Retail - Consumo

Buff despierta del 'boom' del Covid y vuelve a unas ventas de 47 millones

  • La compañía sufre el decalaje de la demanda tras un primer año de pandemia en el que las tiendas acumularon mucho 'stock'
  • Su objetivo: volver a la senda del crecimiento y registrar una facturación de 55 millones esta campaña
  • Aspira a volver al beneficio tras un ejercicio en el que se quedó "a cero", asegura
David Camps, consejero delegado de Buff. EE
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La marca Buff cuenta en Cataluña con el honor de haber trascendido a su propio producto. Del mismo modo que sucede para referirse a los clínex y al celo, la compañía con sede en Igualada ha puesto el nombre a las bragas de cuello tan habituales en invierno o para deportistas. La firma celebra su 30 aniversario tras pasar de manera atípica por la pandemia: durante el periodo más duro del virus dispararon ventas y ganancias, pero el éxito se giró en su contra el año pasado, cuando perdieron un 40% de la facturación y dijeron adiós al beneficio.

El consejero delegado de la empresa familiar, David Camps, explica a elEconomista.es que la firma pasó de unas ventas de 84 millones de euros en el ejercicio 2020/2021 -hasta el 30 de abril- a una facturación de 46,9 millones en la campaña 2021/2022. "Tuvimos un boom durante la pandemia gracias al negocio online y a la acumulación de stock que muchos distribuidores realizaron que luego nos afectó en el año siguiente", justifica.

La empresa tuvo incluso que rebajar a la baja sus previsiones al darse cuenta del decalaje existente, especialmente en Estados Unidos, pues contaba con mantener una cifra de negocio de 70 millones de euros. El dato final terminó por acercarse más a los 52,5 millones del ejercicio 2019/2020.

Además, la compañía vio cómo se esfumaba el beneficio registrado en los últimos años. En la temporada 2019/2020 -la última disponible en el registro mercantil- las ganancias fueron de 6,2 millones. En el ejercicio del coronavirus, las ganancias también se dispararon, pero el pasado ejercicio la firma "se quedó a cero", señala Camps.

El objetivo de Buff: alcanzar los 10 millones de unidades vendidas

Una vez de vuelta a la realidad, Buff aspira de nuevo a crecer. Cuenta con un plan estratégico hasta 2025 con el que quiere saltar de los 7 millones de unidades comercializadas hasta los 10 millones de unidades. Para empezar, en el año 2022/2023 espera alcanzar unas ventas de 55 millones de euros. Capacidad tiene. La planta de Igualada (Barcelona) desde la que distribuye sus productos está preparada para producir 14 millones de artículos al año. Y con los 5 millones de euros invertidos desde 2020 podría llegar hasta los 20 millones.

El camino para lograrlo pasa por entrar de forma directa en mercados en los que opera a través de terceros antes que por abrir nuevas geografías -actualmente vende en 70 destinos-. La compañía ya ejecutó la maniobra en Francia e Italia y tiene identificados "un par de países más" en los que repetir el movimiento.

Será en solitario. La empresa asegura que no busca capital externo; una posibilidad que se rumoreó tras el fallecimiento del fundador, Joan Rojas, en 2018. El capital sigue en manos de la patrimonial familiar, aunque la segunda generación -formada por siete hermanos- no está en el día a día de la compañía. Elisabet Vives, la mujer de Rojas, es la presidenta del consejo de administración.

La expansión se inicia en medio de una situación macroeconómica que ha afectado a sus márgenes. Con una inflación que el pasado mes de agosto alcanzó el 10,5% en España. Al producir casi íntegramente en el país, queda más afectada por costes como la energía que otras marcas que lo hagan en Asia o el norte de África. "Los gastos nos han subido, de media, entre un 10 y un 15%", cifra Camps. Las fibras, la electricidad o incluso el carbón han sido algunas de las materias primas más afectadas.

Buff no encuentra costureros para fabricar sus gorras en Igualada

Además, Buff se ha encontrado con el problema de que no encuentra costureros que terminen sus productos. La empresa pretende fabricar en Cataluña las gorras -aproximadamente el 10% de las ventas- que hoy hace en Taiwán, pero no encuentra trabajadores que las confeccionen. "Es el principal problema que nos estamos encontrando", lamenta el dirigente.

Por ello puso en marcha una escuela de costura para formar a jóvenes interesados en el sector. "Con la deslocalización de la producción textil a Asia el oficio se perdió. La gente cualificada se ha hecho mayor y los jóvenes no se interesaron por este trabajo", contextualiza.

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