
"Una cosa son las campañas electorales, los eslóganes, pero cuando llegas a la mesa del despacho y ves los ingresos y los gastos, hay que gestionar, asumir responsabilidades, y todo tiene un coste". Habla Juan Rosell, presidente de la patronal española, el pasado 27 de mayo. Tan solo habían pasado tres días desde las elecciones municipales y autonómicas del 24M y el hombre que pone rostro a los grandes empresarios españoles rompía el breve silencio para delimitar posiciones.
A pesar de la victoria del PP en números generales, la nueva España de los pactos ya dibuja el garabato del viraje hacia la izquierda, con el rotulador morado de Podemos subrayando párrafos enteros. Ante esta tesitura, el poder económico, especialista en poner vendas encima de heridas por sangrar, superviviente eterno ante cataclismos políticos de toda índole, ya ha echado mano a su particular sable en el juego dialéctico postelectoral.
Si antes había ninguneo y risas enlatadas cuando alguien preguntaba sobre los nuevos actores de la izquierda, ahora el gesto se endurece antes de entonar cantos de advertencia y de apelar a esa realidad con la que supuestamente se da de bruces todo político con ínfulas revolucionarias. Porque, para ellos, una cosa son los programas y otra la vida real. El sufragio universal como farsa reconocida.
Del otro lado de la trinchera, dos fortines muy incómodos. Salvo sorpresa mayúscula, los partidos instrumentales de Manuela Carmena y Ada Colau gobernarán las dos principales ciudades españolas. Y eso ya no es ninguna broma, sobre todo para los que miden el riesgo en dinero. También otras capitales se embarcarán en proyectos políticos con amalgamas de todo pelaje a partir de este sábado.
En las comunidades autónomas, la entrada en escena de Podemos con marca oficial hará caer gobiernos hasta la fecha 'estables' desde el punto de vista de la gran empresa para dejar paso a experimentos que no son muy del agrado de los que manejan las inversiones y el flujo del capital, sobre todo aquel que emana de la teta del Estado.
Pero no todo es tan sencillo como reducir el problema a buenos y malos. Tanto una parte como la otra parecen condenadas a entenderse, ya que, a pesar del maniqueísmo tradicional entre empresarios y partidos de izquierdas, alimentado por personajes de los dos hemisferios a priori irreconciliables, lo cierto es que David y Goliat tendrán que sentarse, negociar y adaptarse al nuevo ecosistema. Por la cuenta que les trae a ambos con unas elecciones generales a la vuelta de la esquina. Aunque, de momento, no haya grandes avances.
El desdén: la fase de ninguneo
La historia de Podemos y los grandes empresarios desde que el partido de los círculos saltara a la arena política en las pasadas elecciones europeas ya tiene alguna que otra muesca de cierta entidad. Sobre todo a partir de que el CIS aupara al partido de Pablo Iglesias al cajón de posible alternativa de gobierno en España.
El primer acercamiento se produjo el pasado 25 de febrero. La secretaria de Análisis Político y Social de Podemos, Carolina Bescansa, y el responsable del área de Economía del Consejo Ciudadano estatal, Nacho Álvarez, asistían a un coloquio organizado por la consultora estratégica de comunicación corporativa Public Affairs Kreab, al que también acudían una treintena de miembros de diferentes organizaciones y empresas como FCC, HSBC, Google y el Círculo de Empresarios.
Aunque a aquella cita se le trató de dar carácter oficial desde la formación morada, en aras de "resolver las dudas sobre las propuestas de Podemos" en pleno proceso de confección del programa electoral para las autonómicas y municipales, del lado empresarial se apresuraron a asegurar de que se trataba de un encuentro "informal" al que los empresarios acudieron a "título personal".
La segunda y más alarmante muestra de ninguneo se produjo hace escasas dos semanas. Pablo Iglesias no recibía invitación a la reunión anual del Cercle d'Economía (los grandes empresarios catalanes), que se celebró los días 28, 29 y 30 de mayo en Sitges. Sin embargo, si recibían la llamada el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el de la Generalitat, Artur Mas, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez y al presidente de ERC, Oriol Junqueras, y el caso más sangrante para Podemos, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera.
Desde el partido de los círculos no entienden que en ese contexto no hubiera espacio para ellos, especialmente cuando uno de los puntos a tratar consistía en conocer los proyectos de cada formación para facilitar los pactos postelectorales, en un carrera a Moncloa que inquieta especialmente a los empresarios.
FMI: Misma reunión, distinta perspectiva
Y como no podía ser de otra forma, el FMI también ha entrado en la inacabable campaña electoral española de este año y ha puesto su foco en Podemos. El pasado viernes, representantes del organismo supranacional se reunían con miembros del partido de Pablo Iglesias (otra vez Carolina Bescansa y Nacho Álvarez), en un encuentro en el que la formación morada presentó sus propuestas económicas.
A pesar de que la valoración por parte de Bescansa fue "positiva", una idea secundada con monosílabos por el jefe de la misión del FMI, Helge Berger, el informe posterior del organismo lanzaba advertencias veladas: "España debería aprovechar el impulso actual para emprender reformas adicionales, que tienden a ser más efectivas cuando se aplican en un entorno económico favorable", rezaba el documento presentado. "Por el contrario, una reversión de las reformas pasadas generaría incertidumbre y podría frenar la recuperación, sobre todo si el entorno exterior se deteriora". Como gatos panza arriba.
Los bancos: el ataque de Merrill Lynch
En la misma línea que el FMI, pero unos cuantos meses antes, la banca estadounidense también aportaba su particular granito de arena en los augurios apocalípticos ante la irrupción de Podemos. En noviembre, un informe del Bank of America Merrill Lynch alertaba de que una victoria de Podemos podría anular "algunos de los avances más importantes realizados en España en los últimos cuatro años".
El banco de inversión consideraba en sus conclusiones que las políticas propuestas por Podemos "perjudicarían las cuentas públicas españolas de forma significativa" y "anularían los recortes en educación y sanidad".
El análisis de Merrill Lynch es una muestra más de la colección de informes alarmistas sobre Podemos que se vienen publicando en los últimos meses. Uno de ellos, el de la firma de inversión JPMorgan, planteaba dos escenarios políticos posibles en los que el papel central lo jugaría el PSOE. En primer lugar, el pacto entre el PP y los socialistas, que sería visto como más "amistoso hacia los mercados", dado que "hay una larga lista de grandes coaliciones en otros países de Europa". En cambio, un gobierno "de centro-izquierda e izquierda despertaría preocupaciones, por la falta de experiencia y de estabilidad de la coalición".