Política

¿Que pasará si Aguirre gana en Madrid y Rajoy pierde a los siete meses en las generales?

Esperanza Aguirre rodeada de medios de comunicación. Imagen: EFE

Esperanza Aguirre no está muerta. En Génova son muy conscientes de ello. En Génova, sede nacional del Partido Popular, y en Moncloa donde reside un aspirante oficial, Mariano Rajoy, y otro postulado por medios y empresarios, a la sazón Soraya Sáenz de Santamaría. Pero la lideresa, aguerrida en estas batallas, ha guardado sus cartas sabedora de las presiones del aparato, pero también del significado que pueden arrojar las urnas. ¿Que pasará Si Aguirre gana en Madrid y Rajoy pierde a los siete meses en las generales? Rajoy, cansado de Aguirre y de Cospedal

Esperanza Aguirre, a quien algunos ya daban por amortizada, ha irrumpido en tromba en el panorama político con su designación como candidata a la alcaldía de Madrid.

En cuestión de horas se ha plantado frente a Génova para negarse a renunciar al poder regional y a acatar directrices -ni Manolo Cobo le hará el programa ni Javier Arenas, las listas-; ha hecho valer sus orígenes liberales para que nadie dude de que ella es más progresista que su compañera de cartel, la delegada del gobierno Cristina Cifuentes; ha anunciado que acudirá a la manifestación antiabortista de Madrid; y, para terminar de enterrar la memoria de Alberto Ruiz Gallardón, ha anunciado que no pisará el inmenso túmulo de Cibeles, el gran megalito que el exalcalde construyó con el edificio de Correos en una exhibición de mal gusto y megalomanía que se ha terminado volviendo contra él.

Esperanza -el verso suelto del PP- ha nombrado también a su propio equipo -ha tenido que hacerlo entre los restos de su anterior cohorte, ya que buena parte de sus colaboradores están en prisión o imputados por corrupción- y se dispone a singularizar la campaña sobre sus propios axiomas ideológicos, el principal de los cuales es la bajada de impuestos. Genio y figura.

Un Congreso muy lejano

Finalmente, ante la desconfianza de Génova, ha accedido a no presentarse a la presidencia del PP madrileño en el congreso que se celebre, como muy pronto, en 2016, siempre que sea efectivamente alcaldesa de Madrid (no si gana las elecciones pero no consigue la alcaldía, que también es posible).

Esta cautela del aparato del Partido Popular frente a la única persona que ha disputado personalmente el liderazgo a Mariano Rajoy -aunque no se atreviera a materializar su candidatura en 2008, seguramente porque sabía que no tenía fuerzas suficientes para ganar- es artificiosa porque introduce un factor de desconfianza que sin duda lesiona las posibilidades de la candidata -¿cómo se fiarán de ella los electores si el aparato de su partido la amarra en corto porque no se fía?-, pero refleja el temor de que pudieran producirse una sorpresa si, como parece, el PP queda muy lejos de la mayoría absoluta en las elecciones generales.

Porque el liderazgo de Rajoy se basa actualmente en el poder que ostenta, que es omnímodo gracias a la mayoría absoluta, pero podría debilitarse si se encontrase en una situación más precaria que le obligara a pactar con el adversario o, si, sencillamente, perdiera el poder.

En definitiva, si Aguirre lograra lo que hoy por hoy parece imposible, que es la alcaldía de Madrid, estaría en condiciones de aspirar a un liderazgo heredado de Rajoy si éste se desfonda en las generales. Dicho sea sin olvidar que Aguirre tiene 63 años, por lo que el tiempo juega a favor de las aspiraciones de Dolores Cospedal y de Soraya Sáenz de Santamaría, mucho más jóvenes, y que hoy por hoy también se juegan evidentemente, desde nichos distintos, la sucesión en el Partido Popular.

Incluso sin ganar la alcaldía, si Aguirre obtuviera la victoria en escaños y un buen resultado en votos, podría participar con dignidad en la carrera sucesoria. Es lógico que esta expectativa haga vacilar a quienes ya pensaban hasta hace poco que Aguirre había terminado su carrera política con la espantada de septiembre de 2012, cuando abandonó la presidencia de la comunidad de Madrid.

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