
La pérdida de audición es un problema de salud que se asocia al envejecimiento y a día de hoy es el tercer problema crónico más importante después de la hipertensión y la artritis. Este padecimiento se empieza a desarrollar en las edades comprendidas entre los 50 y los 60 años y está detrás de una disminución en la calidad de vida y de repercusiones económicas evidentes. Las pérdidas de audición no tratadas generan unos costes anuales de 16.300 millones de euros en España, según recoge la 2ª edición del Libro Blanco sobre la Presbiacusia, un trabajo elaborado por GAES.
Las pérdidas de audición generan una reducción de los ingresos, de las oportunidades laborales, así como el aumento en las tasas de bajas por enfermedad y diversas dificultades para recuperar el trabajo. Se estima que el coste en Europa de las pérdidas de audición no tratadas para 2025 será de 213.000 millones de euros y que aproximadamente 900 millones de personas en el mundo padecerán algún tipo de incapacidad auditiva.
Pero no solo impactan sobre el terreno económico. Las pérdidas de audición, también conocidas con el término de hipoacusia, contribuyen al aislamiento, depresión, pérdidas de autoestima, demencia y disminución de la calidad de vida de quienes la sufren. Numerosas hipótesis sostienen que la falta de estimulación de las vías auditivas, al igual que la falta de atención y concentración para comprender el lenguaje, disminuye los estímulos cerebrales.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente un tercio de la población mundial mayor de 65 años tienen una pérdida de audición discapacitante. La mayoría de estas pérdidas auditivas que acontecen con la edad tienen una base genética, pero pueden verse acentuadas por ototóxicos (sustancias con efectos nocivos sobre el oído interno), medicamentos que provocan problemas de equilibrio y de audición, así como por la exposición al ruido en ambientes recreativos y laborales, entre otros muchos factores.
Las sociedades desarrolladas presentan un porcentaje cada vez mayor de población anciana, por lo que cada vez su patología comporta un mayor impacto en la salud general de la población. A día de hoy no existe tratamiento médico para un problema que solamente se puede mejorar mediante audífonos, sistemas implantables u otros sistemas de comunicación. Sin embargo, puede prevenirse a lo largo de la vida a través de intervenciones de salud pública dirigidas a la detección precoz de la enfermedad.
La intervención precoz es clave para mantener controlado este problema de salud pública. "Una intervención temprana será muy útil para mantener las habilidades comunicativas, cognitivas, mentales y de autonomía de los ancianos. Esta prevención mejorará su calidad de vida y reducirá el impacto negativo que produce su dependencia en sus cuidadores y en la sostenibilidad económica de los sistemas de salud", explica Manuel Manrique, miembro del Comité Científico de GAES que ha participado en la elaboración del documento.
Problemas de equilibrio
Además del impacto económico y sobre la salud emocional de los pacientes que sufren pérdidas de audición se encuentran los problemas de equilibrio. Por encima de los 65 años las alteraciones del equilibrio comienzan a hacerse muy frecuentes, lo que trae consigo las caídas. Se estima que un 30% de las personas con ese rango de edad se han caído en al menos una ocasión y que el 20% lo hace más de una vez al año. Los trastornos del equilibrio son problemas médicos ocasionados por una irregularidad auditiva que provoca tambaleos y mareos a quienes lo sufren.