
Se lleva años avisando de que la deuda podría dejar víctimas y en 2016 ya se han visto algunas. A pesar de que en la primera parte del año se pudo ganar con este activo, el cambio de tendencia empezó a dibujarse a finales de septiembre, antes incluso de que Donald Trump se alzase con la Casa Blanca y de que el mercado descontase un escenario de mayor crecimiento e inflación
En la renta fija, como en la popular fábula, se lleva años diciendo "que viene el lobo" sin que llegue a suceder nada. Pero este año se ha cobrado algunas víctimas y, sobre todo, ha puesto fin a tres décadas de ganancias. Si bien en la primera parte del año se pudo ganar con este activo, gracias al sustento de las políticas de los bancos centrales, el cambio de tendencia llegó a finales de septiembre, incluso antes de que Donald Trump conquistase la Casa Blanca y de que el mercado empezase a descontar un escenario de mayor crecimiento e inflación. Cuando lo hizo, fue aún peor: en noviembre la renta fija global (hasta entonces de apariencia inofensiva) dejó pérdidas del 3,9 por ciento en el que fue su peor mes de los últimos 26 años.
Como ya había sucedido en ocasiones anteriores, en enero no eran pocas las voces que alertaban de que poco (o nada) se podía esperar de los bonos, sobre todo de los gubernamentales. Pero subestimaban el poder del programa de compras de Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), que es el que está detrás del espectacular rally que ha experimentado buena parte de ellos hasta el tercer trimestre (más cuando, en marzo, sorprendió al mercado incluyendo a la deuda corporativa dentro de su QE). Por ejemplo, en el caso del español a 10 años, su interés, que arrancó el año en el 1,71 por ciento, llegó a caer en septiembre hasta el 0,88 por ciento. ¡El más bajo de su historia! -al revés que en la bolsa, las rentabilidades disminuyen cuando el precio de un bono sube-.
Pero esos rendimientos históricamente bajos se toparon con un viejo enemigo: el regreso de la inflación. En septiembre -también-, y por primera vez en nueve meses, el IPC interanual entró en terreno positivo en España, al alcanzar el 0,3 por ciento. Y cuando eso ocurre, es decir, cuando existe inflación, los retornos deben medirse en terminos reales, que no es más que descontar ese incremento de los precios que se come buena parte de las menguadas rentabilidades.
Esas expectativas de inflación se dispararon aún más cuando Donald Trump ganó las elecciones en Estados Unidos, contra todo pronóstico. Sus políticas expansivas, que anticipan mayor crecimiento económico, empujaron el rendimiento del bono americano por encima del 2,5 por ciento por primera vez desde 2014. A ello se ha unido después "un euro débil y el repunte de los precios del petróleo", dice Raphaël Gallardo, de Natixis AM, que también "fomentan un aumento de las expectativas de inflación", por lo que, continúa, "la curva de rendimientos debe seguir aumentando".
Por lo pronto -y sin que suba más-, con el cambio de tendencia que se ha producido en el último trimestre, un inversor que comprase un bono español a 10 años el pasado 30 de septiembre y lo vendiese ahora asumiría pérdidas del 3,6 por ciento. E igual pasaría con uno italiano, francés o americano. Aunque en muchos casos no son suficientes para borrar las ganancias acumuladas en el año. En ese periodo ninguna categoría pierde.
Y vienen las subidas de tipos...
Por si no fuera suficiente, el escenario se complica todavía más si se tiene en cuenta que 2017 será el año en el que, previsiblemente, los bancos centrales optarán por dopar menos a los mercados. La Fed subiendo tipos y el BCE comprando menos deuda cada mes. Aunque se habla de tres alzas en la primera economía del mundo, en opinión de Julien-Pierre Nouen, estratega de Lazard Frères Gestion, llegarán de forma gradual, ya que "la Fed no quiere asustar al mercado con el temor de un crash en la renta fija". En cuanto al recorte en las compras mensuales, "pensamos que se centrarán en los bonos soberanos y que no afectarán al crédito con grado de inversión", apuntan desde Natixis AM.
Pese a todo, para el inversor que quiera incluir renta fija en cartera de cara al año que viene, las recomendaciones que emiten los bancos de inversión al respecto son claras: las oportunidades vendrán por el lado de los bonos ligados a la inflación -por eso de que repuntará-, por el high yield (sobre todo americano) y por la renta fija emergente, a poder ser en dólares.
A cierre de 2016, esas dos últimas categorías son precisamente las que más alegrías han dado a los inversores. Según Bloomberg, el índice que agrupa a la deuda de alto rendimiento a nivel global ha regado los porfolios con retornos del 13,9 por ciento este ejercicio, mientras que el de renta fija en dólares de los países en vías de desarrollo ha ofrecido rentabilidades del 9,6 por ciento.