
La victoria de Pablo Iglesias en Vistalegre II fue tan rotunda que parece no dejar hueco alguno para la posibilidad de que siga la guerra. Cautivo y desarmado, el bando de Errejón entregó las armas y se rindió a la evidencia. "Estaré donde sea más útil", dijo el vencido; "en primera línea", dijo el vencedor.
Cabía esperar una purga, que es como se suelen dirimir las paces tras las guerras en los partidos políticos, pero en lugar de eso hubo una patada hacia arriba. Errejón dejará de ser portavoz en el Congreso, 'número dos' en el partido y a buen seguro se diluirá su presencia en los medios y la opinión pública. Sin embargo, Iglesias le ha hecho un regalo inesperado y envenenado: señalarle como cabeza de lista para las elecciones autonómicas madrileñas de 2019.
Vista desde fuera, parece la decisión ideal. Errejón tiene tirón como para poder ganar una plaza que controla el PP desde hace décadas, con lo importante que sería para la recuperación de Podemos hacerse con un bastión como ese. De paso, acalla las sospechas de purga, al tiempo que se quita de en medio a quien osó desafiarle. La política autonómica, aunque sea en Madrid, no tiene la presencia y el peso que tiene la nacional.
La oferta, sin embargo, no es nueva. Estuvo ya sobre la mesa hace algún tiempo, antes del intento de golpe de los errejonistas, cuando Iglesias apuntó esa hipótesis como forma de que Errejón se creara un perfil propio de cara a una futura sucesión. Pero la guerra estalló, y ya sólo podía quedar uno. Entonces, ¿por qué ese alarde de generosidad estratégica?
¿Voladura controlada?
La cuestión es que en realidad la solución podría no ser tal. Es más, quizá la designación de Errejón sea una estrategia a medio plazo para hacer lo mismo (purgarlo), pero de forma disimulada.
La clave de todo esto es que la decisión de Iglesias choca de frente con muchas cosas. Para empezar, con que en Podemos no se designan candidatos, sino que se eligen. Cabría pensar que si el ahora todopoderoso líder lo señala la elección está asegurada, pero nada más lejos de la realidad. En verdad Madrid fue el primer escenario de la guerra, y es territorio hostil para Errejón. El ahora secretario general autonómico, Ramón Espinar, fue quien derrotó a la errejonista Rita Maestre, así que el defenestrado 'número dos' no será bienvenido, ni la imposición, ni su equipo.
Para más inri, parte de esa victoria en Madrid se debió a la alianza entre el bando de Iglesias y los anticapitalistas. Como 'premio', ellos son quienes controlan ahora mismo la portavocía en la Asamblea de Madrid, que le fue arrebatada al bando insurgente tras su asonada. Es decir, Errejón tendría dos enemigos en uno.
En un escenario como ese, ¿votará el aparato madrileño a Errejón? Si Errejón fuera candidato a las primarias y perdiera nadie podría acusar a Iglesias de defenestrarle, o al menos no directamente. Cosas de la democracia interna. Si la cosa fuera al revés y efectivamente fuera designado y elegido, la cosa se podría complicar: podría haber un conato de rebelión en Madrid, que a todas luces iría contra Iglesias. A no ser que, en paralelo, se premiara a Espinar y los suyos con una cuota de poder de compensación -quizá en el ámbito nacional, aunque sin tener escaño eso se antoja complicado-.
Hasta ahí las sospechas, pero hay más escenarios posibles. Quizá Iglesias en realidad ha hecho todo esto con buena intención, respondiendo a los llamamientos de unidad de la militancia en Vistalegre. O quizá todo esto fue en realidad una jugada de Ramón Espinar, que habría filtrado la información precisamente para boicotearla.
Sin embargo, Errejón también tiene sus armas en Madrid. Para empezar, que la principal baza de Podemos en la región es el ayuntamiento de la capital, que gobierna en una de esas confluencias municipales en coalición con los socialistas. Y Errejón es el amo de las llaves de las buenas relaciones con parte de esas confluencias en general, y con los socialistas y Ahora Madrid en particular.
Manuela Carmena, la carismática alcaldesa, ha dicho que no repetirá, así que habría que buscarle sustituto... y -a priori- la mejor colocada con la lógica en la mano sería Rita Maestre, que es portavoz del consistorio y, a la postre, errejonista. El mayor cargo orgánico municipal de Podemos es del bando de Errejón.
Y de vuelta a las dudas: ¿votaría Madrid a Rita Maestre cuando fue la derrotada de las primarias contra su líder autonómico? Si la otra opción es dinamitar la confluencia municipal que inició la corriente y derrotó a la mismísima Esperanza Aguirre quizá el sector de Espinar haga de tripas corazón.
En cualquier caso, quizá la votación se maneje en otros términos. Hasta 2019 quedan dos años y hay algunas elecciones clave antes que pueden cambiar el panorama -las catalanas, la confluencia más importante, o las andaluzas, feudo de los anticapitalistas-. Y todo eso, en consecuencia, puede alterar los equilibrios de poder internos en Podemos. Queda partida por jugarse.