Política

Rajoy también cumple con la profecía: el PP ya tiene a otro 'ex' incómodo

En la imagen, el expresidente Mariano Rajoy. Foto: Efe.

Todo cambio ofrece resistencia, sobre todo en política. Y el PP, que ha vivido muchos cambios en poco tiempo, no iba a ser la excepción. El que fuera el partido más disciplinado y opaco de cuantos había acabó por abrirse en canal ante unas primarias inéditas y las consecuencias siguen tomando cuerpo año y medio después.

Todo empezó con la renuncia de Mariano Rajoy una vez fue derrotado en la moción de censura. El ya expresidente, discreto y poco dado a las salidas de tono, prometió retirarse en paz y dejar paso a la renovación. Dejaba tras de sí un proceso de democracia interna nunca antes visto en un partido que había vivido sólo de designaciones presidenciales. La contienda, como todas, abrió profundas heridas.

La primera, que se supo por primera vez que el partido no tenía -ni de lejos- la masa social de la que presumía. El proceso obligaba a elaborar censos, y una vez se destapó el secreto la fragilidad de la formación se hizo patente. Afuera aún ardían las llamas de los casos de corrupción que habían acabado por tumbar al Ejecutivo, y entre las barricadas Ciudadanos crecía a pasos agigantados en un viaje desde el centro que buscaba terminar en la conquista del electorado conservador.

La segunda herida fueron las primarias en sí, en las que combatieron cuatro proyectos que en realidad eran dos. A un lado Pablo Casado, el candidato al que Aznar hubiera ungido si hubiera sabido que Rajoy iba a ser exactamente el tipo que parecía que iba a ser cuando le designó. A otro, la exvicepresidenta y heredera natural de Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría. Los otros dos candidatos, María Dolores de Cospedal y José Manuel García Margallo, los enemigos acérrimos de ésta, que pugnaban primero por la herencia del marianismo y después por el partido.

La primera herida acabó por decantar el destino de la segunda. La deriva del partido, las complicaciones en Cataluña y la tibieza demostrada por un Rajoy más preocupado por gestionar que por liderar, dieron alas a Casado hasta la segunda vuelta. En una inverosímil alianza de enemigos, su propuesta acabó por derrotar a Santamaría, a la que se suponía sucesora inevitable. Y con ella, creían, al marianismo.

El retorno del marianismo

El primer PP de Casado recuperó, y de qué forma, las esencias del Aznar de su segunda legislatura. Consiguieron aguantar el pulso a Ciudadanos, al tiempo que les crecía un nuevo enemigo por la derecha, encarnado en Vox. Rajoy y Santamaría, tal y como habían prometido, se retiraron del escenario y dejaron hacer a los nuevos -y no tan nuevos-. Y así se mantuvieron incluso cuando decenas de sus fieles fueron barridos de las listas para dar cobijo a una nueva hornada de leales a Casado y los suyos.

La repetición electoral, sin embargo, dibujó un escenario distinto. Ya no era Ciudadanos el que amenazaba desde el centro, sino Vox el que amenazaba desde la derecha. Y como las encuestas auguraban para los de Rivera, la forma de combatir una amenaza no era emularla, sino diferenciarse de ella. Casado decidió entonces 'reabrir' las listas a destacados marianistas -Ana Pastor la más destacada- y bajarse de un monte que dejaron para las huestes de Santiago Abascal. La estrategia funcionó: el PP creció y Ciudadanos se derrumbó.

Pocos meses después Mariano Rajoy volvía al centro del escenario político. Lo hizo como lo hacen siempre los 'ex' en política, como Aznar hizo durante años con él en sus momentos más complicados: presentando un libro de memorias que diera pie a opinar sobre las cosas que dijo que no opinaría. Ya en la presentación mandó un aviso para navegantes: el PP no debía escuchar "a los doctrinarios" porque para buscar lo mejor para el país hay que hacer política "sin doctrinas ni orejeras". La nueva línea política, como pasa con los cambios, no contaba con su beneplácito.

Al día siguiente, en una entrevista en la Cadena COPE, fue aún más explícito con algunas de las decisiones tomadas por Casado y los suyos en política de pactos, en concreto con Vox: "Al populismo no se le gana con más populismo, sino con moderación". Y siguió: "Lo que no puede hacer uno es pretender ser lo que es otro, porque con el original se suele quedar la gente. Sobre todo si no lo eres. Frente al populismo y la demagogia, moderación, sensatez, sentido común y decir la verdad. Aquí y en todas partes. Yo, desde luego no soy como Vox".

Seis días después, en otra entrevista en Antena 3 describió al partido de Abascal como "un partido político con el que puedo coincidir, porque defiende la unidad nacional, pero yo soy del Partido Popular". ¿Y eso qué significa? Para él, según definió, en el PP "somos moderados, nos gusta la tolerancia, no nos gusta la intransigencia... y Vox está en otras historias". Dicho de otra forma: Rajoy considera que el PP de Casado se volvió populista, demagogo y una copia de un partido al que considera intolerante e intransigente.

Terminada la ronda de entrevistas tras la presentación del libro Rajoy volvía a aparecer en los medios, aunque por una circunstancia muy distinta -el fallecimiento repentino de su hermana menor-. Salvado este punto, y ante el inminente inicio de la legislatura, cabe preguntarse si la reaparición ha sido un mero ajuste de cuentas o un aviso a navegantes. Quizá el marianismo no haya dicho aún su última palabra y busque una nueva vida cuando las circunstancias lo permitan. Exactamente lo mismo que hizo Aznar en su día.

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