
Pocos asuntos resultan tan tóxicos en la Comisión Europea como Cataluña. Su anterior presidente, José Manuel Durao Barroso, se arrugaba en el asiento y cambiaba el tono al ser preguntado por el tema, incluso cuando se pegaba a la respuesta convertida en salida de oficio del Ejecutivo comunitario. Es un asunto interno de España, y si Cataluña corta amarras se pondrá a la fila en el proceso de adhesión a la UE, según se repite en Bruselas como el catequismo.
Pero a las instituciones comunitarias les resultará complicado esquivar el desafío independentista en este arranque de curso, como comprobó al final de la pasada semana el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. El luxemburgués preguntó a sus comisarios por los temas más candentes en el debate nacional de sus países de origen. El objetivo: preparar su discurso sobre el Estado de la UE, que pronunciará ante el pleno del Parlamento Europeo el próximo día 13 de septiembre. Al llegarle el turno a Miguel Arias Cañete, el español destacó el asunto catalán, además los ataques terroristas perpetrados en Barcelona.
Sin embargo, Juncker no tiene intención de asomarse a la disputa entre Madrid y Barcelona, y menos aún hará ninguna referencia en su discurso. La aprobación de la ley de transitoriedad por el Parlamento catalán tampoco alterará la distancia de seguridad que busca mantener Bruselas con el desafío independentista, cuentan fuentes comunitarias.
"Juncker siempre ha dicho que es un abogado de familia, no de divorcios", comentan las mismas fuentes.
Otros en la maquinaria comunitaria no evitarán la escalada del Gobierno catalán en vísperas del referéndum convocado para el 1 de Octubre. El jefe del grupo del PP Europeo en la Eurocámara, Manfred Weber, cargará contra la decisión de la Generalitat de poner urnas para votar por la independencia la semana que viene, en vísperas del discurso de Juncker, según comentan fuentes de su entorno.
El último tramo del mandato del luxemburgués quedará marcado no obstante por un divorcio, el Brexit. La salida del Reino Unido de la familia comunitaria también sirvió para abrir la reflexión sobre la necesidad de profundizar la unión entre los 27 estados miembros restantes. Tras lanzar el debate sobre el futuro de la UE el pasado marzo, para el que presentó cinco opciones, Juncker presentará una nueva alternativa, su escenario ideal, y que se ha guardado hasta ahora "para que no fuera matado antes de nacer", según confesó a los embajadores nacionales ante la UE la semana pasada.
Según explican fuentes de su equipo, el jefe del Ejecutivo comunitario es consciente de que el curso político que inaugura este discurso supondrá prácticamente su última oportunidad para dejar su impronta en el proyecto comunitario. Por eso, más que preocuparse por apuntalar su legado con una nueva batería de propuestas (que sobre todo llegarán en documentos adjuntos), su principal objetivo con su reflexión sobre el estado de la UE será dibujar su visión para la familia comunitaria, sobre todo para los socios del euro.
No le hace mucha gracia crear un presupuesto para la eurozona que cree más barreras artificiales entre los países que comparten el euro y los que no, aunque no rechaza la idea de un superministro de Finanzas para la zona euro. Tampoco cree que un Fondo Monetario Europeo tendría que servir para mantener controladas las cuentas europeas, tal y como quiere Alemania, aunque tampoco debe de servir solo para ofrecer nuevas transferencias fiscales.