
La renovación de todos los miembros independentistas de la Mesa del Parlament pone de manifiesto que en JxCat y ERC ha cundido la idea de que, si finalmente Carles Puigdemont consigue ser investido, llevará de nuevo a las instituciones catalanas a un choque con el Estado. Una deriva que ha provocado la espantada de los dirigentes que ocuparon cargos de responsabilidad la pasada legislatura -envueltos ahora en complejos procesos judiciales- y la dificultad de que otros quieran asumir funciones que les expongan a nuevas ilegalidades.
Las filas separatistas están experimentando así un relevo generacional, forzado por la preocupación de sus dirigentes. Así se explica el ascenso de Roger Torrent, de tan solo 38 años, a la presidencia del Parlament, un cargo tradicionalmente reservado para figuras de mayor trayectoria y simbolismo. No será la última designación que sorprenda por su juventud si triunfa la opción Puigdemont.
Carme Forcadell no escondió, cuando anunció su renuncia a repetir al frente de la Cámara catalana, que su situación procesal era un elemento determinante para su decisión. "La presidencia debe ser para una figura libre de procesos judiciales", aseveró en una rueda de prensa, en la que confesó que sus abogados le habían recomendado dar un paso al lado. No en vano, se encuentra en libertad condicional, pero bajo la advertencia de que volvería a prisión -provisional- si reincide en algunas de las actuaciones investigadas en la causa contra el procés.
Un aviso que también recibieron el resto de miembros de la Mesa que facilitaron los planes separatistas -Lluís Corominas, Lluís Guinó, Anna Simó y Ramona Barrufet, todos en libertad provisional- y que explica el perfil del resto de cargos que los republicanos y JxCat han presentado para ocupar la vicepresidencia y las secretarías: caras nuevas, sin procesos judiciales y de inquebrantable voluntad separatista.
Alargada lista de bajas
La negativa de Forcadell a repetir como presidenta del Parlament no es la única baja que ha registrado un independentismo que, sin embargo, se presentó a las elecciones con el argumento de que se pretendían restituir las cesiones y los cargos cesados a través del artículo 155. De hecho, todos los excargos imputados se enrolaron en las listas republicanas o en la del Puigdemont.
El inesperado triunfo del expresident truncó los planes de ERC y del PDeCat de reconducir el procés hacia vías dialogadas. El republicano Carles Mundó fue el primero en anunciar su renuncia a la vida política para retomar su actividad profesional.
Los recientes abandonos se suman a los producidos en julio de 2017, cuando Puigdemont remodeló el Govern para sustituir a los exconsellers que no compartían su hoja de ruta unilateral.