
El impacto político y mediático de la declaración de Mariano Rajoy en el juicio del caso Gürtel arrasa cualquier aspiración de que ésta se desarrolle como la de un testigo más. Sobre el papel así debería ser, puesto que la ley no prevé ninguna especificidad por el hecho de que sea presidente del Gobierno, pero lo cierto es que la dimensión del acontecimiento condiciona la actitud de todos los actores en juego. Además, la retransmisión en directo por televisión de lo que suceda en la Sala de la Audiencia Nacional tendrá un efecto multiplicador en la presión a la que estarán sometidos.
En primer lugar debe tenerse en cuenta que Rajoy acude en calidad de testigo. Esto quiere decir que, a efectos del Tribunal, no existe sospecha alguna de participación delictiva en los hechos juzgados. Las preguntas que se le formulen, por lo tanto, no pueden pretender demostrar su culpabilidad, ya que esa cuestión no está sobre la mesa.
La Ley de Enjuiciamiento Criminal impone a los testigos la obligación de decir la verdad. Únicamente estaría dispensado de hacerlo acerca de las preguntas que puedan perjudicar a un pariente, su cónyuge o sus hermanos. No es el caso.
Si Rajoy mintiera -y se acreditara-, se enfrentaría a un delito de falso testimonio, sancionado con hasta dos años de prisión.
Como testigo, asimismo, no puede seleccionar las preguntas a las que contesta o negarse a responder, un derecho está reservado en exclusiva para los acusados.
En el hipotético e improbable supuesto de que el presidente del Gobierno respondiera algo que le incrimina, no pasaría a sentarse en el banquillo de los acusados. En la instrucción sí puede darse un cambio en el estatus procesal de una persona a la que se cita para ser interrogada, pero esta pieza del caso Gürtel está ya en la fase de juicio oral, por lo que tendría que abrirse una causa separada contra Rajoy e iniciarse una nueva investigación.
Vigilancia de preguntas y respuestas
Durante el interrogatorio resultará clave el papel del presidente de la Sala, el magistrado Ángel Hurtado, quien, por cierto, fue el único de los tres miembros del tribunal que se opuso a que Rajoy tuviera que acudir a la Audiencia. Durante el juicio, sólo él tomará la palabra y ordenará el interrogatorio.
La ley le exige que no permita las preguntas "capciosas, sugestivas o impertinentes", sin embargo, la aplicación en la práctica de esta misión no es sencilla. Especialmente sí, como se prevé, el interrogatorio de la acusación popular, ejercida por la Asociación de Abogados Demócratas de Europa (Adade), es de alto contenido político y trata de situar a Rajoy entre la espada y la pared.
Si el magistrado invalida una pregunta, el autor de la misma puede protestar y pedir que ésta conste en acta con vistas a un posible recurso de casación. El presidente de la Sala también puede reconvenir al propio Rajoy si se muestra evasivo o intenta zafarse de responder. En general, los magistrados tienen un papel bastante activo en los interrogatorios.
Sin duda, el propio Hurtado será consciente de que él también será examinado durante la jornada. Por un lado, debe evitar que el interrogatorio a Rajoy se convierta en un circo más dirigido a mostrarle como un acusado que como un testigo; pero, por otro, una actitud demasiado protectora puede trasladar la sensación de que le trata como un privilegiado.
Una vez comience a testificar Rajoy, el primer turno de preguntas corresponderá a la parte que propuso al testigo -Adade-, después le ofrecerá la palabra al Ministerio Fiscal y al resto de acusaciones, y, finalmente, a las defensas.