Retail - Consumo

Binomio (re) industrialización - gestión energética

  • Elementos clave para la evolución y desarrollo del sistema agroalimentario
Industria agroalimentaria.

Nuestra historia, como humanidad, está repleta de cambios y adaptaciones que hemos ido sufriendo de forma tanto gradual como en muchas ocasiones demasiado expeditiva, abrupta o tajante derivando en importantes transformaciones en los diferentes ámbitos de nuestra vida.

Nuestra historia, como humanidad, está repleta de cambios y adaptaciones que hemos ido sufriendo de forma tanto gradual como en muchas ocasiones demasiado expeditiva, abrupta o tajante derivando en importantes transformaciones en los diferentes ámbitos de nuestra vida.

Obviamente desde el punto de vista económico-social no se ha sido ajeno a este proceso de selección natural. Nuestra humanidad empezó con una clara característica de depredación y nomadismo, para irse acomodando de forma paulatina a implantarse en asentamientos estables junto a generar una economía agrícola- ganadera que permitiera evolución y continuidad de la especie.

Este modelo se mantuvo, con ciertas modificaciones, por un largo espacio de tiempo hasta que surge una de las más importantes disrupciones de nuestra historia como fue la máquina de vapor, de forma que nuestra economía pasó a ser industrial con proliferación de la fabricación, manufactura y transformación.

Llegados a nuestros días es notorio el nuevo cambio con una apuesta rotunda por una economía basada en los servicios con una clara pérdida tanto en valor relativo como absoluto como relativo en componentes de nuestro PIB.

La agroalimentación no es ajena a pérdida de relevancia y peso de la industria y aunque en valor relativo puede entenderse, la importancia es la pérdida en cifras absolutas. Y esto realmente no es una buena noticia pues la industria agroalimentaria impacta tanto en la vertiente social como en la económica bajo los siguientes parámetros:

  1. Genera puestos de trabajo con mejores retribuciones, condiciones laborales, con más continuidad y menor temporalidad. O sea menor precariedad y mejor calidad en el empleo. Siendo parte constitutiva y promotora del llamado "ascensor social".
  2. Capacidad de crear riqueza en todo el territorio de forma diversa y extendida, de forma que se convierte en un importante ariete contra el abandono y el crecimiento de la "España vaciada". Una consecuencia inmediata es la fijación de población, subida de rentas y atracción a otras industrias o servicios auxiliares que permiten generar polos industriales potentes, estables y continuos en el tiempo. (efecto arrastre de generación de ecosistema de cadena de valor en entorno). Notorios son los polos industriales agroalimentarios dentro de áreas y zonas concretas de nuestra geografía (Guissona, Olot, Alhama de Murcia, Venta de Baños…), que de no haberse generado y evolucionado seguramente ahora serían zonas despobladas y manchas amarillas en nuestro mapa de país.
  3. Fomenta la exportación, de forma que aporta un valor añadido adicional junto a una real diversificación de la economía.
  4. Flexibilidad, resiliencia, adaptabilidad al entorno cambiante, a la incertidumbre o a la inseguridad generando procesos de reinvención, reingeniería o reacción que reafirman su mayoría de edad.
  5. Aporta el valor añadido necesario a las materias primas generadas en el sector primario por la aplicación de procesos de elaboración/transformación que permiten aproximar los citados productos a las tendencias y necesidades de los consumidores.
  6. Permite la generación de infraestructuras de diferente tipología (comunicación en sus diversas facetas – vías tipo carreteras, redes de conectividad telemática -, energía…)
  7. Aporta masa crítica en el necesario equilibrio entre eslabones de la cadena de valor, generando con su mediación un lógico y dinámico trasvase valorado entre el sector productivo (campo y ganadería) y el de la distribución alimentaria.

Las cifras son elocuentes y por tanto encaraman a la industria agroalimentaria a la primera posición destacada dentro del ranking industrial con una producción superior a los 144.000 millones de euros, más de 30.000 empresas y cerca de medio millón de empleos directos y sobre todo con un VAB (Valor Añadido Bruto) cercano a los 30.000 millones de euros. Solo a modo comparativo la industria alimentaria supone 7 veces la industria farmacéutica y es el doble que la de automoción. Su actividad es la generadora de una muy importante parte del excedente dentro de la Balanza Comercial Alimentaria.

Difícil ha sido el poder llegar a estas cifras y ardua es la tarea para mantenerlas y mejorarlas pues venimos de sucesivos episodios donde ha habido que luchar mucho para mantener la competitividad sin disminuir un ápice el nivel de servicio y atención a las necesidades del consumidor.

Así pues, mientras nuestros próceres estaban discutiendo si son podencos o son galgos, el proceso de desglobalización iniciado avanzaba a velocidad de crucero (junto a la incidencia combinada de diferentes factores geoestratégicos y geopolíticos) como consecuencia del impacto sufrido por las cadenas de abastecimiento durante la pandemia y post pandemia.

De forma casi inmediata se generó una espiral ascendente sin medida de los costes de los insumos como la energía (vital para el sector) junto a las materias primas y otros elementos propios de la elaboración de alimentos impactando de forma directa en la cuenta resultados de las empresas.

Obviamente la rentabilidad se vio gravemente afectada desembocando en incertidumbre de acción, dudas y replanteamientos (cuando no frenazos) en las inversiones, dado que las industrias no podían trasladar en la valoración de su escandallo ese abusivo incremento, complementado a su vez por medidas de tipo legislativo sobre todo en afectación directa a cumplimiento de temas medioambientales generando un mayor gravamen no trasladado y sí asumido.

Una vez más la industria agroalimentaria ha demostrado su capacidad de reacción erigiéndose en un motor de cambio hacia energías renovables (transición energética), dada su debilidad manifiesta por su dependencia del gas y la electricidad (mayores demandantes de energía solo por detrás de la industria siderúrgica – 14% del total-). Incluso se han revisado al alza los objetivos planteados cara al 2030 por parte del Ministerio (36 GW a 76 GW) con más de 70 proyectos dentro de la industria alimentaria (mejora en la gestión, fuentes de obtención y sistemas de valorización). Junto a ello una clara aplicación de medidas de eficiencia energética en el funcionamiento y desarrollo de las actividades, desempolvando antiguos proyectos que al nivel actual de costes generaban un retorno casi inmediato.

Si bien continuamos con lastres importantes, nuestras industrias no solo pueden basar su mix energético en el componente eléctrico son necesarias otras energías que formen parte de este y parece que el hidrógeno verde todavía está en fases muy incipientes (junto a otros sistemas alternativos como las bioenergías en plena fase de aceleración). Ahí retomamos aquel concepto de la soberanía energética que en este caso se puede equiparar e ir de la mano al de la soberanía alimentaria.

El déficit de infraestructuras energéticas que provean a los polos industriales lejanos (zonas rurales) a los núcleos poblacionales habituales, junto a las limitaciones que suponen los ingentes trámites burocráticos (con diferentes grados competenciales de las Administraciones) derivan en un retraso inasumible para las empresas que genera una clara pérdida de competitividad.

No es sencillo hablar de (re)industrialización ante este complejo panorama y de ahí las peticiones continuadas del sector (y de sus organizaciones) para allanar en lo posible el camino, que como se ha visto es del todo necesario para ganar la competitividad que el mercado exige. Junto a factores estratégicos como la sostenibilidad, aplicación de herramientas como la innovación o la transformación digital (ya hablamos de IA) junto a la aplicación de tecnología acompañada de las personas (talento) que diseñen, implementen y ejecuten (para después gestionar) los proyectos derivados.

Es por ello que cada vez es más necesaria ampliar la visión de nuestra cadena de valor, necesitamos tener un enfoque más integral e integrado rompiendo los ya obsoletos reinos de taifas arraigados en demasía que frenan cualquier evolución y desarrollo.

Una apuesta más clara y contundente por una colaboración público-privada en los diferentes ámbitos que se traduzcan en la generación (y legislación) de políticas reales de favorecimiento, incentivación, facilitación y promoción de la transformación industrial de los productos generados en nuestras tierras, en nuestras granjas. Obviamente también con un claro compromiso del industrial (inversor) por desarrollar un proyecto viable, continuo, duradero, que genere y retorne al Territorio en sus diferentes formas y variantes (empleo estable, valor añadido, progreso…).

Queda claro el muy relevante papel de la industria agroalimentaria junto a los importantes retos a los que se está enfrentando y deberá enfrentarse con uno muy fundamental como es el de la denominada seguridad alimentaria (en cantidad e inocuidad) de nuestros alimentos a la población. Este foco no debemos perderlo a la hora de valorar el ilícito sesgo planteado en diferentes ocasiones culpabilizando a este sector del aumento de inflación (o la reduflación junto a otras prácticas) o de márgenes abusivos, la pedagogía junto al conocimiento de lo que existe realmente detrás de una industria agroalimentaria es el mejor antídoto para este tipo de casos.

Frentes quedan y quedarán abiertos como el generado en las renovaciones de las Pólizas de Seguros o el importante efecto de la promoción y crecimiento de la MDD (Marca De Distribución) frente a la MDF (Marca de Fabricante) que de buen seguro obligará a replanteamientos y acciones (incluso de consideración estratégica) sin dejar de lado las ingentes normativas queda cada día deberemos consultar y analizar su impacto.

He dejado para lo último, de forma voluntaria y expresa, la desaparición (supresión) de la Dirección General de Industrias Alimentarias dentro del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Tal vez es una noticia que ha pasado desapercibida para muchos y para otros será considerada como una reorganización más dentro de un ministerio ante el nuevo gobierno.

La decisión me parece de un muy hondo calado, la industria alimentaria ha demostrado sus cifras y aportaciones y realmente es un contrasentido que pierda el nivel de decisión y prestigio dentro de la máxima representación oficial del sector. Su composición, peculiaridades y características la hacen acreedora de ser tratada y generar las políticas necesarias desde un rango máximo y no diluirse o ser parte componente, debe y ha de ser actor/actriz principal.

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