
"La malaria podría resurgir dramáticamente, borrando los logros obtenidos en las últimas dos décadas". Estas son las palabras del director ejecutivo del Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria. Y es que, las cifras de paludismo han vuelto a agudizarse. En total, 249 millones de personas padecieron esta enfermedad el año pasado, cinco millones más que en 2021 y muy por encima de los casos registrados en 2019, según el nuevo informe mundial de malaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero ¿a qué se debe esta situación? El organismo hace especial hincapié en el cambio climático como una de las causas del incremento de casos. Los cambios de temperatura, la humedad y las precipitaciones influyen en el comportamiento y la supervivencia del mosquito portador del virus.
Los fenómenos meteorológicos extremos – por ejemplo, las olas de calor o las inundaciones - también afectan en la transmisión de la malaria y la carga de morbilidad. Este es el caso de Pakistán. Las inundaciones catastróficas que vivió el año pasado multiplicaron por cinco los casos de paludismo, según el informe.
Además, la variabilidad climática tiene consecuencias indirectas ya que provoca un menor acceso a los servicios esenciales contra la patología e interrupciones en la cadena de suministro de mosquiteras, insecticidas, medicamentos y vacunas. "Ahora más que nunca se necesitan respuestas sostenibles y resilientes contra la malaria, junto con acciones urgentes para frenar el ritmo del calentamiento global y reducir sus efectos", expone el director general de la OMS, Tedros Adhanom.
Al mismo tiempo, afecta la población que se desplaza como consecuencia a estas situaciones meteorológicas. Las personas sin inmunidad migran a otras zonas endémicas provocando un aumento de la prevalencia del paludismo. A este cóctel también hay que sumar la resistencia a los medicamentos e pesticidas, la escasez de recursos, las crisis humanitarias y el retraso en la ejecución de los programas, sobre todo en los países que poseen una elevada carga de la enfermedad.
Por otro lado, la peor parte, en cuanto a incremento de casos se refiere, se la han llevado cinco países. Pakistán se encuentra en primera posición ya que experimentó un aumento de 2,1 millones de pacientes el año pasado. Le siguen Etiopía y Nigeria, con 1,3 millones cada uno. Además, Uganda sufrió un incremento de 600.000 enfermos y Papúa Nueva Guinea de 400.000.
Respecto a cifras de fallecimiento, el año pasado 608.000 personas murieron por malaria. Supone un descenso desde 2020, momento en el que se alcanzó un pico de 631.000 personas fallecidas, sin embargo no disminuye lo suficiente para llegar a cifras prepandémicas, es decir, en 2019, año en el que el paludismo mató a 576.000 individuos.
Muy lejos de erradicar la malaria
Según la tendencia actual, los progresos hacia los hitos críticos de 2025 de la estrategia mundial de la OMS para erradicar esta enfermedad están muy lejos de lo previsto, según los datos del informe. "La viabilidad climática supone un riesgo sustancial, pero también debemos hacer frente a otros retos como el acceso limitado a la atención sanitaria, los conflictos y emergencias, los efectos persistentes del coronavirus, la financiación inadecuada y la aplicación desigual de nuestras intervenciones básicas contra la malaria", indica el director regional de la OMS para África, el doctor Matshidiso Moeti. "Necesitamos un esfuerzo concertado que fomente la innovación, movilización de recursos y las estrategias de colaboración", añade.
A pesar de ello, es cierto que las organizaciones han realizado iniciativas que sí han dado sus frutos. Según consta en el informe, la introducción de la primera vacuna contra la malaria, que recomendó la OMS, en tres países de África mostró una reducción sustancial de la malaria grave y un descenso del 13% de los fallecimientos infantiles tempranos si se compara con las zonas donde no se administró. De hecho, en estos mismo lugares se incluyeron mosquiteras, la fumigación de interiores con insecticidas y otras intervenciones dirigidas a los niños.
También en octubre del presente año la Organización Mundial de la Salud recomendó una segunda vacuna contra esta patología, denominada R21/Matrix-M. El objetivo era que la disponibilidad de ambos sueros aumentase el suministro e hiciese posible un despliegue a gran escala en en el continente.