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Pornografía y cine romántico: la distorsión del sexo que complica la relación entre hombres y mujeres

Imagen: Dreamstime

Imaginemos una pantalla seccionada en dos imágenes. A un lado, se desarrolla un encuentro erótico-amoroso en una película romántica. Al otro, una escena clásica de cine porno.

A la izquierda, los protagonistas, apasionados, se arrancan la ropa con urgencia, acompañados por largos y voraces besos y, en un instante, sin saber cómo, el coito se produce con acompasados movimientos. Los protagonistas se miran a los ojos, no hace falta decir nada, y si acaso, un 'te quiero' entre susurros siempre queda oportuno. Sus movimientos son tan rítmicos y elegantes que casi parece que bailan una perfecta coreografía que desemboca en un explosivo y ruidoso orgasmo... A la vez, por supuesto.

A la derecha, los otros protagonistas ni siquiera llevan ropa. Es una película porno, ya se sabe lo que hay, así que, al grano. A ella no le hace falta ni que la acaricien. Ya está excitadísima y la penetración será el primer contacto de piel con la otra persona. Cabriolas y posturas acrobáticas con amplias convulsiones se prolongan durante minutos hasta que llega el éxtasis en forma de orgasmo de ella. Y luego otro, y otro, y otro. Él, ni qué decir tiene, aguanta lo que le echen.

Ambas escenas componen realidades sexuales completamente distorsionadas por la ficción que, sin embargo, hombres y mujeres aceptamos como ciertas. O más bien, nos engañamos con el deseo de que lo sean. Rascando un poco enseguida admitimos el delirio: el 65% de hombres y mujeres consideran que las películas -ya sean pornográficas o románticas- ofrecen una visión distorsionada de la práctica sexual.

Así lo desvela un estudio realizado con encuestas en profundidad a casi 1.500 personas residentes en España, de entre 18 y 95 años de edad, e impulsado por la marca barcelonesa de productos eróticos Bijoux Indiscrets.

La investigación tuvo por objetivo determinar en qué grado la ficción condiciona la conducta sexual de las personas, y desliza datos que conducen a reflexiones de interés, como las posibles consecuencias de la influencia de las películas, literatura y medios de comunicación en nuestra vivencia de la sexualidad.

Lo que prefieren las mujeres no es lo que prefieren los hombres

El ejemplo de las dos secuencias de contenido erótico dibuja una muestra muy gráfica de cómo la ficción afecta a la construcción del deseo que hacemos hombres y mujeres, a nuestras expectativas y a las frustraciones que de ellas derivan. Según el estudio, casi el 45% de las mujeres encuestadas preferirían que el sexo que practican se pareciera más al de los filmes románticos. Sin embargo, casi el 40% de los hombres optarían por que sus encuentros sexuales tuviera más similitudes con los que se ven en la pornografía. Si queremos un sexo distinto hombres y mujeres, ¿hay lugar para el encuentro?

El conflicto de las expectativas alejadas de unas y otros suele derivar en frustraciones relativas a la experiencia del sexo. En el caso de los varones, además, pueden emerger problemas físicos. Ellos, como principales consumidores de pornografía -más de un 24% admitió ver este tipo de vídeos varias veces a la semana, frente al 5,5% de las mujeres- están más expuestos a una práctica de descarga y compensación rápida que genere posteriormente disfunciones como la impotencia o la eyaculación precoz.

La frustración del porno

Un estudio realizado en la Universidad de Copenhague en 2015 estableció una relación clara entre la afición al porno en adolescentes con posterior desembocadura en hombres con problemas de erección.

El psicólogo y experto en sexualidad José Bustamante también admite el vínculo, aunque matiza que las disfunciones aparecen dependiendo del tipo de porno que se ve y la frecuencia del consumo. La frustración suele aparecer cuando los individuos aficionados a estos contenidos de adultos no pueden reproducir la experiencia que ofrece la pornografía en sus encuentros sexuales con otras personas.

Las mujeres no se quedan atrás. La falta de lubricación, frecuente cuando no se estimula la excitación, provoca dolor y molestias durante el sexo, por ejemplo. La sensación de confusión al contrastar la facilidad en la que el coito se desarrolla en las cintas de Hollywood y las complicaciones que este entraña en la vida real se dispara. El propio hecho de que el coito monopolice las muestras de ficción del goce sexual de ellas supone otra distorsión en nuestro imaginario. En realidad, el 30% de las mujeres alcanza el orgasmo con mayor facilidad mediante la masturbación, y un 74% prefiere la estimulación del clítoris para lograr el éxtasis.

La utópica salvación de la educación sexual

¿Cómo vencer las frustraciones creadas por estos contenidos distorsionados? En el caso de la pornografía, la actriz, directora y productora de este género Amarna Miller, anticipa que es necesario separar la ficción de la no ficción, el porno de una relación real, la fantasía de lo tangible. Para ella, lograr una segregación que no lleve a confusiones solo es posible a través de la educación sexual: "La educación sexual debe ayudar a separar la realidad de la ficción; el porno no es educación sexual, solo es una industria que elabora un producto que es el que demanda su público".

La sexóloga y periodista Silvia C. Carpallo también advierte sobre el engaño de las películas románticas: "Ellas siempre están dispuestas, ni siquiera necesitan ningún tipo de estimulación y el orgasmo siempre se presenta sincronizado con la pareja".

En definitiva, ojo con cómo nos invade lo que vemos; aunque ningún contenido es peor que el otro, porque ambos rezuman falsedad. Pero si solo queda la educación sexual para librarnos de sus males, la sociedad española necesitará mucha suerte y mejor encaje de las frustraciones que se nos vienen encima. O resiliencia, que es como lo llaman ahora.

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