La vuelta a la normalidad de la curva de tipos indica que ahora la economía va a rebotar. La delicada situación del mercado de deuda –con una figura bajista de largo plazo confirmada por primera vez en décadas- quedó de nuevo de manifiesto ayer.
El PIB del primer trimestre en EEUU fue revisado a la baja (algo que se esperaba) hasta el 0,6% (más de lo que se esperaba), lo que indica un debilitamiento de la economía. Y sin embargo, los bonos lo recibieron con nuevas caídas en precio y subidas en las rentabilidades. Como si el dato hubiera sido más fuerte de lo esperado y no al revés.
¿Cómo se explica esto? Una interpretación es que el mercado cree que la desaceleración del primer trimestre fue algo que ya ha quedado atrás, y que ahora la economía va a rebotar hasta volver a su crecimiento en tendencia. Adiós al aterrizaje suave preconizado por Bernanke. Y, probablemente, adiós a las bajadas de tipos en EEUU.
Otra interpretación más negativa es la inflacionista: los tipos de los bonos a largo plazo no suben porque el mercado espere más crecimiento, sino más inflación. Los precios de la energía, las materias primas, los alimentos o la sanidad, más la subida de los costes laborales en EEUU y el aumento de la inflación en los países hasta ahora exportadores de deflación (India y China) están presionando al alza el IPC estadounidense.
Como saben, la curva de tipos se está normalizando, lo que significa la vuelta a unos tipos a largo plazo más altos que a corto plazo, después de varios meses de curva invertida (lo normal es que se reciba más por prestar el dinero durante más tiempo). Pero esta normalización se ha debido a la subida de los tipos de los bonos, no a la caída de los tipos a corto (que no han bajado precisamente por culpa de la inflación). Los inversores temen ahora perder poder adquisitivo en sus inversiones en deuda a largo plazo por culpa de la inflación, y exigen a cambio una remuneración mayor.
El escenario de una curva de tipos normalizada sin un mayor crecimiento económico es preocupante, según Irwin Kellner, economista jefe de MarketWatch. Por un lado, las hipotecas subirán –en EEUU están ligadas a los tipos a largo, mucho más lógico que al Euribor a un año cuando hablamos de préstamos a 20 ó 30 años-, lo que agravará la crisis inmobiliaria. Además, crecerán los costes financieros de las empresas, lo que reducirá la inversión de las compañías y, en consecuencia, la productividad. De este modo, los tipos más altos reducirán los beneficios empresariales. Si a esto sumamos el mayor atractivo de invertir en deuda respecto a hacerlo en acciones, tendremos una presión bajista en las bolsas.
Quizá es un escenario demasiado alarmista y en efecto estamos al inicio de una recuperación económica. Pero es perfectamente posible. En todo caso, sea por la inflación o por el crecimiento –o por las dos cosas- no estamos en un entorno en el que la Fed vaya a bajar los tipos, como parece descontar Wall Street. No se sorprendan si una subida de tipos es nuestro futuro. 'Después de todo, unos tipos de la Fed al alza, no a la baja, son el primer mensaje que lanza una curva de tipos que se normaliza', concluye Kellner.