
Hace meses Pedro Sánchez marcó una línea en el suelo. A un lado, el PP y Bildu, según dijo él, al otro, el resto de partidos. El líder socialista avalaba a sus dirigentes territoriales para que pactasen con todos los partidos menos con esos dos. Transcurrido el 20D y a instancias de un rocoso Comité Federal, Sánchez ha modificado levemente las líneas: el PP y los partidos independentistas.
Esa hoja de ruta ha hecho que en todos estos meses de negociaciones Ferraz no haya ni querido oír hablar de sentarse en la misma mesa que el PP, pese a la insistencia de Ciudadanos. Sánchez y su equipo se han obstinado en una difícil cuadratura del círculo apoyada por Podemos y los de Albert Rivera sin pararse a pensar que negociando con los 'populares' una 'Gran Coalición' -termino acuñado a raíz del acuerdo entre la CDU y el SPD en Alemania- sí que podrían sacar algún rédito.
Como apunta el diario La Vanguardia, la dirección de Sánchez ha optado por el camino fácil y corto. El miedo a Podemos ha hecho que el PSOE tenga pavor a dejar desguarnecido su flanco izquierdo. Sin embargo, sentándose a negociar con el PP, pese al coste que podría tener esto en su electorado más escorado a la izquierda, los socialistas, más bien la dirección actual, podrían recuperar la centralidad del tablero.
En primer lugar, los socialistas podrían poner por delante su condición máxima: la 'cabeza' de Rajoy. Podrían vender como éxito apartar a un presidente del Gobierno ampliamente contestado ya sólo en su primera legislatura. Del mismo modo, además de introducir ministros socialistas en el Gobierno, harían que varios independientes entrasen en el Ejecutivo o incluso uno de ellos lo liderase. También se podría exigir que el presidente fuera un veterano del PP sin aspiraciones de futuro.
Se trataría de un Gobierno reformista con una duración de dos años. Otro argumento que el PSOE podría vender a favor, que es la de mover considerablemente la actual maquinaria del Estado. Esta postura, además, haría a los socialistas hacer acopio de poderes ahora desconfiados como parte de la prensa o el Ibex 35. Igualmente, los socialistas se harían más fuertes en la pugna por el centro político y amenazarían con abrir un butrón en el PP. Un agujero que intentarían socavar con la corrupción que rodea Génova.
En clave interna, el aparato de Sánchez contendría así la pujanza de Susana Díaz. La presidenta andaluza, ansiosa por coger las riendas de Ferraz, vería cómo sus distancias con Podemos, no tan claras en la actual dirección, ya no le servirían como reclamo ante aquellos que piden al PSOE un distanciamiento del partido de Iglesias.
No obstante, en vista de las últimas declaraciones, parece que todo el mundo da por descartado este acercamiento. De hecho, el propio Sánchez manifestó ayer que su negativa a negociar con el PP seguiría aunque Rajoy diese un paso a un lado o le ofreciese una Vicepresidencia y se extendería incluso después del 26J. Queda por ver si en estas semanas antes de la convocatoria electoral, Ciudadanos consigue al menos que PP y PSOE comparten, siquiera sea de cara a la galería, mesa de negociaciones.