
La Organización Mundial de la Salud lleva años advirtiendo de la rápida resistencia que están creando las bacterias frente a los antibióticos que utilizamos para frenar las enfermedades que provocan en humanos y animales. De hecho, se está multiplicando el número de muertes anuales que causan en todo el mundo enfermedades convencionales que quedan fuera de control ante la ineficacia de estos fármacos.
El pasado mes de febrero, la OMS publicó una lista de 12 bacterias altamente peligrosas para la salud y ante las que urgía a gobiernos y compañías a desarrollar nuevos antibióticos debido a la falta de resultado en los actualmente utilizados. La resistencia no la generan las personas ni los animales frente a los antibióticos, sino las propias bacterias, que mutan para fortalecerse y burlar la acción de los mismos, sin capacidad de adaptarse a los cambios en estos microorganismos.
"La resistencia a los antibióticos está creciendo, y nos estamos quedando rápidamente sin opciones de tratamiento", advirtió en aquella ocasión Marie-Paule Kieny, asistente del director general de la OMS.
Sin embargo, desde hace algunos años existe una línea de investigación que está cobrando forma y que recupera un antiguo tratamiento contra las bacterias basado en virus. Es conocido como terapia fágica, porque recurre a virus bacteriofágicos, descubiertos a principios del siglo XX, que solo infectan a las bacterias para reducirlas y eliminarlas del organismo.
Un virus para derrotar a bacterias
¿Infectarse con un virus para vencer a las bacterias? Aunque suene arriesgado, se trata de una terapia segura eligiéndose este tipo de virus, que solo provoca problemas a las bacterias, a las que identifica para acoplarse a ellas e infectarlas.
La terapia fágica tuvo un uso muy popular en la antigua Unión Soviética, tanto en humanos como animales, y actualmente ha sido resucitada por algunos grupos de investigadores en Reino Unido y en el seno de la Unión Europea. En la Universidad de Oxford, el doctor Alex Betts encabeza una de estas investigaciones, aún en fase de experimentación, según cita BBC Mundo. Sin embargo, el doctor Betts se muestra firmemente convencido del potencial de estos virus para combatir la disminución en la eficacia de los antibióticos. Mientras que estos últimos no son capaces de adaptarse a la mutación de los microorganismos infecciosos, los virus bateriófagos -también llamados fagos- pueden mutar tan rápidamente como las bacterias a las que atacan, impidiendo que éstas se salgan con la suya.
En un centro de médico de Polonia ya se ha empezado a implementar esta terapia en algunos pacientes con problemas de resistencia a los antibióticos, en forma de terapia experimental ofrecida a casos extremos.
Los científicos, no obstante, están a la espera de los resultados del mayor estudio sobre los virus fagos que se está desarrollando hasta el momento con financiación de la Comisión Europea y conocido como 'Phagoburn', puesto en marcha en el año 2013. Los ensayos clínicos todavía no han entrado en una fase de conclusiones definitivas, pero de momento no se han registrado efectos adversos por la inoculación de fagos en humanos.
Otra de las ventajas que presentan estos virus es que pueden combinarse con los antibióticos en terapias contra bacterias, es decir, que el uso de uno no implica el descarte de los otros. Además, los bacteriófagos se encuentran en grandes cantidades en la naturaleza, fundamentalmente en el agua del mar, pero también en el suelo y en la flora intestinal de algunos animales.
De confirmarse su efectividad para combatir a las 'superbacterias' que esquivan la acción de los antibióticos, los fagos supondrían una importantísima incorporación a los tratamientos de salud, y el freno definitivo a la amenaza de un tiempo en el que las infecciones comunes podrían volver a ser mortales.