Política

El nacionalismo vasco, pendiente de Cataluña: ¿habrá un segundo frente independentista?

Foto: Pixabay.

El exlehendakari Carlos Garaikoetxea confesaba en una entrevista a Guztiak, un libro sobre el final de ETA, que el PNV contemplaban atónitos lo que pasaba en Cataluña. Él, que militó durante años en las filas nacionalistas y hoy forma parte de la coalición de EH Bildu, conoce bien el motivo de la sorpresa: PNV y Convergència han sido formaciones hermanas, parte de un nacionalismo moderado de corte conservador que batallaba por cierta autonomía a través de su capacidad de influencia en el Congreso.

Cuando Artur Mas decidió romper la baraja lo hizo en todos los sentidos. No sólo acabó por dinamitar CiU, una coalición que había durado años, sino también reubicó políticamente a su propia formación. Es más, reubicó el debate político catalán: eligió hacer frente común con ERC, otra formación soberanista pero de signo ideológico contrario, por lo que la contienda dejó de ser 'izquierda contra derecha' para convertirse en 'nacionalismo catalán contra nacionalismo español'.

Las formaciones políticas no suelen vivir cambios políticos tan profundos, y menos en tan poco tiempo. Eso trae dos consecuencias: la primera, que CDC lleve años al borde de la implosión interna; la segunda, que Cataluña esté en una situación en la que nunca se ha llegado a ver Euskadi.

Así, en el País Vasco el debate independentista siempre ha sido más evidente, pero la violencia de ETA y la ilegalización de la izquierda abertzale contribuyeron a alejarlo del foco político. La mayor escalada en ese sentido fue el Plan Ibarretxe, que se aprobó con mayoría absoluta en el Parlamento Vasco y fue tumbado en el Congreso. Y ahí, sorprendentemente, acabó todo.

Ahí reside la gran diferencia con Cataluña: aquel PNV, el más soberanista de la historia reciente, se plegó a la legislación nacional y cejó en su empeño cuando los representantes de todo el país se opusieron. Puigdemont y sus socios, por su parte, han llevado a cabo el camino contrario: han pasado años pidiendo competencias al Estado para poner en marcha su plan, y al no obtenerlas han apelado al derecho a decidir como arma. La idea es que no sea toda España la que decida sobre el devenir de Cataluña, sino que sean sólo los catalanes quienes lo hagan. Y ahí se ha dado la ruptura con la legalidad y se ha generado el conflicto.

Esa sería la explicación más o menos sencilla de las diferencias entre los procesos nacionalistas vasco y catalán. La pregunta, sin embargo, es si la situación en Cataluña no podría cambiar el devenir de los acontecimientos en lo que respecta al País Vasco y abrir un segundo frente para el Gobierno que acabara por desestabilizar la situación.

¿Puede reactivarse el independentismo vasco?

Lo de Cataluña ha sorprendido a muchos por el giro de Convergència, pero no por las posiciones de ERC o las CUP. A fin de cuentas, Esquerra participó dos veces del Govern y acabó votando en contra del Estatut de 2005, el que tumbó el Constitucional, porque no satisfacía sus pretensiones. El independentismo no era un tema tabú en Cataluña, sino simplemente menor: apenas el 10% de la población defendía esas posiciones hace unos quince años.

En Euskadi la situación era diferente: no es que el independentismo fuera un tabú, sino que el debate político no era sólo político porque dos cuestiones lo empañaban. Por una parte, el hecho de que la izquierda abertzale –la única fuerza independentista del espectro vasco- estuviera ilegalizada; por otra, más evidente, que ETA siguiera activa y matando.

Ahora la situación es distinta: la izquierda abertzale regresó hace seis años a las instituciones, y participa con normalidad de ellas, habiendo ganado importantes alcaldías, diputaciones y hasta escaños en el Congreso y el Senado. ETA lleva casi el mismo tiempo inactiva, y más aún sin matar ni actuar. La política, por fin, ha vuelto a Euskadi. Sin embargo ha habido otros cambios importantes, como el surgimiento de Podemos.

En un sentido práctico podría decirse que la alineación de CDC y ERC en Cataluña sería comparable a la alineación entre PNV y EH Bildu. Ideológicamente son polos irreconciliables, pero en la lógica 'nacional' podrían encajar. No ahora, claro, pero sí con otras versiones más duras del PNV, como aquel que puso en marcha el 'Plan Ibarretxe'. Urkullu, sin embargo, no es Ibarretxe, ni Egibar. Y los representantes vascos de la vía nacionalista institucional no son capaces de sentarse a negociar con los antisistema de las CUP en su (más o menos) versión vasca.

De la unión de CDC y ERC resulta una mayoría importante, pero insuficiente si se moviliza al sector (llamémosle) españolista. Hay en medio una vía que ambos lados necesitan sumar para inclinar la balanza: tanto la visión federalista del PSOE como la reformista de Podemos. En Cataluña el PSC se ha colocado inequívocamente del lado estatal (e igualmente sucedería en Euskadi), mientras que Podemos se ha fracturado en ambas direcciones.

A diferencia de lo que sucede en Cataluña, en Euskadi el debate nacionalista (en sus distintas gradaciones) se divide entre tres grandes fuerzas que juntas, ahí sí, sumarían una mayoría abrumadora hoy en día. Pero no están por la labor. El PNV ha vuelto a la lehendakaritza gracias a que el voto nacionalista de izquierda se ha dividido entre EH Bildu, que recoje a los independentistas más radicales, y Podemos, que recoge a una masa importante de izquierdistas no necesariamente nacionalistas y gente que votó a Bildu en ocasiones anteriores por su vuelta a las instituciones pero que no necesariamente apoyan sus postulados. En esa tríada está la clave.

El PNV vive preso de su dicotomía: iba a apoyar los Presupuestos del PP en el Congreso, pero debe vigilar a sus rivales internos. Lo primero iba a hacerlo a cambio de ventajas estratégicas, como llevarse el mérito por el acercamiento de presos a las cárceles vascas. Eso, que sería una victoria frente a EH Bildu, ahora peligra porque apoyar al PP tras su gestión de la cuestión catalana dotaría a sus rivales de un poderoso argumento.

EH Bildu por su parte combate desde hace dos años contra Podemos por un electorado fronterizo. Radicalizar sus posturas lo pone en riesgo, pero afecta a sus bases; relajarse da alas al PNV. Mientras, acompañan y aplauden al soberanismo catalán y lo señalan como el camino a seguir. Arnaldo Otegi hablaba hace unos días de la vía confederal como opción para la independencia. Para ellos es tremendamente complicado convertirse en un partido hegemónico, como sí puede hacer ERC en Cataluña, por su legado. Pero su debate es el que es y siguen fieles a él.

La tercera pata de la mesa la compone Podemos. Es, a la vez, el freno de EH Bildu y una amenaza para el PNV. El hecho de que hayan sido capaces de ser la fuerza más votada tanto en Euskadi como en Cataluña es un serio aviso a sus rivales, aunque la polarización del debate sobre el independentismo les afecta. La 'vía Zaragoza', consistente en encabezar un polo nacionalista para hacer frente común para pedir reformas en la Constitución es si duda su mejor baza, habida cuenta de que los socialistas, sus aliados naturales, no terminan de estar por la labor.

Así las cosas, el nacionalismo vasco vive dividido entre tres realidades distintas, con tres estrategias distintas y tres visiones distintas. Unas, de hecho, niegan las otras. Mientras esa convergencia que se ha dado en Cataluña no se produzca en Euskadi, el Estado puede estar tranquilo. Sin embargo, si en algún momento la 'vía Zaragoza' tomara cuerpo Madrid tendría motivos para preocuparse: combatir en un frente puede ser difícil, pero combatir en dos puede volverse imposible.

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