
La incertidumbre y el miedo muchas vecez llevan a la improvisación. Algo contrario a la ciencia, que promociona cautela y certeza antes de sentenciar. Las palabras de la ministra de Sanidad hace unos días, matizadas al poco tiempo por su propio departamento, anunciaban que en otoño comenzaría una nueva campaña de vacunación general.
De hecho, Darias ya ha asegurado también que las vacunas nuevas o actualizadas estarán en España antes de la citada estación. Sin embargo, entre el colectivo médico existen muchas dudas sobre la pertinencia de una cuarta dosis para todo el mundo. La razón es que si bien el nivel de anticuerpos decae entre los cuatro y seis meses después de la inoculación de la tercera dosis, hay otras células (denominadas T) que trabajan en la fabricación de defensas y guardan en su memoria durante mucho más tiempo la información necesaria para defender al organismo de una enfermedad grave por Covid.
Desde la Sociedad Española de Inmunología, su presidente Marcos López defiende esta tesis. Fue uno de los primeros en salir al paso de las palabras de Darias, recordando que a día de hoy no existe ninguna evidencia científica que avale el uso de una cuarta dosis para la población general. Sin embargo, recuerda que para las personas más mayores o con enfermedades graves como el cáncer, la historia es diferente. Su sistema inmunitario está deteriorado y por ello necesitan más recuerdos de la vacuna. "Al final, lo que se trata es que con el coronavirus pase como con la gripe y las recomendaciones de uso de las vacunas sean similares", explica.
Las mismas razones se trasladan desde la Sociedad Científica de Vacunología, cuyo presidente, Amós García, además también ha participado en el Comité de expertos para trazar los planes de vacunación del Ministerio de Sanidad. "No hay evidencia, ni siquiera la EMA lo regula. Podemos estar tranquilos con tres dosis en términos de protección porque es lo que dice la ciencia a día de hoy. Lo importante es proteger a los mayores muy mayores, y a las personas vulnerables", explica.
En estos momentos, una subvariante de la cepa Ómicron está avanzando por España a velocidad de vértigo. Se trata de la B.A.5 y los primeros análisis apuntan a que es mucho más contagiosa aunque no presenta mayores riesgos desde el punto de vista de la sintomatología. Para López esto no representa un riesgo para la población general. Se están produciendo más contagios pero no están implicando una saturación hospitalaria (los casos no llegan a UCI) y la gran mayoría se resuelve de forma sencilla.
Sin embargo, sí que este verano puede haber problemas en los hospitales. Las infecciones por coronavirus está creciendo entre los profesionales sanitarios y este colectivo no se puede reincorporar a sus puestos hasta la recuperación total, con el fin de evitar un brote dentro de las instalaciones hospitalarias. Por eso los médicos insisten en que no se debe abandonar el hábito de las mascarillas en interiores, algo que las autoridades políticas no recomiendan salvo casos muy concretos.
Cuando llegue el otoño, previsiblemente, habrá cuatro vacunas elegibles para poner a la población. Dos son de ARN mensajero (Pfizer y Moderna) que en esas fechas ya tendrán un prototipo específico contra Ómicros. Las otras dos son de tecnología de proteínas (Sanofi e Hipra). Los inmunólogos aseguran que lo ideal es llevar a cabo una pauta heteróloga, es decir, mezclar tipos de vacunas, por lo que las segundas serían las preferidas. Pero eso no quita a que las nuevas de ARN no puedan cumplir la labor que se les exige: elevar la protección contra la enfermedad.
Sea como fuere, lo que quizá hay que tener más claro es que vacunas no van a faltar pero que no todo el mundo la necesita con las mismas urgencias. Por tanto, prudencia y ciencia, como dirían los expertos de las sociedades científicas.