Política

Podemos se desinfla, Ciudadanos frena y el bipartidismo rejuvenece: los errores de Pablo Iglesias y Albert Rivera

Podemos se desinfla. Ciudadanos se frena en seco. Todos coinciden hoy en este análisis al observar el apoyo electoral que tendrían en este momento las dos formaciones políticas que han revolucionado el patio de la vida pública en los últimos doce meses. El bipartidismo aún no ha muerto.

Pablo Iglesias cogerá hoy el CIS y le dará mil vueltas a lo que está fallando en su estrategia para haber pasado de cosechar un 23,9% de intención de voto en el mes de enero a obtener un mucho más ajustado 15,7% en julio, un porcentaje que pone al partido de los ¿ex? profesores universitarios en un lugar más acorde con su trayectoria y su oferta programática.

Asaltar el cielo, ergo el poder, el objetivo que desveló Iglesias en sus meses de mayor gloria y popularidad, tiene escalones a medio construir, como la gestión municipal en los Ayuntamientos en los que se han encontrado con la representación institucional comprobando la pesadilla que es pasar de los sueños teóricos de una Arcadia feliz en la que todos seamos igual de pobres, a las realidades de firmar decretos ajustados a la legalidad y a las normativas. 

La primera medida que el joven político y sus colaboradores deberían acometer es frenar el ansia demagógica de sus ediles de gobierno en Cádiz, Barcelona, Madrid, Zaragoza, La Coruña... para que los españoles no vean de aquí a las generales las carencias de su programa o lo que es peor, la demoledora apisonadora de quien quiere gobernar para demostrar su antagonismo con quienes piensan diferente. Sólo así podrá frenar esta caída que el CIS revela desde hace siete meses.

Hay otros factores muy interesantes en la encuesta, que deberían preocupar al populismo de izquierdas instalado en muchas casas consistoriales y en la sede central del partido que les patrocina. La Monarquía es un asunto de especial preocupación para el 0,2% de los encuestados. Los recortes preocupan al 2,9%, los desahucios son un asunto preocupante para el 2,3%, y los bancos lo son para el 1,6%.

Albert Rivera está pagando el precio de su responsabilidad tras las autonómicas. Especialmente el papel de bisagra en Madrid y Andalucía, prestando su apoyo a dos partidos tan distintos como PP y PSOE y midiendo con un rasero muy volátil lo que ha exigido a unos en Sevilla y a otros en la capital.

Ciudadanos debe también variar su estrategia política para evitar que el frenazo actual se convierta en ligera caída cual pluma tras haber experimentado un crecimiento cual cohete, aunque cuenta con una gran ventaja que en el caso de Podemos es una gran incógnita: la celebración de las catalanas el 27-S.

Si, como dice el CEO, Ciudadanos pasara a ser la primera fuerza constitucionalista en el Parlament y triplicara sus resultados de 2012 hasta lograr casi 30 escaños, la inercia le llevaría a mantener al menos sus aspiraciones en las generales, asegurar ese 12 o 14% de apoyo electoral que sería un gran éxito para su primera aparición en el Congreso, aunque seguramente insuficiente para un Rajoy que va a necesitar entenderse con el joven dirigente barcelonés.

El apoyo de sólo un 5% de los encuestados en el Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas a un posible pacto de legislatura entre PP y PSOE ha revelado muchas cosas. Lo primero que habría que conocer es el orden en que se preguntó por las diferentes opciones de pactos postelectorales a los que han respondido en este epígrafe.

No es lo mismo que te pregunten primero por la eventual alianza de la que todo el mundo habla, PSOE y Podemos, que se sitúe en segundo lugar la pregunta sobre un entendimiento entre PP y Ciudadanos, y que la Gran Coalición vaya en último lugar de tapadillo como quien descarta ya, en su función de entrevistador oficial, las opciones reales de que España pudiera disfrutar de una etapa de estabilidad institucional en la que el interés perseguido por los dos principales partidos fuera el de los ciudadanos y no el de sus propias siglas.

Parece que con los actuales actores al frente de ambas formaciones es inviable esa opción, pese a que en momentos importantes como la reforma constitucional para garantizar la estabilidad presupuestaria o el pacto antiyihadista más reciente se ha demostrado que es posible acercar posiciones.

No se plantea un gobierno con ministros de las dos siglas que componen el rejuvenecido bipartidismo. Pero sí un entendimiento de mínimos que permita que este país sea gobernable y no obedezca a las pasiones incontrolables de grupos minoritarios que siguen persiguiendo una suerte de revancha social y una reescritura de la Historia.

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