El hasta ahora portavoz del PP en el Parlament y presidente provincial del partido en Tarragona, Alejandro Fernández, fue proclamado oficialmente este fin de semana como nuevo líder de los populares en Cataluña. Fernández llegaba al XV Congreso extraordinario del PP catalán sin ninguna candidatura opositora y con el apoyo de más del 98 por ciento de las bases del partido. Es un buen inicio para alguien que tiene varios retos por delante, especialmente en relación con la recuperación electoral del partido en la comunidad, donde ha sufrido un acelerado declive durante el procés. El mismo Fernández ya reconoció al presentar su candidatura a dirigir el PP catalán que la presidencia autonómica del partido "no es el lugar más plácido del mundo", y razón no le faltaba, a la vista de la agitada historia de la formación en Cataluña.
Tras no concurrir a las primeras elecciones autonómicas de 1980, el PP (primero como Alianza Popular) tuvo una discreta representación en el Parlament durante los ochenta, bajo el liderazgo de Jorge Fernández Díaz. A partir de la llegada de José María Aznar a la dirección nacional del partido, se cuestionó que la línea de los populares en Cataluña había sido demasiado contemporizadora con los sucesivos gobiernos de CiU, y en 1991 se aupó a Alejo Vidal-Quadras, partidario de una mayor beligerancia contra el nacionalismo catalán, al frente del PPC.
No obstante, la llegada de Aznar a la Moncloa en 1996, tras el Pacto del Majestic alcanzado con CiU, supuso el arrinconamiento de Vidal-Quadras y la elección de una nueva dirección autonómica más moderada, encabezada por Alberto Fernández Díaz. El despegue electoral de los populares a nivel nacional a partir de me-diados de los noventa tuvo su reflejo en Cataluña, donde la formación se consolidó tanto en los comicios autonómicos como en los generales, en los que alcanzó el 22,8 por ciento de votos en las elecciones al Congreso de 2000, marcando su récord de apoyo en la comunidad y contribuyendo a la mayoría absoluta del PP en España.

Tras aquel éxito electoral, Aznar ungió al entonces ministro de Exteriores, Josep Piqué, como nuevo líder del partido, en un intento de disputar el espacio de centro derecha a CiU, cuyo proyecto político empezaba a dar síntomas de agotamiento, tras dos décadas en el poder. Piqué encarnó así el llamado giro catalanista del PP, que siempre contó con la oposición de una facción minoritaria del partido en la comunidad, encabezada por Vidal-Quadras.
El cambio estratégico de los populares en Cataluña cosechó unos resultados electorales mediocres y el giro catalanista fue diluyéndose al quedar el PP como el único partido en el Parlament contrario a la elaboración del nuevo Estatuto de Autonomía que empezó a gestarse en 2003.
La pérdida del Gobierno por parte del PP a nivel español y las discrepancias entre Piqué y la dirección nacional del partido, especialmente sobre la negociación del Estatut, significaron la caída en desgracia del exministro y su sustitución por Daniel Sirera en 2007, que fue relevado por la candidata oficialista Alicia Sánchez Camacho un año después, tras un Congreso muy tenso, en el que su opositora, Montserrat Nebrera, logró el 43 por ciento de los apoyos.
Mermado por el 'procés'
Con todo, Camacho logró los mejores resultados de los populares en el Parlament durante su mandato y se convirtió en un elemento clave para la gobernabilidad de la comunidad, tras pactar la aprobación de los presupuestos con CiU en 2011. No obstante, el escándalo de las grabaciones de La Camarga debilitaría su imagen hasta el punto que el partido prefirió apostar por un nuevo candidato en 2015, Xavier García Albiol, que había sido alcalde de Badalona (tercera ciudad de Cataluña) con un marcado discurso contrario a la inmigración. Bajo su liderazgo y en el apogeo del procés, el partido inició un rápido deterioro electoral, a causa de la progresiva concentración del voto constitucionalista en un nuevo partido de origen catalán, Ciudadanos.