Las elecciones municipales en Francia, cuya primera vuelta tiene lugar el próximo domingo, aparecen como una prueba difícil para el presidente Nicolas Sarkozy, en caída libre en los sondeos, y para la derecha, que podría perder el control de varias ciudades importantes.
Los elementos que indican que tal podría ser el caso abundan, pero lo esencial es la impopularidad actual del jefe del Estado, que ha querido ejercer el mayor número de funciones políticas y de gobierno posibles.
Según un reciente sondeo, sólo un francés de tres tiene ahora confianza en Sarkozy.
Otro estudio, publicado por el diario Libération (izquierda) este lunes, pone en evidencia hasta qué punto la imagen personal de Sarkozy se ha deteriorado: un 74% de las personas consultadas estima que el mandatario "no se controla lo suficiente".
Con la fuerza que le dieron su elección triunfante en las presidenciales de mayo pasado y la mayoría absoluta obtenida en las legislativas de junio, Sarkozy se empeñó en ocupar el terreno político mediante un estilo voluntarista.
A la manera de un candidato en campaña, durante estos diez últimos meses, Sarkozy estuvo presente, con gran despliegue mediático, en todos los frentes, interior e internacional.
Con respuestas para cada uno de los problemas que se le planteaban, el mandatario provocó en más de una oportunidad retenidas molestias entre ministros y miembros de su equipo que se veían substituidos y relegados a planos secundarios.
A pesar de este voluntarismo o precisamente a causa de él, una clara ruptura entre el mandatario francés y la opinión pública comenzó a manifestarse desde el último trimestre del año pasado, cuando Sarkozy se vio confrontado con la realidad.
Una inflación creciente de los productos de primera necesidad y la ausencia de medidas para controlarla de parte de quien había prometido ser "el presidente del poder adquisitivo" marcó la primera etapa de esta decepción.
El reconocimiento de su impotencia, cuando afirmó "no poder vaciar las arcas (del Estado) pues éstas ya están vacías", terminó de romper el encanto creado por el candidato Sarkozy. Una vez presidente exhibió un marcado gusto por el lujo al tiempo de exhibir ostentosamente su vida privada.
Si bien las razones de los franceses para elegir 36.000 alcaldes y el casi medio millón de ediles municipales son cuestiones locales, como las escuelas, el aseo público, los parques y jardines, la importancia política de una sanción contra el gobierno de Sarkozy podría ser enorme.
En previsión de esta situación, el partido del mandatario, la Unión por una mayoría popular (UMP de derechas) y el propio primer ministro François Fillon trataron de reducir el significado de los comicios a un nivel estrictamente local.
"Les recuerdo que el presidente (...) Nicolas Sarkozy fue elegido por cinco años y no es candidato" a las municipales, advirtió la portavoz de la UMP, Nadine Morano.
En este contexto, además de París y Lyon (centro-este), la oposición socialista espera ganar varias otras ciudades importantes que dejarían en evidencia este "voto sanción" tan temido por la derecha.
Ciudades como Marsella, el gran puerto del Mediterráneo y la segunda ciudad francesa, así como Toulouse en el suroeste, están en la mira de los socialistas.
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