
Se produce en todas las sociedades del mundo, desde tiempos ancestrales. La infidelidad, inagotable fuente de mitos y medias verdades, es un comportamiento asociado al 40% de las personas, que admite haber cometido algún tipo de infidelidad en alguna ocasión.
¿Existen señales de que la pareja está manteniendo otra relación en paralelo? La respuesta es afirmativa, pero se necesita estar atento a una serie de detalles para darse cuenta. La psicóloga Isabel Serrano ha dado estas pautas en un reciente artículo publicado en El Mundo:
Mentir
La mentira es el complemento intrínseco al acto de ser infiel. Al desarrollar una vida en paralelo, ocultar información y suplantarla por versiones inventadas sobre dónde estamos o qué hacemos se convertirá en un gesto tan cotidiano como lavarse los dientes. Las mentiras también se pueden pillar con un poco de destreza, especialmente a través del lenguaje corporal, que es el que siempre dice la verdad. La sudoración, la gestualidad ralentizada o la mirada esquiva al interactuar ante las preguntas del otro conforman alarmas significativas.
Ambiente familiar
La infidelidad tiene un fuerte componente social y cultural que tiende a aprenderse en la infancia y a replicarse. Aquellas familias con una visión laxa o no reprobatoria con respecto a tener relaciones extramatrimoniales, transmitirá ese valor a sus hijos. No quiere decir que éstos se vean 'condenados' a repetir esas conductas, pero no las verán con malos ojos.
Nuevas conductas
La persona infiel desarrollará nuevas conductas para adaptarse a la nueva situación que vive. Da lugar a sospechas que, de pronto y sin motivo aparente, la pareja empiece a salir a dar largos paseos, o que se alargue una salida corta y práctica como, por ejemplo, ir al supermercado. Agasajar con regalos o detalles después de viajes de trabajo son otros comportamientos a tener en cuenta. Precisamente los viajes de trabajo comenzarán a multiplicarse, las reuniones, actividades con amigos que aparecen de pronto... Todo esto repercutirá en la sensación de ausencia de la persona infiel, que ha dejado de compartir tiempo con su pareja para pasarlo con la otra o el otro y un nuevo círculo de amistades que refuerzan el nuevo vínculo.
Nueva imagen
Los infieles refuerzan la atención sobre su físico, ya que la nueva relación suele traer consigo una mejora de la autoestima, un alto nivel de deseo y la satisfacción de sentirse de nuevo deseado. Ropa nueva, cuidados físicos antes olvidados y una mayor atención sobre el propio cuerpo pueden delatarles.
Humor variable
Las infidelidades provocan una subida de la autoestima y muchas alegrías devenidas de la mayor actividad sexual, pero también una importante inestabilidad emocional. Las neurosis por ser descubierto, la lucha interior sobre la naturaleza ética de lo que está sucediendo y la tensión que crea la incertidumbre pueden volver loca a una persona. O, al menos, provocar enormes variaciones en su humor, siempre entre la euforia y el estrés.
Tecnología, el mejor cómplice
El uso de dispositivos tecnológicos se multiplica cuando se está inmerso en una infidelidad. El teléfono móvil con todas sus aplicaciones y el mail se convierten en el mejor amigo del infiel. Por tanto, las personas en esta situación desplegarán una mayor dependencia hacia estos aparatos, ya que se convertirán en el cauce principal de la comunicación clandestina con el otro.
A la vez, serán fuente de una tensión amplificada a su alrededor, ya que ofrecen pruebas visibles a la pareja de que está siendo engañada. Facebook, Instagram o WhatsApp podrán 'cantar' fácilmente que se está manteniendo otra vida paralela. Si a esta preocupación por el móvil añadimos conductas no habituales, como llamadas o mensajes a horas intempestivas, la suerte estará echada.