
En 2008, el grupo francés especializado en lujo y alta gama LVMH adquirió la zamorana Bodega Numanthia, un caso de éxito en Toro, una de las denominaciones vinícolas consideradas menores hasta entonces. Consolidada como sinónimo de calidad y singularidad, su máximo responsable analiza la situación del sector.
Se cumple ahora un año de su llegada a la bodega. ¿Cómo valoraría estos meses?
Un descubrimiento. Seguía desde hace tiempo el mundo del vino español por su empuje en calidad de los últimos 15 años y la repercusión de su nivel de puntuaciones. Me parecía la dirección por donde tiene que ir España: agregar valor a través de la calidad y el detalle, sin buscar tanto esta ecuación de precio-calidad. En primera persona veo muchos proyectos que están poniendo foco en cómo se hacen las cosas en viñedo y en bodega, con dedicación y mucho esfuerzo. Eso se transmite al consumidor y a los puntos de venta, aunque llevará tiempo sacarse de encima el complejo de inferioridad.
¿Aún se piensa así en el sector español?
Sobre todo el consumidor doméstico sigue pensando así. Sabiendo que el vino español está a la misma o más altura que otros, no nos animamos a hablar de tú a tú y decir: tengo una calidad altísima, soy mejor que tú.
¿Nos hace falta ganar también un Mundial en viticultura?
Hace falta sacar pecho igual que en gastronomía, que ya se quitado su tapón y se ha sacudido. El vino está en ese camino, como se percibe de manera notable en la hostelería madrileña, donde se empuja hacia un mundo de mayor de calidad y valor.
¿Qué ha dado tiempo a hacer en la bodega en un año?
Hemos trabajado en profundidad cuestiones de branding, en buscar la forma de transmitir un mensaje simple y concreto. Una de las cosas de las que peca el mundo del vino en general es que puede ser abrumador para un consumidor que no es un geek vitivinícola. Pecamos de querer transmitir pormenores que el público medio no percibe o le da igual.
LVMH compró una bodega pionera en poner en valor la singularidad de su zona. ¿Qué debe hacer hoy para ser diferente?
Continuar dándole foco al viñedo, la columna vertebral de Numanthia, el motivo por el que se fundó en los 90 y por el que LVMH lo adquirió. Nuestro capital más valioso son los viñedos centenarios que encontró la familia fundadora. Vieron en Toro algo especial; que la filoxera no entró en una denominación con cepas de pie franco y viñedos de 200 años. Su riqueza se iba a trasladar en algún momento al vino y lo lograron con el Termanthia 2004, que obtuvo 100 puntos Parker.
¿Cómo ha evolucionado desde entonces?
Durante los primeros 10 años, hubo un perfil muy marcado, del gusto de la guía Parker, lo que se traduce en mucha madera, sobre maceración y sobre extracción. Luego se entendió que el resultado no permitía al terroir expresarse de la mejor manera y se inició un proceso de interpretación de este viñedo tan especial para saber de qué forma extraerle lo mejor y trasladarlo a los vinos.
¿Han pasado de escuchar al señor Parker para dejar que el viñedo se exprese?
Totalmente. Hay pequeños elementos que nuestro equipo ha ido implementando y que hacen que el vino de ahora sea completamente diferente. De la mano de Jesús Jiménez, director técnico; Alejandro Vicente, responsable de viñedos; y Marine Roussel, asistente de viticultura y enología, estamos llegando a un nivel de detalle que logra un vino con la misma esencia y carácter de 2006, pero con una armonía mucho más pulida. Si antes el protagonista del vino era la concentración y el grado de madera, a medida que fue pasando el tiempo, sobre a partir de la llegada en 2018 de Jesús Jiménez, el trabajo se dirige a darle armonía a los elementos de textura, es decir, taninos, alcohol y acidez. Ahora, el protagonista del vino es la complejidad y la amabilidad en boca.
"Nuestro capital más valioso son los viñedos centenarios que encontró la familia fundadora"
¿Se plantea la bodega crecer de forma orgánica o inorgánica dentro de España?
Estamos al tope de producción y no tenemos pensado crecer más. Se han evaluado qué viñedos tenían potencial y se han ido dejando de lado otros. Algunos de los plantados por los fundadores se han graduado en edad y, con cerca de 30 años, empiezan a tener un nivel de viña vieja interesante para tomar en cuenta sus uvas para el ensamblaje final de nuestros vinos. Estamos en más de 160 hectáreas. A medida que vayamos evaluando viñedos, con mejor trabajo de poda y cultivo, sus uvas podrán migrar entre las tres expresiones que comercializamos. Si un viñedo da una uva de diferente calidad, pasaremos esa producción a otra categoría, pero no cambiaremos el volumen total.
¿Qué les preocupa más, la falta de agua o los aranceles anunciados por Trump?
Numanthia no se vio afectado por los aranceles de Trump en 2020 gracias a su perfil. Veremos qué ocurre ahora. No tengo demasiado miedo, en el sentido de que hay muchos jugadores que van a estar afectados y en nuestra huella mundial, si bien Estados Unidos cuenta mucho, tenemos una diversidad de países bastante interesante donde el potencial de desarrollo es muy fuerte.
¿Cuál es el peso de sus exportaciones?
Estamos en al menos 50 países que representan el 70% del negocio. Los mayores pesos se los reparten entre España, Estados Unidos, Suiza, Reino Unido, Alemania, Brasil, México y China, además de ver un gran potencial en Japón y Corea del Sur. Hemos visto una resiliencia muy fuerte de la marca este año en España. Cuando los consumidores vigilan dónde ponen su dinero, estamos entre las opciones de selección. Somos muy fuertes en hostelería porque nuestros vinos mejoran la experiencia gastronómica.
¿Notan los efectos del cambio climático?
Un laboratorio italiano ha mapeado los riesgos por cambio climático de todas las denominaciones europeas y la de Toro está expuesta de forma moderada. Esto nos permite afrontar el reto climático con mayor tranquilidad, trabajando en viñedo, bodega o aspectos como qué clon de tempranillo de tinta de Toro va a soportar mejor la sequía, a producir menos azúcar y alcohol, etc. También trabajamos sobre una base que nos desmarca de los competidores, las viñas viejas, que han pasado de todo, por horas de calor y condiciones extremas que resistieron muy bien. Tienen los recursos necesarios, sus raíces, y la experiencia de sacar adelante una producción de calidad a pesar de lo que esté ocurriendo en el ambiente.
¿Qué innovaciones caben al trabajar con estos fósiles vivientes?
Destacaría dos. Una es la selección de 120 clones de tempranillo tinta de Toro plantadas en un par de parcelas para identificar las plantas que nos de los mejores vinos y aguantar los vendavales del clima. Por otro lado también estamos haciendo una selección entre ocho variedades de raíces, porque la denominación obliga a que cualquier viñedo que plantes tenga un material raticular que aguante la filoxera.
¿No supone un riesgo mantenerse hoy en una sola denominación de origen?
Tenemos 150 parcelas en la denominación, y esa diversidad nos ayuda a compensar lo que suceda en cada zona. Es el secreto de la complejidad de nuestro vino. Cuando uno va a la paleta de aromas de un vino, los hay simples con entre 1 y 3 notas, mientras los nuestros superan las 10 y cubren un espectro que va de las notas florales, las frutas y las especias a los minerales. Cada parcela aporta un matiz. Ningún vino de parcela es por separado mejor que el ensamblaje.
Las tendencias van hacia una tipología de vino menos alcohólico. ¿Se adaptarán?
Nuestros vinos tienen dos pilares, la armonía y la complejidad de notas. La personalidad del vino Toro es única y nos permite destacarnos sobre esta homogeneidad que hay hoy en el mundo del vino, con muchísimos proyectos que convergen hacia un mismo estilo. No queremos perder la esencia y la personalidad, pero tenemos que buscar una armonía en boca tan placentero como cualquiera de los vinos que responden a estas tendencias de menor grado alcohólico. No podemos vender nuestra alma al diablo porque hay una tendencia. Tenemos un carácter, una esencia, una personalidad que propone algo diferente y eso no se toca.