
La noche electoral no fue una noche alegre. Tampoco fue un funeral salvo para UPyD, que había mantenido la esperanza en el milagro y tuvo de enfrentarse a la cruel realidad de quedar abocado a la extinción y, en menor medida, para Izquierda Unida, que apenas si salvó la cara con dos escaños muy alejados de su aspiración de formar grupo parlamentario. Los demás se permitieron el lujo de escenificar una cierta alegría que sólo parecía sincera en el caso de Podemos. EN DIRECTO | Elecciones Generales. Especial 20D.
Los de morado fueron la única formación que montó fiesta popular en la calle con los cánticos y el tufo nostálgico de una transición que sus líderes no vivieron, la misma que habían criticado con dureza antes de moderarse. A los de Pablo Iglesias si se les veía realmente contentos con sus 69 escaños aunque no lograran su objetivo de superar al PSOE. Bastante más felices desde luego que a los del Partido Popular, que a pesar de ser la lista más votada debió tocar a rebato para que acudieran sus leales a la calle Génova con el objetivo de impedir que solo cuatro gatos vieran a Rajoy en el balcón. Aunque no fueron muchos mas.
Ese balcón era un poema de risas forzadas y ánimos encogidos. Esta vez no se mataron por estar pegados al Presidente, nadie botó excepto él mismo aunque apenas ejecutó dos tímidas inflexiones mientras Esperanza Aguirre se agazapaba en la esquina derecha con una sonrisa ortopédica y sin el menor interés por salir en la foto.
Una hora antes en Ferraz un puñado de socialistas recibían a Pedro Sánchez con unos gritos de "presidente, presidente" carentes del mínimo entusiasmo y credibilidad. El PSOE acababa de salvar los muebles de un 'sorpasso' de Podemos que habría reducido el partido a cenizas. Aun admitiendo la pírrica victoria del PP y aun reconociendo su derrota, Sánchez podía defender ante los suyos su papel de jefe de los bomberos. Su posición, mordido por los emergentes a izquierda y derecha, era con diferencia la mas difícil de proteger y el tiempo dirá si los barones socialistas le reconocen al menos ese mérito o le dan por amortizado.
Esa incertidumbre no la tendrá Albert Rivera, hacedor y líder indiscutible de Ciudadanos, al que la noche electoral tampoco dio motivos para interpretar con ganas la "alegría de la huerta". Demasiadas expectativas, demasiada bendición en las encuestas previas a una campaña electoral que se tornó adversa por desgaste, exceso de personalismo y el éxito de sus detractores al presentarle como una marca blanca del PP. Con todo, la indiscutible hazaña de pasar de 0 a 40 diputados en solo un año les permitió reír, les permitió soñar y volver a entonar el "yo soy español, español", aunque sin la emoción y la espontaneidad de la noche de las elecciones catalanas.
Con mayor o menor convicción todos coincidieron en defender sus respectivas causas, en ensalzar el trabajo realizado, agradecer el esfuerzo de la militancia y mirar al futuro con optimismo. Hasta ahí un clásico de las noches electorales. También lo fue la supuesta y manifestada disposición al diálogo de todos y cada uno de los actores, aunque en esta ocasión esa actitud debe ser más que un recurso retórico.
La diferencia substancial con respecto a otras noches electorales es que la del pasado domingo no nos permitió acostarnos sabiendo quien gobernará los próximos 4 años. Es más, el resultado de las urnas es tan endiablado que ni siquiera se configura una combinación mínimamente consistente.
Asumido estaba, por la coincidencia de todos los sondeos, que el bipartidismo tocaría a su fin y que los emergentes, en mayor o menor medida tendrían un papel fundamental en la gobernabilidad. Pero no se contaba con la necesidad de tres formaciones para alcanzar la mayoría absoluta, exceptuando el siempre improbable acuerdo entre los dos grandes.
Así que esta vez los términos "diálogo y consenso" no pueden sonar a hueco ni estar vacíos de contenido como lo estuvieron hasta ahora. Ninguno puede encerrarse en intereses personales o de partido. Lo importante es el país y los españoles necesitamos un gobierno estable. Nos lo deben.