Atribuido a Muhammad Ali: "La pelea se gana o pierde muy lejos de los testigos, mucho antes de que me vean bailar bajo estas luces." Algo similar está ocurriendo en las elecciones catalanas. El campeón, al menos, contaba con la ventaja de que tenía a su adversario en el mismo ring.
Los partidos catalanes también se enfrentan a sus rivales, pero la dinámica de bloques pone a sus verdaderos enemigos en el mismo espacio que cada uno necesita para lograr mayoría. Las ocurrencias propagandísticas que llenan titulares, entrevistas, programas electorales, promesas que no se cumplirán y que apartan la mirada del verdadero conflicto, más soterrado: la pelea dentro de cada bloque por ser la lista más votada. Ciudadanos roba al PP el 46% de sus votantes en las elecciones catalanas de 2015.
En el independentista esa pugna ha impedido repetir la coalición electoral de 2015. El mismo día de la DUI el president y el vicepresident ya no se hablaban. Se había iniciado la guerra por ser la fuerza de referencia dentro del independentismo. La CUP negándose a un programa de mínimos, el PDeCAT barrido por la lista del president y ERC apostando por crear dos gobiernos: uno simbólico en el "exilio" y otro, el real, en Barcelona; "Todo por Puigdemont, pero sin Puigdemont". Los independentistas se tienen que adaptar al cambio de escenario tras el fracaso del procés y el rechazo europeo. Acatado el 155, las esencias se han evaporado y tratarán de marcar de cerca la agenda de los Comunes para evitar la más leve fuga de votos hacia la ambigüedad.
En el otro bloque, Ciudadanos no tiene quien le escriba, marcado por su percepción de derechas consagrada en el CIS y percibido como enemigo de Cataluña no sólo en la esfera soberanista. El "experimento Iceta" es lo más llamativo de esta situación al intentar abanderar ese voto nacionalista que puede tener cabida dentro de la Constitución. El líder socialista ha montado una operación a la que no se le puede negar que sea novedosa en un escenario impredecible. Una alianza de emergencia colmado de ocurrencias en busca de una integración para hacer frente a la enorme polarización producida por el procés. Ciudadanos quiere que el bloque haga presidenta a Arrimadas. Los populares quieren investir a Iceta y el PSC quiere sumar cualquier apoyo.
El show mediático estará marcado, por tanto, por los conflictos internos y los efectos de la Justicia. Sin propuestas para soluciones estructurales y de cohesión a medio plazo, mas bien con políticas de Twitter, gobernadas por ocurrencias del momento, y una multitud de encuestas y estudios que inducen a un trasvase mínimo de votos obviando que nos encontramos ante unos comicios extraordinarios, en los que cualquier vaticinio electoral será mera especulación.