
"El yoga no es ciencia ni medicina, y nunca ha planteado curar ninguna enfermedad". Estas palabras recogen la contundente reacción de Yogui Feliz, alias profesional de una profesora de yoga de Madrid, ante la inclusión de esta disciplina en la 'lista negra' de pseudoterapias presentada por el Gobierno el pasado jueves.
En el marco de la campaña #conprueba, cuyo objetivo es luchar contra los tratamientos presuntamente sanitarios que carecen de toda evidencia científica, los ministros de Ciencia y Sanidad, Pedro Duque y María Luisa Carcedo, respectivamente, pusieron sobre la mesa el trabajo realizado en los últimos meses: una 'lista negra' de 73 técnicas consideradas pseudoterapias por la inexistencia de soporte científico alguno que garantice su eficacia y seguridad, y otras 66 que aún se encuentran en fase de evaluación. Entre las primeras quedan enumeradas prácticas como los cristales de cuarzo, los cuencos tibetanos, la hidroterapia de colon, el feng shui, la numerología o la terapia regresiva. En la lista de aquellas técnicas aún por estudiar, han aparecido algunas tan populares en la actualidad como el yoga, la meditación o el pilates, lo que ha suscitado cierta controversia. ¿Puede ser el yoga una pseudociencia cuando nunca ha pretendido ser ciencia?
La definición esgrimida desde ambos ministerios es cristalina: una pseudoterapia alude a "sustancias, productos, actividades o servicios con pretendida finalidad sanitaria que no tenga soporte en el conocimiento científico ni evidencia científica que avale su eficacia y seguridad". Fue la encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología realizada en 2018 la que disparó la preocupación entre las autoridades sanitarias, al revelar que casi un 20% de los ciudadanos había utilizado en alguna ocasión tratamientos de salud alternativos como la homeopatía o la acupuntura. Esto puso de manifiesto que recurrir a terapias ajenas al sistema de salud no se trataba de una corriente residual.
Sin embargo, profesionales de disciplinas como el yoga no comprenden la mezcolanza que caracteriza la lista elaborada por la Red Española de Agencias de Evaluación de Tecnologías Sanitarias (Redets). "Creo que hay mucho desconocimiento y que están confundiendo las cosas desde la ignorancia", opina la profesora de yoga arriba citada que atiende a elEconomista. Pedro Cascos, docente en yoga y en meditación y practicante de la disciplina desde hace 15 años, también se muestra sorprendido al ver el yoga entre la cromoterapia o las constelaciones familiares. "Es bastante discutible; el yoga es una disciplina de más de 5.000 años de antigüedad", argumenta.
El yoga no cura enfermedades pero sí tiene beneficios físicos
Yogui Feliz asegura que no calificaría esta práctica como una terapia, ni la recomendaría como curación para ninguna enfermedad física ni mental. Eso sí, defiende que el yoga tiene beneficios relacionados con la sensación de calma en cuerpo y mente, ayuda a frenar el estrés, mejora la postura física y mantiene en equilibrio los niveles de serotonina. Cascos se suma a esto y apunta que "ya está muy demostrado que la práctica del Hatha Yoga flexibiliza el cuerpo". "Cualquiera que lo practique dos o tres veces en su vida podrá darse cuenta, y por eso la gente continúa practicándolo durante años", ejemplifica.
En cuando a la meditación, disciplina que también enseña, el docente esgrime que cada vez hay más estudios que prueban sus consecuencias positivas para el cerebro: "Hay estudios y libros publicados al respecto que no son charlatanería". Incluso recuerda que en escuelas de EEUU la meditación ya está incluida en los programas de educación como una asignatura más que favorece el desarrollo de los adolescentes.
"Es una disciplina de crecimiento y de evolución personal, que se desarrolla también a nivel espiritual", explica. Su compañera subraya que, en Occidente, el yoga que se conoce es el más puramente físico, el que se fue extendiendo a partir de los años 60, pero éste solo representa una parte pequeña de lo que es una tradición milenaria que nunca fue planteada para curar ninguna enfermedad ni para sustituir a la medicina. Esto mismo sucede con otras disciplinas incluidas en la lista, como la biodanza o el tai chi.
Queda pendiente la reflexión de si es útil cuestionar disciplinas que nunca tuvieron relación con la ciencia antes que a las personas que sólo las usan para vender humo
Los ministros de Sanidad y Ciencia se esforzaron en aclarar que no pretenden prohibir nada, sino aportar a la ciudadanía información veraz y científica sobre la eficacia de prácticas que pueden ser ofrecidas como tratamientos sanitarios sin evidencia alguna para que las personas decidan con un criterio más formado. Entre sus objetivos, prima velar por la salud de las personas, especialmente de aquellas enfermas que la ponen en riesgo para probar técnicas sin base científica probada. Según un artículo publicado en Journal of the National Cancer Institute, las llamadas 'medicinas alternativas' multiplican por tres, por cuatro y hasta por cinco el riesgo de muerte en pacientes de cáncer, y una investigación ha probado que el uso de remedios naturales reduce la efectividad de algunos medicamentos.
El Gobierno se ha lanzado a acotar un problema que, indudablemente, puede acarrear consecuencias muy graves para la salud de las personas. Afinar el tiro y depurar una lista en la que conviven prácticas físico-deportivas con terapias psicológicas clásicas y excentricidades de toda clase queda como tarea pendiente. Y la reflexión sobre si es útil cuestionar disciplinas que nunca tuvieron relación con la ciencia antes que a las personas que sólo las toman como excusa para vender humo.