóstico microbiológico del SARS-CoV-2, o maquinaria y dispositivos para desinfección de superficies. Profundizando en los aspectos más moleculares, también nuestros científicos están empezando a desvelar los secretos del virus, para sentar las bases que permitirán dominarlo.