
Después de la cal viva siempre llega la calma. Sobre todo si es viernes y nos queremos ir prontito a casa, que ya estuvo bien. Tras una semana de mandobles parlamentarios al más puro estilo Transición, es hora de recoger velas y consultar la previsión del tiempo en las próximas semanas, porque es probable que llueva política. Eso sí, no sin antes ticar el billete de vuelta de este viaje hacia ninguna parte en honor al movimiento que nos han regalado Pedro Sánchez y Albert Rivera.
Atrás queda el primer y previsible 'no' a la investidura del presidente de malabaristas reunidos. Resta ahora un descafeinado segundo acto programado para la tarde, antes de tomarse un respiro de fin de semana y meterse de lleno en la etapa decisiva de la masterpiece de la nueva política, con la irremediable sensación de que los protagonistas ya saben lo que va a pasar en el siguiente episodio. Debe ser que con tanta luz y taquígrafos el electorado se ha quedado deslumbrado.
Impostados a golpe de tribuna, los discursos de manual de storytelling ?esa voz inglesa que significa más o menos 'relato' y queda de la leche pronunciada con la mano en el mentón- se han movido estos días en el terreno políticamente convulso propio de la intrincada aritmética parlamentaria dentro y fuera de las fronteras de cada formación política. Llegados a este punto, el segundo intento de la investidura imposible se parecerá más a una de esas películas de domingo, a la hora de la siesta, en las que siempre pasa lo mismo a pesar de que los actores y el argumento sean diferentes. En este caso repetiremos plantel, aunque con papeles más cortos. Mismas palabras pero ordenadas de otra forma. Menos que leer. Quemar etapas, que se dice.
Un optimista diría que todo puede pasar en el hemiciclo de Patxi López, ese 'profe' enrollado ávido de cámara que habla más que algunos portavoces. O eso esperan que nos creamos, más bien.
Una apuesta segura
En las casas de apuestas inglesas -porque siempre son inglesas- el segundo 'no' a Pedro Sánchez se paga en negativo. Sin embargo, no habría dinero suficiente para abonar una abstención del PP o de Podemos. Parece obvio que el socialista volverá a pedir apoyos con cara de tener 90 diputados y pronunciará un par de veces la palabra pinza, aunque el utensilio en cuestión quedara un poco multicolor en la primera votación y más que pinza fuera tendedero.
Mariano Rajoy tratará de no protagonizar el típico vídeo viral de los vecinos el alcalde entre nuevos símiles decimonónicos que expliquen que él ha ganado las elecciones pero no se presenta como candidato porque no le venía bien de fecha.
Pablo Iglesias pulsará de nuevo el botón de la sobreactuación parlamentaria antes de lanzar el titular hardcore del día entre aplausos y abucheos. Porque la gente ha pagado su entrada y quiere ver espectáculo. Para la foto, quizás con lengua.
Albert Rivera citará a Churchill tres o cuatro veces antes de ponerse una careta de Adolfo Suárez y agarrar la tribuna como el que se agarra al centro del universo.
Del grupo mixto y los nacionalistas, con todo el respeto, solo escucharemos un poco a Joan Tardá, por interés plurinacional, y a un tal Alberto Garzón, que volverá a ser uno de los más aplaudidos si nadie pone una urna de por medio.
Éramos pocos y le pusieron un micro a Carmena
En el lánguido jueves de resaca parlamentaria, apenas se esperaban un par de pullas light entre Felipe González y Pablo Iglesias tras la cal y los GAL. Así sucedió. Pero nadie contaba con una señora que tiene la manía de decir lo que le da la gana y que es de Podemos o independiente según interese al que la juzga en cada intervención.
A la alcaldesa Manuela Carmena le pusieron un micrófono delante y dijo exactamente lo que pensaba: que sería "bonito" un Gobierno de Pedro Sánchez. Unas palabras que fueron matizadas posteriormente para incluir las palabras "izquierda" y "de cambio". Suponemos que un par de llamadas después no quiso que nadie la malinterpretara. En Congreso Fiction, las ascuas siempre se arriman a las sardinas.