
Los semáforos, en cuanto instrumento de control y regulación del tráfico, representan un invento que indudablemente ha mejorado nuestra vida a lo largo del siglo XX desde sus primeras aplicaciones en Estados Unidos, y hoy en día constituyen un elemento que caracterizan nuestras ciudades y, en general, la movilidad. Sin embargo, a pesar de que los semáforos normalmente nos transmiten una sensación de confianza y de mayor seguridad, trasladar este invento de los cruces de carreteras al supermercado tiene muchas contraindicaciones, puesto que pueden desviar a los consumidores y causar daños en su salud.
Hace pocas semanas la Comisión Europea dio a conocer que el proyecto de reglamento comunitario sobre el etiquetado frontal de los alimentos, que se esperaba para finales de este año, necesitará más tiempo, por lo que ahora todo apunta a que una propuesta saldrá a la luz a lo largo de la primera parte de 2023.
Se trata de una indicación importante y de una invitación a la reflexión sobre un tema de múltiples facetas, sobre el cual Italia mantiene un firme interés nacional en que no se adopten o favorezcan soluciones perjudiciales para la salud de los consumidores, para los derechos de la ciudadanía, de las empresas, sobre todo pequeñas y medianas, en una espiral que al mismo tiempo acabaría dañando a los productos de la dieta mediterránea, este patrimonio de la humanidad compartido con varios países, empezando por España.
En relación con este argumento, Italia quiere fomentar un debate abierto y basado en la ciencia sobre cómo promocionar dietas saludables a través de una información adecuada para el consumidor. A este respecto, apoyamos sin duda el loable objetivo de la UE de reducir la obesidad y las enfermedades no transmisibles, pero al mismo tiempo es evidente el gran riesgo que conllevan sistemas cromáticos de etiquetado frontal como el Nutriscore, basados en la clasificación artificial y discriminación de alimentos como 'saludables' y otros como 'no saludables'.
La comunidad científica está de acuerdo en que la comunicación a los consumidores a través de una etiqueta frontal debe tener un carácter informativo y educativo. Limitarse de forma simplista a la evaluación de un solo producto disponible en un estante es absolutamente engañoso y, a veces, totalmente contraproducente, ya que no se puede saber cuánto de ese producto se consumirá, qué tipo de dieta se seguirá y cuál es el estado de salud de la persona que lo consumirá.
Por lo tanto, Italia pide a la Comisión Europea que evalúe cuidadosamente la situación antes de presentar una propuesta y que esta propuesta sea capaz de demostrar los beneficios que puede conllevar en términos, en primer lugar, de salud para los ciudadanos de la UE.
El semáforo rojo de Nutriscore a menudo juzga negativamente y a priori una gran cantidad de alimentos que son perfectamente compatibles con una dieta saludable, si se consumen en las porciones y frecuencias adecuadas. Es este el caso de muchos productos que están en el centro de la dieta mediterránea. Y está comprobado que esta dieta, asociada a un estilo de vida saludable, ha demostrado su eficacia contra la obesidad y las enfermedades no transmisibles. Por el contrario, sorprende que muchos de los productos que reciben el semáforo en verde de Nutriscore suelen ser alimentos muy procesados, no recomendados para el consumo frecuente por la mayoría de los nutricionistas y con una huella de carbono importante. Esto sucede porque Nutriscore evalúa los alimentos en base a 100 g, independientemente del tipo de alimento, penalizando así aquellos que se consumen normalmente en porciones más pequeñas. En resumidas cuentas, el verde acaba siendo tan peligroso como el rojo y el semáforo no funciona.
Es más, Nutriscore puede representar una poderosa arma comercial para las grandes empresas de alimentos y distribución, que tienen la fuerza económica para adaptar sus productos al algoritmo y obtener una mejor clasificación que sus competidores, aunque tales modificaciones a menudo se puedan hacer mediante el uso de aditivos artificiales u otros ingredientes que no son beneficiosos para la salud.
Nutriscore evalúa los alimentos en base a 100 g, independientemente del tipo de alimento, penalizando así aquellos que se consumen normalmente en porciones más pequeñas
En definitiva, el momento es delicado y complicado, como reconocieron recientemente altos cargos de la Comisión Europea, y, precisamente por esto, el etiquetado frontal de los alimentos no debería hallarse en una encrucijada con semáforos que nos transmiten señales equivocadas.
Por todo ello, Italia confía en que la propuesta que presentará la Comisión en el primer semestre de 2023 tenga en cuenta estas importantes consideraciones, proporcionando un sistema de etiquetado frontal que sea ampliamente informativo para el consumidor y que facilite una información equilibrada, equitativa y, sobre todo, completa y no parcial. Esperemos que España, tan apegada a la dieta mediterránea, a la salud de los consumidores y a la defensa de los productos territoriales como Italia, pueda compartir este enfoque.