
Cada año en España se detectan 10.000 nuevos casos de psicosis. Puede afectar a cualquier persona, es decir, no hay un perfil específico. Hay una mayor incidencia en adolescentes y en los jóvenes. Sin embargo, más de la mitad de los pacientes no son conscientes de manera clara de su trastorno y piensan que no tienen que recibir tratamiento.
La psicosis se define como un trastorno mental grave caracterizado por la ausencia de contacto con la realidad. Hay dos síntomas fundamentales: pensamientos alterados, es decir, piensan cosas que no son reales (delirios); y perciben a través de los órganos de los sentidos cosas que no existen (alucinaciones).
La esquizofrenia es la forma más frecuente de psicosis. Es más, afecta a uno de cada 100 seres humanos. "Habitualmente son experiencias psicóticas que causa un gran deterioro en muchas áreas de la vida y causan sufrimiento tanto a la persona como a sus familiares", explica el portavoz de la Sociedad Española de Psicología Clínica (SEPC ANPIR), Gabriel Rodenas.
El origen de un caso de psicosis puede ser muy variable. De hecho, no hay una única causa y no todos los casos surgen de la misma forma. Por un lado, se encuentran los factores genéticos, es decir, los antecedentes familiares. "En el caso de la esquizofrenia – la más frecuente – surge por el componente genético hereditario, además de otros factores ambientales", dice el miembro del comité ejecutivo de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental y jefe de sección del servicio de psiquiatría del Hospital 12 de octubre, el doctor Luis Agüera.
Además, la psicosis puede desarrollarse por trastornos cerebrales como un tumor. El consumo de tóxicos es otra causa. "Esta demostrado que hay una alta correlación de que el primer episodio puede provocarse por el consumo de cannabis", explica Gabriel Rodenas. También otros desencadenantes pueden ser experiencias traumáticas en la infancia y adolescencia, y por problemas durante el parto. Cabe subrayar que la duración de los episodios es muy variable.
Retraso en el diagnóstico
Generalmente hay un retraso en el diagnóstico. "En el caso de que los síntomas no estén claros puede haber un retraso de un año o dos en su detección. Es de gran relevancia porque cuanto más tiempo se tarde en diagnosticar más complejo es su tratamiento y peor su evolución", explica el doctor Luis Agüera. Asimismo, "un caso agudo y fluido normalmente se detecta rápido", añade la adjunta del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro, la doctora Lydia Gayubo. Cabe subrayar que en el 70% de los casos el paciente recibe un tercio de la atención que deberían de percibir. "Si deben ser vistos mensualmente, lo son cada tres o cuatro", dice Gayubo.
Otro factor importante es el tiempo que tarde el paciente o su entorno en pedir ayuda. "Se deberían adoptar medidas de concienciación a nivel social de esas primeras señales de riesgo que se pueden detectar en atención primaria y en los colegios. Si hacemos programas de detección temprana en otros ámbitos que estrictamente no tienen que ser sanitarios, probablemente también ayudemos a hacer antes un diagnóstico de estas problemáticas", explica Rodenas.
Los profesionales sanitarios están de acuerdo en que el sistema dedica recursos a tratar la psicosis, aunque llevarían a cabo una serie de mejoras. "Es cierto que el sistema sanitario tiene unos protocolos de actuación de asistencia bastante intensos, pero es verdad que hacen falta muchos más profesionales sanitarios", apunta el portavoz de SEPC.
De igual importancia, "la psicosis produce un impacto muy importante en la vida de las personas y son necesarios muchos recursos de rehabilitación. Ahí si hay bastante mejora", dice el miembro del comité ejecutivo de la SEPSM. Cabe subrayar que el 88% de los cuidados para estos pacientes recaen en manos de los familiares. Además, entre el 35 al 50% no reciben un tratamiento adecuado.
Por otra parte, "en las últimas políticas se habla mucho de atención a la salud mental, pero se deja de lado a las personas con trastornos mentales graves", dice Gabriel Rodenas. "Creo que hay que hacer mucho énfasis a que la atención de estas personas es fundamental", añade.
Además, hace alrededor de tres meses el Ministerio de Sanidad puso en marcha el nuevo Comisionado de Salud Mental. Por un lado, el hecho de su creación "ya es un paso importante porque echábamos en falta que se crease un un grupo de trabajo científico con el que se abordaran los problemas de salud mental", dice Gabriel Rodenas. Sin embargo, Agüera recalca que la situación "va a empeorar porque el nuevo comisionado ha ignorado todos los aspectos médicos, biológicos y de investigación en los trastornos mentales, limitándonos a una visión meramente social, que tiene su relevancia, pero no es la única". "Con este primer acercamiento se está obviando 100 años de investigación en trastornos mentales graves", añade.
La psicosis debe tratarse a través de tres vías. La fundamental es el tratamiento farmacológico. Y es que, según jefe de sección del servicio de psiquiatría del Hospital 12 de octubre, "sin fármacos el paciente no mejora". Se trata de terapias antipsicóticas. Los más antiguos – los de primera generación – provocan muchos efectos secundarios y ahora los nuevos (segunda generación) buscan solucionar esta problemática. "Han mejorado mucho en cuanto a efectos adversos. Los antiguos daban lugar a alteraciones del movimiento, sedación, … y los nuevos permiten a los pacientes tener una vida funcional más activa", indica la doctora Lydia Gayubo.
Los pacientes también necesitan tratamiento psicológico para hacer frente a las dificultades psicológicas. De igual importancia, requieren de ajustes sociales y psicosociales a través de centros de rehabilitación. "El tratamiento debe ser multiprofesional y contemplar distintos elementos", recalca Gabriel Rodenas.
Los expertos describen la investigación en el cerebro como cara y compleja. "Necesitamos más medios y financiación", afirma el miembro del comité ejecutivo de la SEPSM. Asimismo, hoy en día se está avanzando en la búsqueda de las claves cerebrales de la psicosis. "Saber de qué manera y en qué zonas del cerebro se produce nos ayuda a diseñar mejores medicamentos", indica. También requieren de más profesionales para atender mejor a los pacientes y más medios para la rehabilitación con el objetivo de minimizar las consecuencias de la enfermedad.