Todos los partidos tienen su Waterloo. Un territorio en el que, a pesar de tenerlo todo a favor, naufragan. A veces es parte de una necesidad o una estrategia, a veces una muestra de falta de adaptación. Este es un recorrido por las debilidades estructurales de las grandes cinco formaciones nacionales en cinco regiones clave para sus intereses.
Cuidar plantas no es fácil. Puedes tener la mejor tierra, un sol constante, una lluvia generosa y buen abono. Pero, por lo que sea, hay gente a la que siempre se le muere la maceta. Y es que la naturaleza, como la política, tiene sus inercias.
Por seguir con el símil agrario podría decirse que la naranja de Ciudadanos no arraiga en la Comunidad Valenciana. Y eso que lo tienen todo para conseguirlo: una enorme base de votantes conservadores descontentos con su partido de referencia, grandes núcleos urbanos en los que crecer, un importante granero de escaños para el Congreso y una nada desdeñable cultura de desconfianza con el nacionalismo catalán. Pero Ciudadanos sigue sin despegar.
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Ni siquiera los cuatro años de alcaldía de Compromís en Valencia, que se ha convertido en la obsesión del argumentario ciudadano, les han ayudado. En los recientes comicios municipales la marca se quedó congelada -mismos asientos, casi los mismos votos- respecto a sus resultados de cuatro años atrás. Y eso que el PP, su enemigo natural, se ha dejado un 20% de los votos por el camino.
No ha ayudado tampoco que a la controvertida Carolina Punset le sustituyera como candidato un mucho más popular Toni Cantó. Ni que las críticas internas -las primeras- que la propia Punset y su pareja, el también exciudadano Alexis Marí, hayan sido eliminadas de la ecuación. Ciudadanos no arranca y básicamente se debe a una sola cosa: repetir la fórmula que el PP usó durante dos décadas ya no vende.
De hecho el discurso de Ciudadanos en la región tiene mucho que deber al desembarco de Cantó como candidato regional, toda vez que desembarcó tras huir de UPyD y pasar algunas legislaturas en el Congreso.
A su llegada manifestó que el discurso de la formación en Les Corts iba a cambiar, y así lo hizo: empezaron a bloquear iniciativas, a endurecer posturas y a repetir eslóganes propios de décadas anteriores acusando a Compromís de ser independentistas y catalanistas, al tiempo que acusaban al Govern socialista de ser indigno por gobernar en España gracias a los votos de EH Bildu.
Ciudadanos se contagió en la Comunidad Valenciana de las obsesiones que han ido cundiendo en el partido nacional. No sólo giró a la derecha, sino que volvió a agitar viejos espantajos: la enseñanza del valenciano en los colegios, las supuestas injerencias de la televisión catalana en el territorio, la escalada de tensión soberanista y sus supuestos ecos en la región...
Si bien es cierto que los resultados autonómicos de la marca fueron mejores que los de cuatro años atrás -pasaron de 13 a 18 escaños-, el resultado supuso un sonoro fracaso. Los peores resultados para los populares en toda su historia han seguido dejándoles por encima de Ciudadanos tanto en escaños como en votos.
La formación aspiraba no ya a ser la más votada si conseguía sumarse a los simpatizantes descontentos del PP, sino al menos a superar a una formación en picado tras ser devorada por la corrupción y pasar el trago de disolverse y refundarse a través de una gestora. Ni con esas.
En las lecturas internas podrán achacar su estancamiento a que todo lo que el PP perdió se le fue por la derecha, porque Vox emergió con diez escaños. O a que el contexto nacional ha favorecido al bloque de izquierda gracias a la pujanza socialista. Pero hay una clara señal de alerta en el horizonte: el PP, aun estando derrumbado en la lona, ha recuperado Alicante.
La que fuera cuna del Zaplanismo marca, quizá, el final de la travesía popular en el desierto dos legislaturas después de la última mayoría absoluta de Francisco Camps. Quién sabe si el desgaste de una segunda legislatura de socialistas y Compromís pudiera hacer el resto para contribuir a su recuperación. Si tal cosa pasara las cosas podrían venir aún peor dadas para los de Albert Rivera. Ya se sabe lo que pasa en un jardín cuando las demás plantas empiezan a crecer más que la tuya: acaban por taparte la luz del sol.