
No importa lo bueno y satisfactorio que haya sido un encuentro sexual. En más ocasiones de las que creemos, puede producirse, solo minutos después de haber experimentado el orgasmo, una singular bajada de ánimo y tristeza.
Esa sensación de vacío, depresión, angustia e incluso mal humor que emerge en ese momento es conocida por los psiquiatras como disforia postcoital, y todavía sigue suponiendo un misterio.
La tristeza de todos los animales
Como en otros asuntos estudiados por la neurología, la psiquiatría y la psicología, no existe una sola respuesta ni una conclusión definitiva acerca de las causas de esta transición radical en las emociones postcoitales. Este tampoco es un problema de la actualidad. Ya en el año 150 d. C. , el prestigioso médico griego Galeno de Pérgamo describió esta tristeza relacionada con la práctica sexual: "Después del coito, todos los animales entristecen, a excepción de la hembra humana y el gallo". Galeno no iba desencaminado, aunque erró al señalar las excepciones: tanto la mujer como el hombre pueden sufrir disforia postcoital. De hecho, un estudio de 2004 publicado en International Journal of Sex Health estableció que hasta el 10% de las mujeres lo sufrían.
La disforia es más común de lo que parece, y puede durar unos minutos o incluso la jornada completa tras el sexo, pero solo resulta problemática para el individuo cuando se produce de modo muy frecuente y sus efectos se prolongan durante mayor tiempo. En ese caso, se aconseja tratamiento terapéutico.
La influencia de la amígdala
Existen dos aproximaciones para abordar las causas y el tratamiento posterior de esta misteriosa dolencia.
En primer lugar, la teoría biológica, cuyo principal investigador es el doctor Richard Friedman, quien en 2009, y después de haber tratado varios casos de disforia postcoital en su consulta, relacionó estas sensaciones de depresión con la actividad de la amígdala. Esta glándula regula emociones como el miedo, la angustia o la ansiedad, y el psiquiatra comprobló que su actividad prácticamente desaparecía durante la práctica sexual. Pero tras el orgasmo y la liberación hormonal, los niveles de actividad vuelven a restablecerse, y el doctor Friedman lanzó la hipotésis de que es este aumento repentino en el funcionamiento de la amígdala lo que podía provocar la presencia de la tristeza o la angustia. Es decir, el sexo inhibe el vínculo de las personas con las situaciones o problemas que les provocan malestar o conflicto, pero tras el encuentro, la amígdala vuelve a funcionar para recordarnos que eso que nos preocupa sigue ahí y no ha desaparecido.
Las teorías psicológicas apuntan a varias causas para la tristeza postcoital. Así, la psiquiatra Debby Hernebick alude al concepto que cada individuo construye sobre el sexo y su relación con él. Es decir, las personas que presentan sentimientos confusos con respecto al sexo, debido a su religión, la cultura en la que se ha criado, sus creencias o influencias, son más propensos a sufrir este tipo de episodios depresivos. En estos individuos, el sexo emerge como un conflicto interior, y tras practicarlo, la culpa o el arrepentimiento toman paso.
Traumas, valoraciones y propósitos
Esto se evidencia de un modo más concreto y extremo en casos de personas que han padecido abusos o han sufrido experiencias sexuales traumáticas en el pasado. Se trata de la teoría del condicionamiento, donde la actividad sexual genera reacciones conscientes e inconscientes que enlazan con recuerdos de vivencias personales, y que pueden afectar en el momento presente, complicando la valoración que hacemos sobre la práctica sexual.
El psiquiatra británico Anthony Stone apunta a que, en el caso de los hombres que padecen disforia postcoital, esto se debe a la ausencia de un propósito tras haber alcanzado el clímax. Es decir, toda la actividad previa al coito que engloba el proceso de seducción tiene un fin: el sexo. Una vez este tiene lugar, el propósito desaparece y deja, en su lugar, la sensación de vacío y falta de sentido. Estas mismas sensaciones son reproducidas en algunos casos tratados por el doctor chileno Marco Antonio Campos, quien considera fundamental la valoración que cada persona hace sobre el acto sexual. Tras el orgasmo, en algunas personas emergen los problemas que tiene la pareja, y no encuentran sentido alguno al encuentro físico. Es decir, han recibido una compensación física que no alcanza, sin embargo, a la compensación emocional deseada.
Ante la falta de causas concretas, los psiquiatras que han tratado la disforia postcoital prefieren no sembrar el pánico, y recomiendan asumir esta tristeza como algo natural y episódico, salvo en casos de alta frecuencia y malestar prolongado.