
Parece imposible que un mero gesto de cortesía, una fotografía dictada por las circunstancias y sin mayor trasfondo, haya desatado las especulaciones que se han producido en las últimas horas. Pedro Sánchez y Albert Rivera eran dos de los 1.500 invitados a la Recepción en el palacio Real, era difícil que no se cruzaran en algún momento del cóctel, y lo lógico es que al cruzarse intercambiaran algunas palabras suponemos que en tono amistoso.
Lo que está exento de toda lógica política, y si me apuran hasta periodística pese a los tiempos de banalidad de corren, es convertir ese cordial encuentro en una reunión de contenidos en la que se ha cerrado un acuerdo sobre el futuro de España. Pues créanme, hay quien lo defiende...
A los dos conversadores no les cuestionaría este cronista sobre su charla amistosa del 12 de octubre. Preguntaría a cada uno de ellos cosas distintas, pero en la misma línea de aclarar, y que los electores se aclaren, cuales son sus intenciones reales para las semanas posteriores al 20 de diciembre.
A Sánchez se le podría preguntar otra vez si piensa hacer gestiones para formar gobierno en caso de que no fuera su partido el más votado, aprovechándose de que quien fuera primera fuerza no pudiera reunir los apoyos suficientes para una investidura. A Rivera le preguntaría si piensa ser fiel a su principio político de que quien gana debe tener la responsabilidad de gobernar, aunque sea en minoría y buscando acuerdos puntuales para cada disposición que quiera aprobar en las Cortes.
En la medida en que esas dos cuestiones fueran aclaradas antes de ir a las urnas, cosa que no ocurrirá en ninguno de los dos casos, los ciudadanos conocerían mejor el escenario que se va a abrir después de votar, algo que quedando sin respuesta esos interrogantes es imposible.
Ahora se abre el frente del necesario debate electoral. Como escribimos en este mismo espacio el pasado 29 de julio, al menos los cuatro o cinco candidatos de las formaciones con mayor intención de voto deben reunirse como mínimo un día para discutir cara a cara ante los españoles. PP y PSOE aceptarán, incluso aunque no estén convencidos, porque una negativa a debatir en el actual contexto político y social sería servir en bandeja a los adversarios el arma más mortífera contra tu campaña.
No es creíble la sospecha de que Rajoy y Sánchez se van a negar a un debate "a cuatro", lo deben aceptar sin ninguna duda. Un miembro de gobierno lo ha reconocido en privado claramente: Rajoy sí irá, y llevará cifras contundentes sobre la realidad económica en España para contrarrestar el aluvión de acusaciones que recibiría. En el Partido Popular creen que la cifra de 150 diputados es alcanzable gracias al tiempo que aún resta hasta diciembre, y que sus siglas no bajarán del 35% de apoyo electoral, un pronóstico altamente optimista teniendo en cuenta cómo se mueven las encuestas.
Mención aparte para el líder de Podemos, que en su auto marginación de los actos de la Fiesta Nacional ha dejado el plano libre al emergente candidato de Ciudadanos. La defensa de la justicia social que le ocupó a Pablo Iglesias durante este día festivo, a tenor del comunicado difundido por esta fuerza política para declinar la invitación de la Corona, debe residir en retirar símbolos del Rey, cambiar nombres de calles, aprobar decretos contra el turismo y proponer que barran y limpien madres y universitarios.
O tal vez resida en lanzar mensajes ofensivos hacia los españoles condenando el pretendido genocidio indígena y dejando libres de denuncia las matanzas masivas que Roma y los musulmanes cometieron en la península ibérica.