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Alimentando el futuro de Europa: El papel esencial del sector privado para garantizar la seguridad alimentaria

En 2022, el 8,3% de la población de la UE no podía permitirse una comida con carne, pescado o un equivalente vegetariano cada dos días . El acceso a los alimentos se ha convertido en una fuente creciente de preocupación debido al aumento de los precios causado por episodios climáticos extremos, la pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania. Al mismo tiempo, en 2021, en la Unión Europea se generaron casi 59 millones de toneladas de desperdicio de alimentos (131 kg por habitante) con un valor de mercado estimado de 132 mil millones de euros.

El número de personas que dependen de los bancos de alimentos es cada vez mayor. De hecho, en 2022, las organizaciones benéficas europeas informaron de un aumento en la demanda del 20% al 30%, quedando exentos pocos países. En Reino Unido, por ejemplo, casi 2,9 millones de personas accedieron a estas organizaciones (el número más alto desde que comenzaran los registros), mientras que más de un tercio de los 962 bancos de alimentos en Alemania han tenido que dejar de aceptar nuevos beneficiarios más allá de los 2 millones de personas a quienes ya ayudan.

La lista de países que enfrentan desafíos similares continúa.

El papel fundamental de los bancos de alimentos

Estas cifras demuestran la importancia del papel que juegan los bancos de alimentos en la seguridad alimentaria de las comunidades, no solo en momentos de crisis, sino también en el día a día.

Mientras estos organismos luchan por seguir el ritmo de la creciente demanda, el sector privado tiene la posibilidad de contribuir a través de apoyo financiero y operativo, necesario y clave para poder mantener y ampliar la ayuda. En este sentido, en General Mills podemos confirmar que las colaboraciones público-privadas son fundamentales para llevar a cabo un impacto real.

A través de nuestra asociación con la Federación Europea de Bancos de Alimentos (FEBA), hemos apoyado a diversas organizaciones contra el hambre en la distribución de 35,5 mil millones de comidas en todo el mundo desde 2019, superando así el objetivo de 30 mil millones que nos habíamos fijado para 2030. Esto contribuye a aliviar la presión a corto plazo sobre individuos, familias y hogares en toda Europa, muchos de los cuales a menudo no saben de dónde vendrá su próxima comida.

Pensamiento a largo plazo

La inseguridad alimentaria es un problema a largo plazo que requiere soluciones sostenibles. Además de proveer alimentos a mesas de todo el mundo hoy, necesitamos un sistema que funcione de manera más justa, constante y sostenible mañana.

Para construirlo, debemos abordar los factores sociales y económicos que ponen en peligro la seguridad alimentaria a lo largo de las generaciones. Es esencial hacerlo juntos, utilizando eventos como la convención anual de FEBA del mes pasado para que las empresas sean conscientes de las crecientes barreras al acceso a los alimentos y desarrollar así un plan para superarlas.

Así, uno de los desafíos más significativos y urgentes a abordar es el desperdicio. En la UE, tiramos cerca de 59 millones de toneladas de alimentos cada año, lo que equivale a un coste de alrededor de 132 mil millones de euros. A nivel mundial, aproximadamente un tercio de todos los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o se desperdicia. Alimentos que podrían y deberían llegar a quienes pasan hambre.

Podríamos reducir estas cifras casi instantáneamente con campañas de concienciación que ayuden a las personas a entender los impactos ambientales y sociales de sus elecciones alimenticias y a adoptar mejores hábitos de consumo. Esto, a su vez, aumentaría la resiliencia de la cadena de suministro de alimentos y reduciría la huella climática de la industria.

Igual de importante es la necesidad de crear mejores sistemas para recuperar y redistribuir excedentes de alimentos a personas que lo necesitan a través de organizaciones benéficas. Esto debe prevalecer sobre los procesos existentes que ven grandes cantidades de alimentos aptos para el consumo humano utilizados para alimentar al ganado, hacer compost o generar energía.

También debemos invertir en programas que aborden los desiertos alimentarios (áreas urbanas donde es difícil comprar alimentos frescos asequibles o de buena calidad) mientras mejoramos el acceso a alimentos seguros y comestibles en comunidades desatendidas.

El cambio que lideramos

Por supuesto, todo esto debe respaldarse con un entorno político efectivo y progresista. Los gobiernos deben hacer más para crear marcos legislativos que incentiven la donación de alimentos, hagan de la redistribución la opción preferida para los excedentes comestibles y definan claramente estándares de higiene y seguridad alimentaria para prevenir el desperdicio.

Pero este no es el momento de esperar a la próxima acción política o normativa. Individual y colectivamente, la industria alimentaria debe estar lista para dar un paso adelante y cumplir. El mundo tiene más hambre que nunca y, a través de nuestra relación con los consumidores, influencia en los proveedores y poder de inversión, tenemos los medios y la oportunidad de alimentar su futuro.

El cambio que necesitamos es el cambio que lideramos.

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