
El arranque de esta convulsa legislatura, y los días pasados de la anterior -una legislatura en funciones, no sin olvidar, el abandono repentino de Pedro Sánchez de su escaño, y la vuelta al Congreso, esta vez investido de presidente-, hacen pensar que las claves que han servido de herramientas a los analistas políticos, hoy no funcionan. Se han quedado obsoletas. Entonces pocos previeron tamaño tsunami.
Ni siquiera dos años después han sentido el calor abrasador de una moción de censura que se colababa y dejaba a Rajoy en los extramuros de La Moncloa. Por eso, resulta complicado entender este proceso inédito en el que se haya inmerso el PP.
Cuando Rajoy decidió colgar los hábitos, el común de los mortales confiaba en la llegada de Alberto Núñez Feijóo. Pero El Mesías -como algunos le llaman-, no solo no vino, sino que dejó colgado de la percha a la gran mayoría de afiliados, simpatizantes y dirigentes, ahondando la orfandad de los populares.
Horas antes de que el gallego anunciará su rotuno 'no', alguien con olfato debió poner en preaviso a Pablo Casado, con el que nadie contaba en las quinielas en las que Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal se erigían como claras aspirantes. Y, nuevo error de intepretación política. En contra de los pronósticos, el diputado de Ávila se acercaba a los resultados de la exvicepresidenta en la primera ronda, al tiempo que lograba imponerse a los resultados de la última secretaria general. En efecto, contra todos los pronósticos.
De manera inesperada, frente al tedio de una campaña unitaria como postulaban las viejas glorias del partido, muchos de los que peinan canas, hemos presenciado una campaña real entre dos candidatos, con todos los componentes de la rivalidad política. Por primera vez en el PP, hemos visto gráficos, porcentajes, redes sociales trabajando a toda pastilla, calle y más calle, y medios y más medios de comunicación. Además, un movimiento que parecía dormido se ha revelado del letargo. Así que, ante hechos inéditos, ¿puede que haya consecuencias inéditas? ¡Qué se lo pregunten a Pedro Sánchez!