Historia de Ferrovial, el imperio de las infraestructuras que nació en un ático en Madrid
- Rafael del Pino estaba destrás de la visión global de la compañía
- Su primer contrato fue con Renfe en 1952, para renovar las vías
- La concesión para construir la autopista Bilbao-Behobia cambió su historia
Lorena Torío, Javier Calvo, Javier Mesones, Remo Vicario
Madrid,
Pero los orígenes de la compañía fueron mucho más modestos. En 1952, Rafael del Pino y Moreno, padre del actual presidente, fundó Ferrovial en un ático en el centro de Madrid, con un capital de 2 millones de pesetas. Nació como una empresa dedicada entonces a la ejecución de obras ferroviarias, como su propio nombre indica, pero desde el principio no dejó de crecer, innovar y diversificar sus actividades. Una empresa que nació con vocación global, y que ha sabido adaptarse a los cambios y necesidades de la sociedad.
Nacido en 1920, en Madrid, esta no era la primera aventura profesional de Del Pino. Doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, tras acabar la carrera, en 1947 empieza a trabajar en Vías y Construcciones, cuyo propietario, Rafael González Iglesias, era buen amigo de su padre. Era una empresa mediana, pero que le ofrecían al recién licenciado dos ventajas claras: estaba muy especializada, pues se dedicaba al tendido, renovación y conservación de vías férreas; y tenía la exclusiva en España de la más moderna maquinaria del sector, lo que le situaba a la vanguardia tecnológica.
Rafael del Pino asciende rápidamente a subdirector de la compañía, lo que le permite ocuparse de la gestión y modernización de la compañía. El cargo le permite viajar por Europa y por Latinoamérica, donde aprende de las empresas más punteras del sector. Y descubre una cosa más: el creosotado, una técnica que protegía las traviesas de madera de las vías, para evitar que se pudrieran. En 1951, Del Pino es ascendido a director ingeniero, pero un año más tarde fallece González Iglesias, su valedor, así que decide abandonar la empresa y emprender con su propia compañía.
El nacimiento de Ferrovial
Y es con estos antecedentes con los que decide lanzar Ferrovial. En el proceso fundacional de la compañía, consigue su primer contrato con Renfe, donde su padre tenía un importante cargo, para la renovación de vías y a la explotación de talleres de cajeo de traviesas. Aquel acuerdo se prolongaría durante 16 años, a pesar de que la cantidad que pagaban por cada traviesa tratada con creosota, 3,98 pesetas, apenas permitía cubrir los gastos de importación desde Alemania. Aunque no les hizo ricos, permitió asentar la empresa en un primer momento, y les permitió acceder a mejores contratos.
Así, en 1958 Renfe vuelve a contar con Ferrovial, pero en este caso para ejecutar uno de los tramos de los enlaces ferroviarios de Madrid: el trayecto Las Rozas-Chamartín. Este proyecto sigue siendo hoy en día uno de los grandes hitos de la compañía, pues en apenas un verano un total de 29 kilómetros, lo que se conoció como '30 kilómetros en 30 días', que acabó convirtiéndose en un lema para la compañía. El éxito de aquel proyecto lo atribuyen a la apuesta por la innovación y a la importación de maquinaria que hasta entonces era desconocida en España, y que permitió aumentar la productividad y reducir costes.
La constructora empezó a consolidar su actividad, pero siguiendo el mantra implantado en los empresarios de la época, que rechazaban el endeudamiento para financiar su negocio o su expansión. Así, es a base de recursos propios con lo que comienza a ampliar su ámbito de actuación. Empiezan a explotar canteras, construir pantanos, y llevar a cabo sus primeros trabajos de pavimentación de carreteras.
España se encuentra en pleno proceso de desarrollismo. El país avanza, y necesita que sus infraestructuras evolucionen al mismo ritmo. El primer paso son las carreteras, que deben adaptarse a una sociedad en el que los desplazamientos en coche son cada vez más frecuentes. En ese contexto, el prestigio que había ido ganando Ferrovial le permiten dar su primer gran salto: logran, en 1968, la concesión para la construcción de la autopista Bilbao-Behobia, la primera de peaje creada en España, que supuso una importante novedad en el mundo de las infraestructuras de carretera en España.
Las consecuencias de este hito son inmediatas: la compañía alcanza los 5.000 empleados, la facturación crece hasta 125 millones de pesetas al año, se profesionaliza, empieza a mirar al extranjero... pero, a cambio, pierde parte de esa idea original de empresa familiar, en la que, hasta entonces, casi cualquier decisión, pasaba por el despacho del fundador.
Es en los 70 cuando se internacionalizan. Con la economía de muchos países en recesión por culpa de la crisis del petróleo, las empresas deben mirar al exterior para garantizar su supervivencia. Un paso que también da Ferrovial, que en 1954 había llevado a cabo una pequeña obra en Venezuela, pero que en los 70 logra su primer gran contrato en el extranjero. En concreto, en Libia, donde logra una concesión para construir 700 kilómetros de carretera.
La apuesta por el exterior se consolida tan rápido que en 1983 ya supone un tercio de los ingresos de la compañía, que además de en Libia, también está presente en México, Brasil o Paraguay. Ferrovial no tenía fronteras.
En la década de los 80 también se recupera el sector de la construcción de infraestructuras en España. La compañía participa en las obras de dos de los eventos que acabarían marcando la modernización de España, como fueron los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 y la Expo de Sevilla de ese mismo año. Ferrovial firmó varios tramos del AVE entre Madrid y Sevilla, así como numerosas obras vinculadas a sendos eventos.
Y si los 80 fueron los años de la consolidación internacional, el protagonista de los 90 fue el crecimiento. Hacía tiempo que Rafael del Pino era consciente de que el sector de la construcción de infraestructuras, en España, no tenía otra opción que llevar a cabo un proceso de concentración de empresas y fusiones. Y que quien quisiera liderar esa industria debería impulsar estos movimientos.
La compra de Agromán
Con esta idea en mente, en 1990 se lanza a por el control de Cubiertas y MZOV, también de carácter familiar. Pero sin éxito. La batalla empresarial se convierte en un enfrentamiento entre las familias Del Pino y Entrecanales. A pesar del fracaso, con las operaciones logra plusvalías de más de 5.000 millones de pesetas.
Su siguiente movimiento fue la adquisición de Agromán, una constructora vinculada a Banesto, y que estaba al borde de la quiebra, lastrada por la gestión de Mario Conde. La compró por 2.000 millones de pesetas, e inyectó 1.200 millones más para sanearla. También llevó a cabo una ingente labor de poda, deshaciéndose de todos los negocios que no tuvieran que ver con la construcción, y despidiendo a una parte importante de la plantilla. En menos de dos años, la compañía, que acabaría siendo integrada en Ferrovial, ya registraba beneficios, y su valor se había disparado hasta los 150.000 millones de pesetas.
Otro hito que alcanza Ferrovial a final de siglo es la adjudicación, por 99 años, de la autopista canadiense 407 ERT, con la que logran dar el salto al mercado norteamericano. Y se hace cargo de la construcción del museo Guggenheim de Bilbao, otra de sus obras más icónicas. En 1999, sale a bolsa. El 35% de la empresa se valoró en 600 millones de euros.
El paso al lado del fundador
Con esta exitosa trayectoria a sus espaldas, el patriarca, que aún seguiría como presidente de honor hasta su fallecimiento en 2008, decide dar un paso al lado, cediendo el testigo en el año 2000 a Rafael, que ya ejercía como consejero delegado del grupo desde 1992. Antes de convertirse en el nuevo presidente de Ferrovial, Rafael del Pino Calvo-Sotelo pasó por Cintra, la filial concesionaria del grupo entre 1998 y 2009, y fue testigo directo del debut de la compañía en el parqué español en 1999.
Rafael del Pino Calvo-Sotelo es hijo del fundador y de Ana María Calvo-Sotelo, hermana del expresidente del gobierno Leopoldo Calvo-Sotelo, quienes además de Rafael tuvieron otros cuatro hijos: María, Joaquín, Leopoldo y Fernando. Siguiendo la tradición familiar, Rafael decidió estudiar ingeniería. Se decantó por Caminos, Canales y Puertos.
Con el cambio de siglo, ya con la nueva estructura de liderazgo, y con la inyección de dinero obtenida con la salida a bolsa, Ferrovial no deja de profundizar en su estrategia de internacionalización y diversificación. En esa primera parte de la década consolida la actividad de servicios y realiza importantes adquisiciones, entre las que destacan dos empresas de servicios urbanos, la británica Amey y la española Cespa. También entra en el sector aeroportuario, que le reportará grandes beneficios, al hacerse con un 20% del aeropuerto de Sídney.
El negocio aeroportuario
En 2006, la compañía compra el operador aeroportuario británico BAA (British Airports Authority) y con esta operación pasa a gestionar siete aeropuertos en el Reino Unido, incluyendo Heathrow, el más importante de todos. También profundiza en el negocio de las autopistas en Estados Unidos, con nuevas concesiones.
Compra y vende aeropuertos, concentrando esa vía de negocio en Reino Unido, donde llega a ser líder del mercado. Aunque se ve obligada a vender su participación en Gatwick, por más de 1.500 millones de euros, acusado de monopolio.
Desde entonces, no deja de crecer, con más adjudicaciones de autopistas en Estados Unidos, nuevos aeropuertos en Reino Unido, importantes construcciones en Inglaterra, Francia, Australia, Polonia o Chile, y más cerca, la conexión ferroviaria con el aeropuerto de Barcelona. Autopistas, túneles, vías de tren, centrales termonucleares, desaladoras, aeropuertos... Ninguna obra escapa a su alcance.
Esta última década, cuyo inicio ha estado marcado por la pandemia mundial provocada por la Covid-19, comienza con la entrada de Ferrovial en nuevos mercados, como India o Turquía. También está siendo la época de la expansión definitiva en EEUU, que hoy genera un tercio de los ingresos del grupo. Con más de 20 años de experiencia en este sector, Ferrovial ha entrado en proyectos como la inversión de 9.500 millones de euros en la New Terminal One del aeropuerto JFK de Nueva York, cuya primera fase estará lista en 2026, convirtiendo esta terminal en la mayor de todo el aeródromo.
Conflicto familiar
En agosto de 2015 los hermanos Del Pino reorganizan su estructura accionarial Ferrovial, de la que hasta entonces controlan conjuntamente el 40,8% a través de sus sociedades Portman Baela y Karlovy. Rompen el pacto de accionistas de que tienen Rafael, María, Leopoldo y Joaquín (todos salvo Fernando) y se reparten las acciones del grupo para ostentarlas de manera individual. Rafael emerge como el primer accionista de la compañía, con un 20,1% del capital. Leopoldo se queda con el 8,29%, María con el 8,1% y Joaquín con el 2,5%.
Además de liderar la estrategia de Ferrovial, Del Pino es el principal accionista individual del grupo a través de su sociedad patrimonial neerlandesa Rijn Capital, con la que ahora controla el 20,4%. Su hermana María permanece con el 8,2% y Leopoldo, que ha mostrado discrepancias con algunas decisiones en la gestión de Rafael, conserva el 4,1%.
Tras vender servicios, y con un nuevo consejero delegado, la compañía inicia una nueva andadura, que pasa por el traslado de su sede social a Países Bajos, donde debutará en bolsa, y a la que sucederá su cotización en Estados Unidos, una decisión que ha generado un enorme revuelo en España. Se trata de una decisión demandada por los fondos internacionales que permitirá a la compañía impulsar su proyección internacional hacia el mercado norteamericano, su prioridad, dotar de mayor liquidez a la acción y mejorar sus costes de financiación.