
Alrededor de 50 millones de personas padecen epilepsia en el mundo. Hace tres años, el mercado de esta enfermedad estaba valorado en 3764,4 millones de euros. Para 2032 el investigador de mercado Business Research Insights prevé que su valor aumente hasta los 5474,7 millones a nivel mundial. De hecho, crecerá a una tasa anual del 3,2%.
En España, entre 450.000 y 460.000 personas conviven con la epilepsia, según la Federación Española de Epilepsia (FEDE). No afecta a un perfil específico de paciente, aunque hay una mayor incidencia en la población infantil y en la tercera edad.
Se caracteriza por el padecimiento de descargas neuronales excesivas e incontroladas, conocidas como crisis epilépticas. Además, aumenta el riesgo de muerte prematura en aproximadamente la mitad de los pacientes que además padecen otra enfermedad. También provoca consecuencias neurológicas, cognitivas, psicológicas y sociales.
Hay un catálogo muy extenso de tipos de epilepsia. De hecho, hay más de 150 clases catalogadas como enfermedades raras. "Existen tipos de crisis como personas con crisis", afirma la presidenta de la Federación Española de Epilepsia (FEDE), Elvira Vacas Montero. Asimismo, la más común es la focal. Esta afecta a una pequeña parte del cerebro y puede causar sacudidas o un cambio de sensación, como un sabor u olor extraño.
La epilepsia no afecta a un perfil específico de paciente, aunque hay más incidencia en la población infantil y anciana
En las personas de entre 55 y 60 años, esta patología es más frecuente en los años posteriores a un ictus y entre quiénes padecen el síndrome de apnea obstructiva del sueño u otros factores de riesgo vascular. También es una comorbilidad de los deterioros cognitivos como el Alzheimer.
Respecto a la población infantil, es más común si anteriormente se ha producido hipoxia perinatal, es decir, privación de oxígeno en el neonato antes o después del parto. También si se han padecido crisis febriles prolongadas o si hay antecedentes familiares. Asimismo, puede aparecer por pequeñas malformaciones en el cerebro o causas genéticas. Por otra parte, puede aparecer la epilepsia en general si se ha producido una infección en el sistema nervioso central, un tumor cerebral o un traumatismo craneoencefálico.
En el momento en el que una persona comienza con episodios sugerentes de crisis epilépticas, el diagnóstico debe basarse en una buena historia clínica neurológica para evitar equívocos con otros trastornos (migraña o síncope, entre otros), según la neuróloga especialista en epilepsia del Hospital Puerta de Hierro (Madrid), Belén Abarrategui. Asimismo, la prueba "por excelencia" es el video electroencefalograma. Este consiste en poner al paciente electrodos en la cabeza para ver su actividad cerebral. También se utiliza la resonancia magnética.
A pesar del abanico de clases de pruebas, en muchos casos se produce un diagnóstico tardío, según Vacas Montero. "Es fácil que una persona llegue al médico y diga: "He tenido una crisis convulsiva, me he caído al suelo, he perdido conocimiento, he tenido un movimiento rítmico muscular de todo el cuerpo y después he recuperado la conciencia"; pero es más complicado si una persona ha normalizado una crisis parcial que ha tenido, por ejemplo en un brazo, o si se trata de una ausencia típica en un niño", explica. Se puede llegar a tardar hasta una década en detectarla.
En muchos casos se produce un diagnóstico tardío de la epilepsia
Además, la epilepsia está rodeada de discriminación y estigma social, por lo que continua siendo un tabú. "Muchos pacientes omiten informar en su trabajo o en el colegio de que padecen esta patología porque las personas se asustan mucho por la falta de conocimiento", explica Abarrategui. El no hacer público el diagnóstico repercute en una peor calidad de vida y provoca trastornos psiquiátricos como la depresión o la ansiedad.
El mercado de la epilepsia está creciendo y hay una serie de motores que motivan este hecho. Se trata de creciente prevalencia de esta enfermedad a nivel mundial, el aumento de la conciencia pública sobre el tratamiento de los trastornos neurológicos y la alta adopción de medicamentos antiepilépticos.
Un abanico de tratamientos
Hoy en día, la epilepsia no tiene cura, pero existen un amplio abanico terapéutico. En la mayoría de ocasiones se trata con medicamentos. Estos previenen las convulsiones al reducir la propensión de las células cerebrales a dirigir impulsos eléctricos excesivos y desorganizados. De hecho, puede controlar las crisis en el 70% de las personas.
Sin embargo, "aproximadamente en una tercera parte de los pacientes las crisis continúan a pesar de los fármacos", dice la neuróloga del Hospital Puerta de Hierro. Esta es conocida como epilepsia farmacorresistente. Parte de estas personas, pueden ser candidatos a un estudio prequirúrgico en unidades especializadas para cirugía de epilepsia o procedimientos semi-invasivo. También está indicada la dieta cetogénica, o se pueden plantear distintos dispositivos de estimulación cerebral como la estimulación del nervio vago.
Además, el abanico está compuesto por dispositivos para monitorear las convulsiones como monitores del sueño – que han demostrado clínicamente que detectan ataques epilépticos urgentes mientras el sujeto duerme – y relojes inteligentes.
Los medicamentos actuales controlan las crisis de hasta el 70% de los pacientes
Asimismo, el negocio de la epilepsia está en auge gracias a los avances tecnológicos. Los científicos de alrededor del mundo están ansiosos por desarrollar soluciones que hagan la vida de los pacientes más fácil.
Por un lado, se está mejorando la eficacia de los medicamentos y hay nuevas terapias para pacientes con un tipo de crisis en concreto en las que faltaban opciones terapéuticas. De hecho, estos dos últimos años han salido al mercado dos nuevos fármacos – cenobamato, entre otros – y se ha ampliado las indicaciones de otros dos (cannabidiol y estiripentol).
Además, se está avanzando en los procedimientos quirúrgicos para la epilepsia y de hecho, "se está abogando a no esperar mucho a que fallen los fármacos para plantear la cirugía", dice la presidenta de FEDE. Este avance viene impulsado por la innovación en las técnicas de neuroimagen. También se están desarrollando dispositivos basados en electroencefalografía que ayuden a predecir la llegada de una crisis. Así, en esta línea se está estudiando cómo puede ayudar la Inteligencia Artificial.
Por otra parte, la investigación genética esta permitiendo tener "una mejor percepción de la enfermedad al poder acceder a información diagnóstica, pronóstica, y a veces a tratamientos, más precisos", apunta Belén Abarrategui. Y es que, a pesar de que la epilepsia es uno de los trastornos neurológicos más comunes, en la actualidad las celulares y moleculares de la enfermedad siguen siendo en gran medida desconocidas.
Elvira Vacas Montero apunta que en España se invierte "muy poco" en la investigación de la epilepsia en la sanidad pública. "Hay que inyectar mayores partidas presupuestarias", afirma. Además, indica que hay que incrementar los recursos humanos y el tiempo ya que actualmente son limitados.