Política

El silencio de los corderos ante el desafío de los corruptos

Jordi Pujol y su esposa Marta Ferrusola, ayer. Imagen: EFE

Se vanagloriaba Rajoy, en su anticipado balance de legislatura, de que siempre había respondido al desafío secesionista catalán con prudencia y con proporcionalidad. Dos virtudes que, a la vista está, ni sirven ni se entienden cuando se trata de frenar un movimiento basado en la irracionalidad, la visceralidad y la mentira, y con el que, además, se trata de tapar las vergüenzas de décadas de corrupción, autocracia y nepotismo consentidas.

Que eso, y no otra cosa, se esconde tras la resolución conjunta de Junts pel Sí y de la CUP. Un golpe de Estado en toda regla contra la democracia, la legalidad, la convivencia y la razón en la que ambas fuerzas políticas demuestran su desprecio por el resultado de las urnas y por los derechos y libertades de unos ciudadanos de Cataluña que mayoritariamente han dicho "no" al delirio de una independencia construida sobre mentiras, ocultamiento de las consecuencias, manipulación de la información y de sus medios, falseamiento de la historia y un manejo de la propaganda que deja en meros aprendices a Goebbels y su aparato de la Alemania hitleriana.

Un golpe de Estado que exige respuestas reflexivas sí; pero contundentes y de urgencia. Ya no hay tiempo para prudencias ni actuaciones a remolque de las provocaciones sediciosas que, bajo el manto de la independencia, sólo buscan la impunidad de los corruptos. ¿O acaso alguien cree todavía que el registro de la declaración de independencia el mismo día de la operación de la Justicia contra el clan de los Pujol es mera coincidencia?

Por eso ha llegado la hora de aplicar la legalidad con toda la contundencia que exige el alzamiento. Contundencia por parte del Estado, acompañada del pronunciamiento firme de una ciudadanía a la que se ha expoliado económicamente, se ha privado de su voz, su voluntad y libertad y a la que se quiere arrastrar hacia el abismo del aislamiento internacional y la miseria. Una comunidad que también es responsable porque sólo al final y sin la firmeza necesaria ha roto ese silencio de los corderos al que ha estado sometida con tanta impunidad durante tanto tiempo.

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