Política

Rajoy pierde la moción, pero opta por el refugio de su escaño en el Congreso

Mariano Rajoy, durante el debate de moción de censura. Foto: Efe.

Contra muchos pronósticos, el presidente del Gobierno perdió este jueves la moción de censura presentada por el Partido Socialista y defendida por el candidato Pedro Sánchez. El indispensable apoyo de los cinco diputados del PNV, finalmente por "ética y responsabilidad", dijo el portavoz jeltzale, se fue a las filas socialistas, en detrimento de Mariano Rajoy, quien ha decidido, según fuentes gubernamentales y la dirección del Partido Popular, continuar en su escaño y refugiar su liderazgo en la oposición, haciendo por otra parte oídos sordos a la última "sentencia no firme de la Gürtel y con el voto en contra de uno de los tres magistrados", y que este miércoles, y de manera inesperada, cerró buena parte de su carrera política.

Rajoy -sostiene su círculo allegado- no ha pensado en ningún momento dimitir, ni tampoco nadie se lo ha pedido, porque dimitir exigiría un Gobierno en funciones, una presentación de candidaturas ante el Rey -igual que en 2015 donde el PP necesitó casi nueve meses para volver a La Moncloa-, y a la postre Pedro Sánchez acabaría ganando a cualquier otro candidato de los populares, incluida Soraya Sáenz de Santamaría, y ello sin descartar la incertidumbre y la falta de confianza que para España tiene retornar a una situación como aquella.

Es más, apuntan desde el PP, si el dirigente gallego dimitiera, en el fondo se lo estaría poniendo más fácil al secretario general del Partido Socialista. "Que nadie se engañe -subrayan los populares- la dimisión de Rajoy no arreglaría nada".

Mucho antes, pasadas las diez de la mañana, el presidente subía a la tribuna y respondía a José Luis Ábalos, secretario de Organización del PSOE, de quien llegó a compadecerse por tener el arduo papel de defender una moción tan irresponsable como la de Sánchez.

Con buen tono y excelente forma, Rajoy fue desmontando el fundamento de la sentencia de Gürtel para rechazar la moción de censura que acabó con una estancia en Moncloa que se ha prolongado durante seis años, cinco meses y diez días.

Los Presupuestos y la palabra

Pero el encuentro intelectual y político, el de gran calado, llegó con Pedro Sánchez a quien le formuló 10 preguntas de las que no obtuvo ninguna respuesta, salvo que mantendría sus Presupuestos, haciendo un guiño al PNV. "Gloriosa", fue calificada la actitud del socialista con el aplauso de Cristóbal Montoro. Por cierto que el Gobierno ya teme que Sánchez no cumpla los acuerdos alcanzados con él, en el caso de reeditar el artículo 155 en Cataluña.

Según la mayoría de analistas, Mariano Rajoy fue el triunfador del encuentro, mientras Sánchez se atropellaba, a veces, y seguía sin dar explicaciones de su programa más allá de grandes epígrafes. Pero de poco servían la calidad de los argumentos. La miga del debate estaba fuera del salón de Plenos. Aitor Esteban (PNV) abandonaba su silla y José Luis Ábalos le emulaba, mientras el todavía presidente del Gobierno contestaba en un segundo turno a Sánchez. Mantenía el ingenio el presidente, colocaba el espejo de las contradicciones al dirigente socialista, le glosaba la retahíla de frases pronunciadas contra Podemos, contra ERC, contra PDeCat, y hasta el día que llegó a decir que Quim Torra era como Le Pen, pero... era en balde. En efecto, PNV y PSOE ya habían amarrando la moción de censura contra Rajoy, expandiendo un halo de confianza entre los socialistas.

Por contra, en el PP cundía el desconsuelo. Se perdía todo, pero intentaban autoconvencerse de que el buen discurso del jefe, el mismo que elogió Joan Balldoví, de Compromís, era suficientemente disuasorio como para conquistar al PNV.

Claro que Rajoy lo vio de otro modo. Concluyó sus intervenciones. Manteniendo el tipo, saludó al respetable, como el torero que se corta la coleta y se despide de su afición. Contenido, agarró su maleta y dejó el hemiciclo para acudir a un restaurante, en el que se parapetó desde un gastronómico puesto de mando, mientras otras voces aseguraban que el presidente ya se había marchado a Moncloa. Ahí se mascó el cambio de ciclo. Y es que se sabía que el voto del PNV era difícil de cambiar. Según fuentes políticas, la discusión entre el flanco empresarial y el ideológicamente más soberanista, representado por Joseba Egibar, hacía irreconciliable un apoyo a Rajoy. Bastantes culebras se habían tragado algunos con el 155.

Curioso, porque en medio de la tempestad, una alta fuente del Ejecutivo convenía a la prudencia. "Esperemos, esperemos", confiaba. Porque de otro modo, lo que consumara la paradoja es que el Gobierno de Sánchez y el de Torra tomarán posesión el mismo día de la semana.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky